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Muros sin Fronteras

Guerras en las que solo mueren civiles

El asesinato cerca de Hebrón de los adolescentes judíos Eyal Yifrach, de 19 años, Gil-Ad Shaer y Naftalí Frenkel, de 16, es una tragedia, un sinsentido más en una larga historia de violencia, injusticias y manipulación. No existe causa política ni ideología que pueda justificar el secuestro y muerte a sangre fría de civiles, sean hijos de colonos o hermanos de una organización palestina armada. Las guerras deberían ser entre soldados, o mejor aún, un duelo al sol entre los que las dirigen, los que se benefician de ellas. En las guerras modernas se matan más civiles que militares. Gana quien más terror produce en la población del contrario. Quien vence tiene, además, el derecho de escribir la Historia.

No hay excusa posible en el asesinato de los tres jóvenes israelíes, ni que la colonia judía de Hebrón, una de las más radicales dentro del movimiento colono, sea una anomalía territorial e ideológica en una tierra palestina, ni que por ese puñado de colonos (800) que viven sobre la tumba de los Patriarcas, toda la población (175.000) de la ciudad sufra una ocupación salvaje y padezca el apartheid.

No hay excusas para la muerte de civiles. La ciudad se dividió en dos hace 15 años, una parte bajo control palestino y otra bajo control israelí para evitar conflictos. Los 800 colonos viven protegidos por 2.000 policías y soldados israelíes. Hebrón es un agujero negro de los derechos humanos y la justicia. No hubo reivindicación del secuestro de los tres jóvenes.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, señaló desde el primer instante a Hamás, un grupo palestino que mantiene la lucha armada contra la ocupación israelí. Hamás es considerado una organización terrorista por Israel y EEUU, lo mismo que el libanés Hezbolá.

Hamás ganó las elecciones palestinas en 2004, un resultado que Occidente no reconoció. Tras años de dos gobiernos paralelos, los considerados palestinos buenos, es decir los de Abu Abbás (Autoridad Palestina, Al Fatah) pactaron un Gobierno de unidad con los palestinos malos (Hamás). Israel condenó el pacto y Netanyahu ordenó la construcción de más viviendas en territorio palestino ocupado. La desproporción de medios militares y propagandísticos es tal que ya ni siquiera se llaman ocupados, basta con decir "los territorios".

El Ejército israelí bombardea Gaza en represalia por el asesinato de los tres jóvenes

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Netanyahu no ha esperado a finalizar el duelo por la muerte de los tres jóvenes. Ha lanzado su aviación sobre Gaza, que aunque está lejos de Hebrón es la plaza fuerte de Hamás. Otros civiles pagarán el precio del odio y se generará más odio, más muerte. Netanyahu hace lo que le pide la sociedad judía: ojo por ojo, diente por diente. Es un círculo de venganza bíblico, o de la Torah para ser precisos, que nadie sabe, puede o quiere romper.

Tampoco debe haber justificaciones para las represalias, sean redadas masivas más destinadas a propagar el miedo y llenar titulares en los que se presume de mano dura, que a resolver problemas. Hace unas semanas murieron dos jóvenes palestinos a tiros de soldados israelíes de la prisión de Ofer, cerca de Ramala. No hubo investigación ni escándalo. Solo eran daños colaterales. Habrá quienes entre los palestinos se alegren de la muerte de los tres adolescentes, que los rebajen a un eufemismo.

Para matar es necesario deshumanizar al contrario. En el proceso se deshumanizan los dos, el verdugo y la víctima. Dos links sobre este asunto, uno propalestino y otro israelí. Una sociedad sana no pone apellidos a los muertos; cada muerte innecesaria es una desgracia colectiva que afecta a los dos comunidades. El problema de Israel-Palestina es que esa visión tolerante es minoritaria. La culpa la tienen sus dirigentes, que se lucran del odio y el miedo.

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