La izquierda post-covid

Cuando parece que la sexta ola de la pandemia se ralentiza e intentamos desesperadamente ver —o volver a ver, esta vez de forma definitiva— luces al final del túnel, es bueno plantearse cómo llegará cada cual —cuando llegue— a ese momento.

Es evidente que la respuesta que han dado a la crisis la Unión Europea y los Estados Unidos decreta el fin del periodo neoliberal. En Europa se han hecho las cuentas de lo cara que salió la austeridad en forma tanto de una menor y más tardía recuperación económica a la crisis de 2008 como también en puntos de desafección democrática e incremento de la ultraderecha. Los conservadores europeos —en unos sitios más que en otros— marchan en su particular travesía por el desierto intentando buscar nuevos paradigmas económicos mientras le dan vueltas a un debate interno fundamental: someter a la ultraderecha a un estricto cordón sanitario, o aliarse con ella.

Para la izquierda es también un momento de transición. Sí, otro. La socialdemocracia, que ha vuelto a los gobiernos de no pocos países vecinos, no se atreve a echar las campanas al vuelo ante lo que son victorias poco contundentes y siempre en compañía de terceras fuerzas políticas. Otros sectores de la izquierda, constatado el fin del ciclo de la indignación, caminan entre la reivindicación de la socialdemocracia de los 80 y la vuelta a una identidad más crítica, haciendo del ascenso de la ultraderecha una razón de ser y abriéndose por las costuras a la hora de plantear su relación con los partidos socialdemócratas “oficiales”.

La socialdemocracia, que ha vuelto a los gobiernos de no pocos países vecinos, no se atreve a echar las campanas al vuelo ante lo que son victorias poco contundentes y siempre en compañía de terceras fuerzas políticas

Quienes se autodenominan progresistas andan recomponiéndose, necesitados de una visión del bienestar articulada con perspectiva global pero sin olvidar lo local; impulsora de la transición ecológica pero conjugando lo verde con lo social; intentando entender la dimensión de la revolución tecnológica sin saber aún cómo pueden gobernarla; pensando cómo articular una propuesta de cuidado y protección ante una ciudadanía cada vez con más miedo; en definitiva, navegando la incertidumbre y buscando la manera de aportar seguridad. Todos ellos comparten en España la experiencia obtenida de la gestión de la pandemia. ¿Ha servido ésta para fortalecer el ideario de la izquierda?

Para Gaspar Llamares, Gema González y Miguel Souto, “hasta ahora ha sido una oportunidad perdida para la izquierda en la tarea de hacer una crítica al actual modelo insostenible de producción, relaciones sociales y consumo, y para marcar nuestras propias líneas de futuro”, según afirman en Pandemónium. Diario de pandemia y populismo (La Factoría Ediciones). No es que los autores olviden la salida social a la crisis económica que ha dado en España el Gobierno de coalición, sino que subrayan algo que empieza a destacarse desde muchos ámbitos: la ausencia de una respuesta capaz de defender el valor y el papel de la política por encima del de los expertos, dejando al margen tácticas de comunicación sobreactuadas (No insistiré en esta idea porque ya lo hice aquí). Anuncian: “Un poder ejercido de forma populista, que se alimenta de la confrontación polarizada, no podrá ir más allá del día a día mediático ni incidirá en la estructura de las cosas ni, por supuesto, será capaz de transformar la injusticia social”.

Como quiera que los tiempos son veloces y –con permiso de la sexta ola– parece que no está lejos el momento de volver a ciertas normalidades, es especialmente importante ahora abrir los debates de fondo. Para los autores de Pandemónium, estos tienen que ver con el modelo neoliberal de explotación del territorio y la necesidad de cambiar nuestra relación con la naturaleza; el modelo de globalización económica sin criterios sociales ni ambientales; la marginación de la salud pública y su gobernanza nacional e internacional; el colapso del sistema sanitario y de servicios sociales o la necesidad de avanzar hacia una mayor federalización del Estado (aunque de facto la pandemia haya podido tener este efecto). Pero, añaden: “Quizá lo más llamativo es que la izquierda no haya sido capaz siquiera de abrir el debate de acceso universal a las vacunas, y con ello del papel fundamental de lo público en la investigación de medicamentos y la rentabilidad de las compañías multinacionales farmacéuticas, en un nuevo ejemplo paradigmático de socialización de pérdidas mientras se privatizan los beneficios”.

Cuando la sexta ola ha puesto de manifiesto de forma rotunda y dolorosa eso tan cierto de que “nadie estará a salvo hasta que todos lo estemos”, es imprescindible abrir este debate, de cuyo resultado puede depender en buena medida la “izquierda post—covid”. El asunto va mucho más allá de las patentes de las vacunas. En él se concentra el modelo de globalización, el papel de lo público y su relación con lo privado, la idea de cooperación, la concepción de la salud pública y de los diferentes sistemas sanitarios y sociales, y por supuesto una nueva concepción de nuestra relación con el planeta.

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