Diario de campaña

Ciudadanos: como te digo una ‘co’ te digo la ‘o’

Nos desayunamos la cuarta jornada de campaña electoral con unas declaraciones rotundas de Albert Rivera: “estamos dispuestos a pactar con el PP, con el PSOE y hasta con Podemos”. Lo cual me recuerda aquel giro estilístico de Francisco Umbral cuya versión más castiza fue estribillo de un rap de Joaquín Sabina: “Como te digo una ‘co’ te digo la ‘o’”. Es lo que tiene nacer con más vocación de bisagra que de puerta o ventana; con más cargamento tacticista que solidez en los principios o las ideas. El discurso de Ciudadanos puede terminar componiendo el rap de la ambigüedad.

Los partidos bisagra que arman o sujetan coaliciones de gobierno son tradición en países perfectamente estables, como Alemania, Austria, Holanda, Suecia, Dinamarca, Noruega…, pero por aquí los proyectos de bisagra han terminado en portazos. Sólo hay que recordar la Operación Roca o el CDS de Adolfo Suárez. Quizás Rivera no tenga en la memoria esos precedentes, puesto que este lunes también ha proclamado que “la regeneración democrática pasa por gente nacida en democracia…” Cuando Suárez montó el Centro Democrático y Social, Albert Rivera no había cumplido tres añitos. La única experiencia directa de Rivera con otra bisagra es la de comecocos que está practicando con UPyD, a quien Ciudadanos se merienda a mayor velocidad que los muñecos del videojuego.

El mayor problema de Ciudadanos puede estar en ese rasgo tan característico de las formaciones bisagra: “no somos de derechas ni de izquierdas”. Lo señalaba con su habitual rigor Carlos Sánchez el domingo en El Confidencial, donde comparaba al partido de Rivera con los kadetes rusos, que parecían destinados a superar la Rusia zarista con una mayoría moderada y fueron fagocitados por la derecha y por la izquierda.

tacticismo y estrategia

Cuando Rivera se declara dispuesto a pactar en algunas autonomías y ciudades con el PP, en otras con el PSOE y en otras “incluso con Podemos”, siempre que se respeten unos “compromisos mínimos”, lo que está diciendo es que pone por delante la táctica a la estrategia, la posibilidad de ocupar o condicionar el poder a la ambición de cambiar a fondo este país. Por si alguien dudara, lo argumenta el propio Rivera: “La gente no sólo vota programas, sino también actitudes y ahí estamos nosotros”.  

Es posible que el hartazgo con algunas marcas políticas haya alcanzado tal nivel que muchos electores voten simplemente bajo el impulso de un cambio de caras y de “actitudes”. Si Rivera busca ese perfil de votante, deberá asumir también que su propia carrera política puede sufrir la fugacidad de otras “bisagras”. Presentarse en una región como una formación conservadora y en otra progresista puede ser tan entretenido como pasajero. 

Porque no da lo mismo una cosa que la otra. Ser de derechas o de izquierdas es una opción ideológica y moral de la que derivan otras también fundamentales: desde la defensa de un sector público (eficiente, pero indispensable) o el adelgazamiento del Estado hasta el esqueleto; desde dar prioridad a la lucha contra la desigualdad o preferir que siga creciendo la brecha entre la minoría más rica y unas clases medias cada vez más pobres. No es lo mismo subir el IVA de los alimentos o las medicinas que crear un impuesto sobre la riqueza. ¿Acaso Rivera va a pactar en una autonomía la creación de un banco público y en otra la privatización de hospitales? Decir que se es de centro en asuntos capitales equivale a una especie de 'dontancredismo' simplemente cómododontancredismo' o incluso cínico.

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asuntos de Estado y líneas rojas 

Proclama Albert Rivera que no cree en los gobiernos de coalición: “no dan estabilidad”. Reivindica volver a la filosofía de los Pactos de la Moncloa (firmados por todas las fuerzas políticas de la Transición dos años antes de que él naciera). Y es muy respetable esa posición. Por supuesto que hay cuestiones que merecerían eso que viene a llamarse (y manipularse con frecuencia) pactos de Estado. Con más motivo entonces habría que saber qué materias considera Ciudadanos (y también los demás) sujetas a una negociación abierta y cuáles son las “líneas rojas” que defenderá cada cual. No es lo mismo plantear un Pacto por la Educación que una reforma laboral que siga por la senda de eliminar derechos de los trabajadores; no es lo mismo blindar en la Constitución los derechos sociales que la prioridad del pago de la deuda; no es lo mismo defender un modelo de Estado federal que centralista…

Un “cambio sensato” (expresión que le encanta a Rivera) para regenerar la democracia consistiría en tenerle el máximo respeto al votante. Que se desmostraría dejando claro antes de abrir las urnas qué ideas y propuestas se defienden y a cuáles está uno dispuesto a renunciar en beneficio del poder o de “la gobernabilidad”. Especialmente si se adoptan distintos criterios según el lugar y las circunstancias.

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