Madrid: ¿Cataluña nos roba?

Jorge Nacarino

La política madrileña daba la bienvenida a este mes de febrero con un nuevo capítulo —el enésimo— de este teatro del tedio en el que la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, nos hace espectadores pacientes del relato construido por su demiurgo. En esta ocasión, con el pretexto de la financiación autonómica, retó al presidente de la Generalitat, Salvador Illa, a un debate sobre la cuestión; un debate en el que pudiera hacer gala de este nuevo lema del “neonacionalismo mesetario”: “Catalunya ens roba”.

El debate de la financiación autonómica, al que no debemos restar importancia más allá del espectáculo de magazine televisivo que busca Díaz Ayuso, debería estar vinculado a otro más importante: el papel que debe jugar Madrid, entendida como una región metropolitana, en el desarrollo económico del país, lejos de ese “Madrid es España dentro de España” de la presidenta. Un debate que no puede olvidar uno de los mayores problemas de la Comunidad de Madrid, su enorme desigualdad. No en vano, somos la región más desigual del conjunto de la Unión Europea. Pero para ese debate, es necesario salir del guión del relato que el demiurgo del universo ayusista nos impone.

El debate de la financiación autonómica, al que no debemos restar importancia más allá del espectáculo de magazine televisivo que busca Díaz Ayuso, debería estar vinculado a otro más importante: el papel que debe jugar Madrid, entendida como una región metropolitana, en el desarrollo económico del país

El Gobierno regional ensalza de manera constante el papel de Madrid como locomotora de España y teoriza sin rubor sobre el Madrid DF, una gran región metropolitana de diez millones de habitantes, tal y como reivindica Fernando Caballero, el urbanista de los sueños de los grandes señores del ladrillo madrileño. Un plan que apuesta por un Madrid como aspiradora del conjunto del país, que pretende profundizar aún más en su desigualdad, pues esconde un claro proceso de expulsión de la población del centro y la primera periferia de la ciudad, de las personas con rentas bajas, para ser sustituidos por turistas y rentas medias-altas; y cuyo mejor exponente no es otro que la inacción ante la invasión de viviendas turísticas en la capital. Un modelo que resultará ineficiente económica, social y medioambientalmente a medio y largo plazo.

Frente a este modelo, algunas voces críticas que resuenan llegadas desde fuera de la región no están exentas de cierta dosis de “madrileñofobia”, pues tienden a justificar cualquier dato positivo de la economía madrileña como resultado del efecto de capitalidad o del dumping fiscal, dos elementos que, sin ser falsos, mezclados con el primero, facilitan y mucho el argumentario victimista del “neonacionalismo mesetario”.

Desde dentro de la región, se impone en demasiadas ocasiones, por incomparecencia de otros discursos que amplíen el consenso social, uno minoritario que emana de teorías decrecentistas ajenas a la realidad. Estas no solo parecen negar el derecho de los madrileños y madrileñas a vivir en una región que apueste por el crecimiento económico, sino también el propio proceso de urbanización de la sociedad mundial. Este discurso se fundamenta en muchas ocasiones en los límites ecológicos de la ciudad, un planteamiento que, siendo justo, sin contraponer una alternativa efectiva y comprensible, corre el riesgo de caer en un “despotismo urbanita” al no ser capaz de justificar quién tiene derecho o no a vivir en la ciudad.

Tras la llegada al gobierno de la Generalitat de Salvador Illa, y su anuncio de que “Cataluña ha vuelto”, que busca contrarrestar aquel “Madrid se va” de Pasqual Maragall en 2001, resuena también cierto llamamiento a una España con un eje de competición bipolar Madrid-Barcelona, un escenario de polarización en el que la presidenta Díaz Ayuso parece encontrarse muy cómoda.

Como primer elemento para abrir ese debate sería conveniente rescatar uno de los desafíos de España 2050, un documento de prospectiva que impulsó el Gobierno de España en 2021 y que se encuentra dentro de las políticas estratégicas de la Unión Europea: el desafío de articular un desarrollo territorial equilibrado, justo y sostenible del país.

Ese informe ya nos advertía que “las grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia y sus áreas metropolitanas se iban a volver cada vez más extensas y menos sostenibles, lugares donde cada vez existirían más problemas como el acceso a la vivienda y aumentaría la segregación social”; mientras que las “ciudades medias y pequeñas perderían dinamismo económico y sufrirían un agudo declive social”.

Por eso, es necesario articular un debate sobre el papel que puede jugar Madrid y su región metropolitana como región cooperadora y cohesionadora de las ciudades medias y pequeñas de su área de influencia urbana. Un Madrid que crezca económica y socialmente de manera equilibrada y justa, reindustrializándose y desarrollando todo un tejido productivo sostenible en su entorno, que nos permita a los madrileños y madrileñas, y a nuestros vecinos y vecinas de otras ciudades medias y pequeñas próximas, vivir en lugares habitables y no tener que soñar con un día de teletrabajo, ni estar obligado a hacer 100 kilómetros diarios hasta tu trabajo, porque un día tuviste que marcharte para poder pagar un alquiler o una hipoteca.

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Jorge Nacarino es presidente de la FRAVM.

Sobre este blog

El barrio es nuestro es un blog colectivo alimentado por la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM). El nombre alude al viejo grito de guerra del movimiento vecinal que sirve para reivindicar el protagonismo de la vecindad en los asuntos que la afectan, a menudo frente a aquellos que solo ven en el territorio un lugar de negocio y amenazan su expulsión.

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Publicado el
20 de febrero de 2025 - 20:40 h
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