Buzón de Voz

Siete apuntes sobre el postureo andaluz

Que habría un gobierno dos más uno del bloque conservador en Andalucía estaba descontado desde la misma noche del 2 de diciembre. Durante un mes largo hemos asistido a una gigantesca operación de propaganda y postureo de la que convendría extraer algunas enseñanzas, o deberían intentarlo al menos quienes perciban los riesgos de regresión democrática a los que España se enfrenta en los próximos meses.

1.- La investidura de Juan Manuel Moreno con los votos de Ciudadanos y Vox la próxima semana es absolutamente legítima, fruto del sistema de democracia parlamentaria constitucionalmente establecido: puede y debe gobernar quien más apoyos obtiene en el Parlamento, y tan respetables son unos votos como otros, por muy despreciables que nos puedan parecer las ideas que defiendan sus señorías. Eso sí: ni se le ocurra a Pablo Casado volver a dar la murga con la “coalición de perdedores”, ni tampoco a Albert Rivera insistir en que España está gobernada por “22 partidos separatistas”. Queda en evidencia la hipocresía del PP y Ciudadanos y su desprecio a las reglas democráticas cuando acusan a Pedro Sánchez de “okupar la Moncloa por la puerta de atrás” o de gobernar con “hipotecas de populistas” y otros grupos que quieren “cargarse la Constitución”. Ese discurso falsario e irresponsable ha quedado desmontado con la asociación de intereses mutuos montada en Andalucía con un grupo como Vox, que expresamente aspira a cepillarse no sólo el Estado autonómico sino valores constitucionales como la igualdad.

2.- Durante estas últimas semanas Vox ha logrado la mejor campaña propagandística que podía soñar, con el beneplácito del PP y la incomodidad impostada de Ciudadanos, que pretende ignorar la presencia del elefante en la habitación. Como si el resto del mundo no lo viera. Ha evitado Rivera la foto a tres que buscaba Abascal, pero resulta ofensivo para la inteligencia común empeñarse en actuar como si la presencia de Ciudadanos en el gobierno andaluz no dependiera directamente del permiso de Vox. Sumar sabemos. Y lo saben desde su socio y referente Emmanuel Macron hasta The New York Times: liberales españoles aupados al poder por la extrema derecha.

3.- Algunas fases de esa operación propagandística han resultado especialmente obscenas e ilustrativas. Que Vox es un partido machista, racista y homófobo ya se sabía. Lo que permanecía algo más oculto era la dosis de todo eso que se mantiene entre la dirigencia del PP. Escuchar a Casado seguir la estela de Abascal en la confusión entre violencia de género y violencia doméstica, distorsionando la realidad para situar como primer enemigo a un feminismo al que claramente temen las derechas como un movimiento transversal, emancipador e incontrolable, ha sido quizás el destape ideológico más significativo del vodevil andaluz.

4.- Si Ciudadanos ha practicado el postureo de lavarse las manos respecto a la influencia de Vox, el PP ha desplegado otro ejercicio de simulación especialmente llamativo: se trataba de adjudicar a Vox todo tipo de iniciativas retrógradas, aunque muchas de ellas lleven el sello de denominación de origen PP (como el propio Vox). La pretensión de cargarse la Ley de Memoria Histórica para sustituirla por una supuesta Ley de Concordia fue anunciada por Casado tres meses antes de las elecciones andaluzas, del mismo modo que el discurso antiinmigración ha sido una prioridad del PP tan evidente que Casado visita más a menudo la valla de Melilla que Cataluña. Han practicado un postureo común y principal, como si fueran trileros de la calle Sierpes. Mientras nos entretenían o asustaban con esos documentos de propuestas alucinógenas de Vox, había un acuerdo en lo que más les importa: los negocios, las mejoras fiscales para los más ricos, la protección de los privilegios de la Iglesia, etcétera. (Lean aquí mismo a Luis Arroyo).

5.- Por si quedaran dudas sobre el tacticismo de Casado, este mismo jueves lo ha proclamado con desparpajo: “El PP es el único partido que está en el centro y puede pactar a la derecha y a la izquierda”. Sin complejos. Es tan clamorosa la actual derechización de las derechas (patrocinada por Aznar) que, en lugar de aquel interminable “viaje al centro” de los noventa, Casado pretende ahora que sea el centro político el que se mueva hacia donde está el PP. En ese imaginario resulta que Abascal es la derecha, Rivera la izquierda y a partir de ahí todo es izquierda “hipotecada” por los separatismos o extrema izquierda. Esto parecería increíble si fuera el guion de una teleserie, pero es la cruda realidad en estos tiempos ya ni siquiera líquidos (como diría Baumann) sino más bien gaseosos.

6.- Esa especie de desplazamiento tectónico del centro político no es una iluminación repentina de Casado, sino que forma parte de la estrategia del frente reaccionario que inesperadamente ha encontrado en Andalucía un laboratorio perfecto y una plataforma de lanzamiento expansivo ante el ciclo electoral que continuará en mayo y culminará en las elecciones generales. La dirección del PP se muestra exultante, porque confía en que su enorme descrédito y desgaste electoral siga encauzándose a través de Vox y no se produzca el sorpasso de Ciudadanos. Siempre que esta “coalición de perdedores” sume mayoría parlamentaria, Casado tendría garantizado el poder.

7.- No me cansaré de repetirlo: Vox no se frena a voces. Entre otras razones porque el auge de la extrema derecha no es la enfermedad sino el síntoma. La principal lección que conviene extraer de este enorme postureo político (dirigido además desde Madrid con claro desprecio para la autonomía andaluza) es que se trata de un ensayo general para ese bloque reaccionario interesado en establecer un marco de debate que imita los experimentos nacionalpopulistas que triunfan o ascienden también en otros países. El éxito de lo que Íñigo Errejón ha definido como “rearme moral e ideológico de las derechas” (pinche aquí) tiene relación directa con la incapacidad (hasta el momento) de las fuerzas progresistas para frenar esa ola reaccionaria con una propuesta que no sólo desmonte las falsedades predemocráticas que se van instalando sino que entre a fondo en el debate cultural, emocional y ético planteado. Lo cual incluye el coraje necesario para defender la idea de una España plural capaz de seducir a demócratas de Cataluña y de Andalucía, en lugar de ceder el marco del debate al eterno e inútil choque frontal entre el separatismo y la añoranza de la Reconquista.

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