No, no queremos acostumbrarnos

“Esto es lo que hay, vete acostumbrándote”. Es lo que le dijeron al padre de una niña de 13 años a la que los compañeros del equipo de fútbol rival le soltaron de todo en el vestuario. Y cuando digo de todo, es de todo: guarra, puta, chupapollas y toda la ristra de lindezas que los chavales de esa edad ya han aprendido que hay que decir a una mujer para ser guay en el grupo. “Vete acostumbrándote”. Yo no sé qué cara pondría si alguien del staff del equipo, el delegado, el entrenador, el responsable, el que lleva el agua, me da igual, se queda tan ancho y te suelta esa perla. Le vinieron a decir que no se alterara porque esto lo iba a escuchar todos los días en un campo de fútbol. Les faltó añadir: “Y más vale que lo asumas cuanto antes porque si no, pues te llevarás estos disgustos”. Y ¿la niña? La niña que se haga fuerte y que apechugue. Juega en un equipo mixto, con chicos y chicas y es la portera. Los compañeros de su equipo fueron los que contaron a sus padres lo que había pasado en el vestuario. Y fueron esos padres los que, con un poco más de sensatez, pusieron el grito en el cielo.

Esto pasa. En los campos de fútbol de chavales que no han llegado ni a los 15 años. Insultos machistas y vejaciones a una niña por el simple hecho de ser niña y de jugar al fútbol. Chavales que en nada entrarán en la edad adulta, que son ya adolescentes, que comparten todos los días espacios, aulas, pupitres y en algún momento también incluso juegos con chicas en los patios de sus colegios, pero a las que no ven como iguales. O al menos no cuando están en un campo de fútbol.

Esto pasa. Insultos machistas y vejaciones a una niña por el simple hecho de ser niña y de jugar al fútbol

Pero lo peor no es eso. Lo peor es la reacción de los mayores, de los responsables de ese equipo de fútbol que en vez de entrar en ese vestuario y poner al personal firme, cantarles las cuarenta, hacerles ver lo cavernícola que resulta que hablen así a una compañera, no, se cruzan de brazos y dicen que esto es lo que hay, le piden al padre de la chica que se vaya acostumbrando. Al padre la respuesta, evidentemente, no le sirvió. Lo denunció y ahora esos mismos que le pedían que se fuera acostumbrando han tenido que dimitir. Porque no, porque no nos podemos acostumbrar a eso, porque si lo hacemos, esos chicos que ahora con 13 años hablan así a una chica, en nada decidirán que también pueden seguir acosándola, humillándola o cualquier otra cosa peor. Porque en el fútbol también hay que educar. También hay que transmitir valores. Lo hacen muchos entrenadores de infantil, me consta, pero falta mucho todavía para que esos partidos de fútbol entre críos dejen de ser una caverna de insultos, de padres exaltados, de madres agresivas, de árbitros que tienen que salir escoltados porque hay aficionados que se creen que aquello es el Coliseo romano, donde hay que ver patear a las fieras.

Hace unos días, la propia portavoz de la Policía Nacional tuvo que denunciar los mensajes y comentarios machistas que había recibido tras colgar un vídeo en TikTok dando consejos a la gente para que no le estafaran con los alquileres. Un consejo ciudadano dado por una mujer, muy guapa, con uniforme de policía, que se convirtió en el foro perfecto para que le dijeran de todo, sobre su cuerpo, su aspecto, su voz…

El consejo siempre es denunciar. Que quienes hagan o digan ese tipo de comentarios sepan y aprendan (esto sería ya mucho pedir) que así no. Que humillan con esos comentarios, que denigran. Que acosar de esa forma a una chica de sólo 13 años es un delito, una niña que seguramente se pensará muy mucho la próxima vez si entra en el vestuario con todos sus compañeros o si se queda fuera. Que tendrá ya siempre activados todos los mecanismos de alerta por si detecta que tiene cerca a un personaje de este tipo. Y que dejará de ir contenta y feliz a cada partido que le toque jugar porque temerá que enfrente se encuentre más de lo mismo. Y todo porque alguien con dos dedos de frente no decidió en el momento oportuno frenar todo eso. Parar los pies a unos chavales que todavía están en edad de educar y de aprender que así no.

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