Sánchez lo hace de nuevo

Es admirable la tenacidad con la que el presidente mantiene para España una agenda progresista y un Gobierno estable para aplicarla con éxito. A pesar de la debilidad parlamentaria de los socialistas, que les obliga a negociar con unos y otros cada semana, Pedro Sánchez ya ha gobernado más días que Rajoy, cuenta con ministros con longevidad récord y ha logrado éxitos indiscutibles para la izquierda y para el país: pacificar el independentismo catalán, mantener una economía pujante dotándola de una base cada vez más productiva y tecnológica, aumentar el empleo y su estabilidad, subir el salario mínimo y las pensiones, mantener una paz social esencial, afrontar con dignidad crisis nacionales graves como el covid o la dana o el volcán canario, situar al país del lado del feminismo, del europeísmo y del multilateralismo…. Incluso sacar a Franco de su vergonzoso mausoleo y recordar sus crímenes en el 50 aniversario de su muerte.

Por supuesto persisten problemas graves, como el que genera el precio de la vivienda, una economía doméstica muy precaria para demasiados ciudadanos, especialmente para los jóvenes, o la persistente desigualdad social. Pero el país que tenemos en nada se parece al que pretenden retratar las derechas. No, España no es un país roto por los nacionalismos ni amenazado por ETA, ni una dictadura bolivariana, ni una nación sin rumbo, ni un nido de corruptos o puteros en sus despachos oficiales. Porfiando en esa narrativa, el PP y Vox podrán, con pernicioso tacticismo electoral, alienar a unos cuantos cientos de miles de votantes, pero basta salir a la calle para comprobar que España ni se rompe ni es una república bananera.

Los encuentros del presidente, este jueves, con los líderes de los partidos políticos (excepto Vox) han sido una inteligente puesta en escena del relato de Sánchez y los socialistas. Tras casi 500 días sin verle excepto en las ingratas sesiones de control, Feijóo no pudo hacer otra cosa que atender la llamada del presidente a Moncloa, para constatar que, diga lo que diga y objete lo que objete el líder popular, está de acuerdo en que España tiene que gastar más en defensa y en seguridad, porque lo exige Europa ante la amenaza real de ruptura de la Alianza Atlántica. 

El país que tenemos en nada se parece al que pretenden retratar las derechas. No, España no es un país roto por los nacionalismos ni amenazado por ETA, ni una dictadura bolivariana, ni un nido de corruptos o puteros en sus despachos oficiales

Y así, las excusas de Feijóo sobre el procedimiento –el lugar de la reunión, la necesidad de aprobación parlamentaria del incremento presupuestario, la corta duración de la reunión, la ausencia de planes concretos…– deslucen ante los hechos evidentes: el presidente llama, el líder de la oposición asiste, está de acuerdo en lo esencial e incluso sonríe tímidamente ante las cámaras. Dicen que media hora de encuentro es una ofensa ante el gigantesco desafío geoestratégico de Trump y Putin. A mí treinta minutos me parecen una eternidad para lo poco que realmente tienen que decirse Feijóo y Sánchez.

Algo parecido sucede con el resto de los grupos políticos. Todos ellos cumplieron escrupulosamente con el guion previsto. Una oposición frontal, en defensa de un pacifismo anclado en el Mayo del 68 por parte de Podemos, de ERC, de Bildu o, con la boca más chica, de Sumar. Y un desprecio por definición de quienes reniegan de la legitimidad de Sánchez, por considerarlo un extranjero –Junts– o un golpista –Vox–, que ni estaba invitado ni habría aceptado la invitación.

El resultado es que, al menos un día y en torno a un asunto crucial como es la seguridad nacional y el equilibrio internacional, Sánchez ha sido el anfitrión, el protagonista y el que obliga a fijar posición, sabiendo que cuenta con el beneplácito de la mayoría de sus compatriotas y de la confianza de los líderes europeos.

Es probable que el PP y Vox, aupados por una miríada de medios y pasquines, ayudados por unos cuantos jueces retrógrados e inviolables dispuestos a hacer lo que pueden y por buena parte del capitalismo franquista aún apoltronado, logren asentar la falaz calificación de Sánchez y el PSOE como un presidente y un partido “asediados por la corrupción”. Pero aún cabe confiar en el sentido común de una buena parte de la población: te podrán gustar los socialistas más o menos, Sánchez te caerá mejor o peor, pero la realidad es que, cuando el mundo que conocíamos se desvanece, España está en un buen momento y responde a las amenazas junto a sus socios europeos. Lo del jueves en Moncloa ha sido –Sánchez lo ha vuelto a hacer– una cuidada coreografía palaciega para alimentar esa idea. Y ahí sigue. Mientras se desvela, por ejemplo, lo que ya saben decenas de periodistas y los cuadros del PP al completo: dónde y con quién estaba Mazón mientras 219 ciudadanos y ciudadanas morían en los pueblos valencianos. 

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