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Desde la casa roja

Los rehenes de Trump y el viaje oficial

No sé si han escuchado un audio en el que se oye llorar desesperadamente a diez niños centroamericanos que han sido separados de sus padres en la aduana norteamericana. Mami, se les oye sollozar. Papá. La grabación, difundida por Propublica, dura cerca de ocho minutos. Yo no pude llegar al final. Son niños a los que la brutal política migratoria de Donald Trump pretende dejar huérfanos. Más de 2.300 menores han sido separados de sus padres en la frontera desde abril, cerca de 100 no pasaban de los cuatro años. Según el Gobierno de Estados Unidos, los padres de estos niños son delincuentes por el hecho de ser migrantes y conviene lanzar un mensaje hacia el sur de su frontera: si entras en nuestro país, serás separado de tus hijos. No creo que pueda haber una amenaza más inhumana que la que advierte a un padre del futuro dolor de sus niños. En la grabación también se escucha a un agente fronterizo decir en español: aquí tenemos una orquesta, en referencia a los varios llantos, solo falta el director.

John Moore, fotógrafo de Getty Images, publicó en su cuenta de Instagram una fotografía tomada cerca de la frontera entre México y Estados Unidos. La carga emocional de la imagen la convirtió en viral. Una madre y su niña de dos años acababan de cruzar el Río Bravo y son detenidas por agentes federales. En ella se puede ver cómo el policía cachea a la madre y la niña, de pie en el suelo, en mitad de la noche, llora y mira por encima de ella la escena aterrorizada. Están a punto de ser separadas.

 

No estamos ante una distopía televisiva, esto no es una ficción, esta es la era de la tolerancia cero. Así de crudo.

El mundo entero ha visto las imágenes de los centros de detención publicadas después de que el pasado domingo la guardia fronteriza permitiera entrar a varios reporteros en uno de estos lugares. Dentro de un almacén Walmart abandonado, al sur de Texas, cerca de 200 menores permanecen enjaulados solos. ¿Pueden imaginarlo? Pienso en mi hijo y pienso en mí misma con esa edad. Cercados por vallas de metal, sobre suelos de cemento, tapados con mantas de aluminio. Estas “perreras”, como las llaman los migrantes, son la consecuencia de una ley que Trump aplica con mano de hierro tratando de presionar a los demócratas para que apoyen la construcción del delirante muro en la frontera mexicana, convirtiendo a los niños en rehenes de sus políticas.

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La ley que Trump interpreta procesa a quienes cruzan la frontera ilegalmente por la vía criminal, decisión de su propia Administración, lo que conlleva que los menores sean obligatoriamente separados de sus padres. Pero a Trump poco le importan las recomendaciones de organizaciones de vigilancia de los derechos humanos de no dividir los núcleos familiares. Poco pesa el trauma irreparable para los críos o que las familias huyan del hambre, de la violencia o de la muerte o que sus propios países no puedan ya garantizarles ninguna seguridad.

No quiero saber a qué razones atiende Trump ni qué subyace también en algunos políticos y medios españoles como hemos visto y escuchado los últimos días cuando deciden cerrar las puertas a quien se encuentra en peligro. Cuando Trump grita que Estados Unidos no será un campo de refugiados como Europa. Los movimientos humanos son la fotografía crítica de nuestro tiempo. Por cómo tratamos a quienes llegan a nuestras fronteras, nos retrataremos como país. Aquí también tenemos nuestro examen que hacer: hace años que asociaciones por los derechos de los inmigrantes denuncian la situación de los CIES españoles, nuestras particulares cárceles de bienvenida.

Y mientras el mundo entero accede al llanto de esos niños en Texas, los Reyes siguen de viaje diplomático por Estados Unidos junto con el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell. Además de las visitas oficiales, ¿preguntarán a Trump en su visita a la Casa Blanca por esta medida que atenta contra la niñez y que afecta, sobre todo, a población hispana? Solo tal vez, desconozco los cauces de la diplomacia, ejerciendo Felipe VI de jefe de Estado de nuestro país, ¿instará al presidente del Gobierno que visita a deshacer cuanto antes el drama de miles de familias y de sus niños? Si no, a mí me daría pudor salir en ciertas fotografías. Pero retratos más imposibles hemos visto.

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