Una pregunta de fondo para Castilla y León: ¿vuelta a los partidos refugio o voto de castigo?

El próximo domingo más de dos millones de castellanoleoneses están llamados a las urnas. Hace tres años, en mayo de 2019, acudieron a votar en las autonómicas el 65,8%, cinco puntos menos que quienes depositaron su papeleta para elegir ayuntamientos. Esta es la primera gran incógnita de la jornada. ¿Se asemejará la participación a ocasiones anteriores o el hecho de que no coincida con municipales ni con otras elecciones restará interés al electorado? Como recuerda el sociólogo zamorano David Redoli, el hecho de celebrar las elecciones en invierno puede suponer un problema para los mayores tanto por la inclemencias meteorológicas como porque una buena parte de los mayores del mundo rural reside desde noviembre hasta primavera en la ciudad o en su cabecera de comarca, y tendrían que desplazarse a sus municipios para ir a votar.

Las de Castilla y León, como todas las elecciones, nos dejarán algunas respuestas muy útiles para interpretar el momento actual. Aunque hay muchas y muy interesantes, las principales, desde mi punto de vista, son tres: si se mantiene la tendencia a revalidar gobiernos, la fuerza de la ultraderecha y su relación con el Partido Popular, y el resultado de la España Vacía.

Estas son las quintas elecciones autonómicas desde que estalló la pandemia. Lo que las cuatro anteriores tienen en común son dos cosas: en primer lugar que, aún con resultados electorales distintos, han terminado gobernando quienes ya lo hacían y, en segundo, que se detecta una cierta vuelta a los partidos refugio, es decir a aquellas formaciones “de toda la vida” con quien cada cual se siente identificado. ¿Se mantendrá esta tendencia en Castilla y León? La gran mayoría de las encuestas plantean a día de hoy que el futuro gobierno de la comunidad, aunque seguiría siendo conservador, tendría que incluir a Vox y apenas tendría posibilidad de contar con Ciudadanos. Si esto se confirma, no sería, por tanto, exactamente el mismo gobierno.

La segunda gran incógnita es precisamente esta: cuántos votos consigue Vox y qué supone esto en el resultado de los populares. Las transferencias de voto conocidas hasta la fecha indican que esos sufragios deslizados hacia el conservadurismo extremo pueden ser bastantes. Así las cosas, y teniendo en cuenta que la ultraderecha, por primera vez, está planteando que ya no se conforma con condicionar los gobiernos desde fuera, ¿significa esto que veremos ya un ejecutivo de coalición PP-Vox? La estrategia electoral de los conservadores, haciendo del debate sobre la ganadería el marco de la campaña, ha sido muy arriesgada. Si a esto se une el turbio asunto de la votación de la reforma laboral, más todavía.

La estrategia electoral de los conservadores, haciendo del debate sobre la ganadería el marco de la campaña, ha sido muy arriesgada. Si a esto se une el turbio asunto de la votación de la reforma laboral, más todavía

La tercera gran incógnita tiene que ver con el fenómeno de la España Vacía. Tras el éxito de Teruel Existe en las elecciones generales de 2019, las plataformas sociales han decidido dar el paso y concurrir en los siguientes comicios. Con características y trayectorias muy diferentes entre sí, han construido un marco en el que, de entrada, el tema que les une -abandono y marginación territorial, menosprecio institucional, despoblación y pérdida de influencia política- ha tomado cuerpo y ocupado el primer plano. Como bien señala Fernando Varela en este artículo, la España Vacía ya ha ganado consiguiendo que todos los partidos y buena parte del debate público gire sobre este tema. Hasta dónde llegará su representación institucional es uno de los grandes asuntos de la noche.

En el fondo del resultado electoral, un asunto clave: ¿vuelta a los “partidos refugio” de cada cual o votos de castigo en toda la línea ideológica?

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