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Buzón de Voz

De la corona, el virus y la democracia

Decretado el estado de alarma, confinada la población en sus casas (quienes podemos), asumido que cada día nos amanece la muerte multiplicada, este martes tenía el Gobierno una cita ineludible con su responsabilidad: evitar una catástrofe colectiva mayor que la propia enfermedad descontrolada. Habrá que ir estudiando con lupa la letra pequeña y sus cifras y rostros humanos correspondientes, pero lo cierto es que se responde a una crisis inédita con un despliegue desconocido de recursos públicos y (esperemos) privados. “Todo lo que haga falta, cuándo, cómo y donde haga falta”. Es el compromiso reiterado (hasta el exceso incluso) por el presidente Sánchez, y queremos creer que no es un simple latiguillo de comunicación política sino el reconocimiento solemne de una obligación cívica: saldremos de esta con los recursos compartidos solidariamente por todas y todos… o entraremos en una agonía colectiva que sólo puede alentar miseria, más desigualdades, autoritarismos, populismos demagógicos y violencias.

Hemos procurado en todo momento dejar a los especialistas de la salud los criterios para afrontar una pandemia desconocida, lo cual no es óbice para exigir a las autoridades políticas del Estado (Gobierno central, comunidades autónomas y ayuntamientos) su responsabilidad irrenunciable en las decisiones concretas que había y que hay que tomar. Habrá oportunidad de exponer un balance exhaustivo y crítico de cada paso que se ha dado (este mismo miércoles Sánchez se ha sometido a control parlamentario). Ahora toca arrimar el hombro a una causa solidariamente egoísta: o nos salvamos entre todas y todos o “aquí no se salva ni Dios” (como advertía Blas de Otero en circunstancias tan diferentes, tan similares según se mire).

Uno tan sólo se atreve a señalar algunos breves apuntes para la reflexión y el debate:

1.- No podemos ni debemos bajar la guardia en la prioridad de apoyar, animar, proteger y hasta exaltar la labor del colectivo de profesionales de la sanidad. Cada día a las ocho en punto de la tarde los aplaudiremos (a los de la pública y a los de la privada, que en muchos casos son los mismos). Cada minuto de todos los días respaldaremos su sacrificio y esfuerzo. Una oración laica: cuando esto acabe, exijamos firmemente que nunca más nadie ose debilitar el sistema sanitario público con recortes o privatizaciones, ni dedicar recursos comunes a fomentar negocios particulares. Se llama memoria. No lo olvidemos cuando volvamos a escuchar los cantos de sirena neoliberales. O esta megacrisis supone el renacimiento de un Estado de bienestar sostenible o nuestra democracia compleja terminará en naufragio.

2.- Esto acaba de empezar aunque se nos haga eterno, y la clave para evitar un desastre de proporciones bélicas radica en que todas y todos asumamos y ejerzamos nuestra responsabilidad individual y colectiva. Quédate en casa si tu presencia en cualquier otro lugar no es estrictamente necesaria en beneficio de la comunidad. Si tienes que salir, cumple a rajatabla las recomendaciones higiénicas y de distancia social. Cuida muy especialmente de los mayores y de las personas más vulnerables. Mi salud depende de la tuya y viceversa. Ríete todo lo que puedas, haz reír a los demás, pero no te tomes a broma la obligación de cuidarnos mutuamente. Nos va la vida. Nada menos.

3.- ¿Ayuda en nuestro encierro marcarnos horizontes temporales? Ahí va uno doble que pretende ser realista después de consultar fuentes fiables. Por un lado, cada día es el primero y el último en la batalla contra la propagación del virus, así que en lo que se refiere a la salud pública y al objetivo de “achatar la curva de contagios” pensemos simplemente en que cada día que pasa es igual de importante que el anterior. Por otro, necesitamos llegar al verano habiendo ganado la partida a la pandemia. España tiene una estructura económica tan estacional, tan dependiente del exterior y del turismo que resulta crucial haber despejado las incertidumbres antes de junio para que el sistema no quede gripado el año entero.

4.- Movilizar 200.000 millones de euros para combatir los efectos de esta crisis es la reacción más potente en proporción con el PIB de cada país que se ha producido en Europa contra una pandemia a la que ningún miembro de la UE escapa. Se le podrá reprochar al Gobierno (cuando toque) no haberse dado más prisa en algunos pasos concretos en momentos precisos (ya hemos escrito aquí sobre la enorme sabiduría de quienes siempre están seguros de acertar), pero no se puede negar al Ejecutivo de coalición progresista valentía y ambición a la hora de desplegar todas las armas del Estado para evitar el colapso y proteger a los sectores más urgentemente necesitados (ver aquí). ¿Es suficiente esa megainyección de recursos públicos? Depende precisamente de la duración de esta parada cardiaca que afecta al corazón del sistema económico. Si se dilata la fecha en que veamos aplanarse la maldita curva, entonces ese “lo que haga falta” precisará nuevos auxilios (ver aquí el análisis de Carlos Sánchez en El Confidencial).

5.- Contra la realidad distópica de la pandemia nos hemos estrellado todos (salvo quizás alguno de esos influencers de la ciencia o de la comunicación que pronostican tantos y tan variados riesgos de apocalipsis que en algún punto aciertan y saltan a la fama). También el ecosistema político. Si Sánchez tardó demasiado (como sostienen legítimamente los líderes de las derechas) en paralizar España, también a Casado le ha costado mucho asumir que toca apoyar al Gobierno en esta tarea hercúlea, pero este miércoles ha demostrado cordura y sensatez (ver aquí) y ha elegido seguir la senda ya abierta (hay que decirlo en su favor) por Arrimadas, por Martínez Almeida en Madrid, por Feijóo desde Galicia…para abandonar una gesticulación crítica irresponsable en tiempos de absoluta emergencia social. Sánchez ha acusado a Casado de practicar en sus críticas un "sesgo retroactivo" (Esperanza Aguirre se defendía también así de las críticas por la Gürtel, pero sin tecnicismos: "a cojón visto, macho seguro"). Pero lo cierto es que el líder del PP ha dado este miércoles su apoyo explícito a las medidas decididas por PSOE y Unidas Podemos y el resto de fuerzas que sostienen la gobernabilidad. Gran parte de las cuales venían arropadas además por organizaciones empresariales y sindicales. La ciudadanía encerrada responsablemente en sus casas y afrontando con angustia y ansiedad la situación no aguantará fácilmente que ninguna sigla se dedique a hacer demagogia fácil y a intentar sacar provecho de tan negra coyuntura. Si Casado volviera a la costumbre de aparecer en televisión al minuto siguiente de terminar Sánchez de comunicar decisiones duras y complejas podría acabar trabajando de nuevo en Faes (si Aznar vuelve de Marbella).

6.- Tendremos que ir analizando con más perspectiva los probables y profundísimos cambios que esta crisis del coronavirus va a provocar a todos los niveles: social, económico, laboral, tecnológico, político, financiero y hasta de costumbres y mentalidades. Como avanzaba aquí nuestra compañera Cristina Monge, esta pandemia supone “una enmienda a la totalidad al tecnooptimismo” que nos invadía, al globalismo supuestamente inevitable, al consumismo presuntamente inagotable y a un individualismo egoísta y suicida. No sólo pone en valor el interesadamente demonizado “coste” de lo público, sino también el del conocimiento científico y el de la información fiable, el de la investigación sin fines de lucro y el del periodismo independiente y contrastado. Tanto daño hacen los bulos en las redes y los irresponsables en medios sensacionalistas como quienes presumen con desparpajo de la “conveniencia” de privatizar hasta el tuétano la sanidad o la educación. Llegó el Covid-19 y mandó parar.

7.- Cuando alguien ha visto esa “luz del otro lado” (que según los doctores tiene más relación con los efectos de los anestésicos que con asuntos de fe); o ha perdido ya a un ser querido sin poder desahogar la pena a través del abrazo en un velatorio; o tiene a su madre o hermana o pareja en la UCI; o sufre esa tos o esa fiebre que te meten el miedo en el cuerpo en forma de bicho coronado… todo lo demás se relativiza hasta el desprecio o sirve para multiplicar la indignación. Del Rey abajo, o todos cumplimos o alguien sobra en la cadena de utilidad común. Felipe VI tiene un problema muy serio, que no se soluciona con un mensaje a las nueve de la noche como si este miércoles 18 de marzo fuera otra Nochebuena. El discurso (ver aquíha sido impecable en lo que se refiere al coronavirus. El problema no está en lo que ha dicho, sino en lo que justo en este momento no podía o no quería decir. Llega tarde. Como jefe del Estado ante una megacrisis, y como heredero de la Corona que hace (al menos) un año supo que su padre acumulaba fondos opacos en paraísos fiscales (ver aquí). Comunicar la golfería anunciada en mitad de la pandemia una noche de domingo no va a tapar (aunque tantos medios lo intenten) la evidencia de que Juan Carlos I fue, primero y sobre todo, un jeta (lo que explica aquí José Miguel Contreras). ¿Por qué no se informó hace un año a la Fiscalía Anticorrupción? Muy emotivo Felipe VI esta noche de miércoles, pero tendrá que responder a esa y a unas cuantas preguntas más si aspira a mantener la corona tras los tiempos del virus (ver aquí).

Sinceramente, dudo que ahora mismo lo que dice o no dice el rey figure entre las primeras preocupaciones de los españoles. Nos basta con que la justicia actúe y se recupere hasta el último euro presuntamente blanqueado. Si le quedara algún resto de decencia, el propio Juan Carlos donaría a la sanidad pública esos cien millones que según la fiscalía suiza acumularía fuera. Nos importa infinitamente más que ninguna autoridad pública, desde el Jefe del Estado al último concejal, eluda su responsabilidad para tirar del carro común en el que vamos todos. Esta desgracia global es una prueba de fuego para la democracia y para el zarandeado prestigio de la buena política. Y el de esas instituciones internacionales que no se cansan de pronosticar las curvas del déficit, de la deuda pública, del crecimiento del PIB o del supuestamente “insostenible” coste de las pensiones, pero que permanecen aleladas ante la curva que está poniendo en riesgo nuestra salud, nuestro presente y nuestro futuro. Seguimos a la espera de que la Unión Europea (ver aquí una sensata exigencia), el Fondo Monetario Internacional o el BCE salgan del cómodo ensimismamiento de la burbuja de “los mercados” y garanticen también “todo lo que haga falta” para que el mundo se resetee sin dejar en la cuneta a los de siempre.

P.D. Esta misma noche, Christine Lagarde ha salido del letargo para anunciar un plan de 750.000 millones para calmar a la eurozona, con la promesa de que si hiciera falta más, no habrá problema de liquidez ni de endeudamiento con el fin de evitar el colapso. La decisión del BCE ha tenido efectos positivos inmediatos en la prima de riesgo de Italia y España. Ese es el camino.

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