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Obama: jaque mate a los republicanos

Obama: jaque mate a los republicanos

La decisión de Barack Obama de compartir la responsabilidad de un ataque contra Siria con un Congreso hostil es brillante. No solo les fuerza a asumir la corresponsabilidad del resultado de la intervención, sino que obliga a la derecha republicana más recalcitrante a elegir entre dos males: ¿está usted con el presidente de EEUU o con un dictador que gasea a su población civil? Un callejón sin salida para la extrema derecha.

Se trata de una idea perversa, un golpe estratégico inteligente. Tras cinco años de bloqueo legislativo, con un Congreso –sobre todo la Cámara de Representantes– que ha impedido la aplicación de gran parte de su programa electoral, Obama les pide su apoyo público en algo a lo que no se pueden negar: la seguridad de EEUU.

Ya sabemos que Siria no es Irak ni Afganistán

, como ha perogrullado Obama ante los líderes de ambas cámaras esta semana, ni tiene nada que ver con el 11-S ni con una amenaza concreta contra la seguridad del país. Pero es parte del mismo problema: la improvisación. Más que alta política internacional parece una mala obra de teatro cuyo fin es mostrar al mundo que se hace algo. Parecer que se hace algo es la base de la nueva política en EEUU, la UE y, por supuesto, en España.

La jugada de Obama es un Catch 22 para los republicanos. La extrema derecha estadounidense, que va más allá del Tea Party, ha llegado en estos cinco años a discutir la nacionalidad de Obama, tildándole de extranjero y farsante sin derecho a estar en la Casa Blanca. Una extrema derecha alentada desde el canal de televisión Fox News que califica al presidente de comunista, o peor: de musulmán disfrazado de cristiano.

Esa derecha le hizo la guerra en su (modestísima) propuesta de una sanidad universal, una iniciativa que ponía en riesgo un negocio multimillonario de las aseguradoras, uno de los lobbies más activos en Capitol Hill (sede del Congreso). El texto final aprobado, tras recortes y renuncias, quedó en un nada que les sigue pareciendo un exceso. Cuarenta y ocho millones de personas no tenían en 2011 derecho a cobertura sanitaria, un 15,7% de la población

Es verdad que el Obama de 2008, el de Yes we can, aquel que ilusionó a millones de estadounidenses y no estadounidenses, no es el mismo político que ostenta el récord mundial en el uso de aviones no tripulados (drones) en bombardeos contra presuntos milicianos de Al Qaeda en Pakistán, Afganistán, Yemen y Somalia. El que promueve estas ejecuciones extrajudiciales fue galardonado con el premio Nobel de la Paz de 2009. Fue un premio preventivo que debería devolver.

Pese a ese Obama disminuido por un Congreso hostil y sus incumplimientos sonados en la defensa de los valores que le llevaron a la presidencia, no tiene nada que ver con la Administración anterior, la de los neocon: Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz, Perle.

Acudir al Congreso para que refrende una medida de guerra es una muestra de salud democrática, un acierto, no una debilidad o una falta de carácter, aunque las razones sean retorcidas o de estrategia. Obama busca el compromiso; busca la foto de portada con sus enemigos, implicarles en una acción militar que comienza con unos cuantos misiles Tomahawk y no se sabe cómo terminará. Hasta el secretario de Estado, John Kerry, ha dejado abierta la posibilidad de una futura presencia de tropas en el terreno.

Siria es un laberinto. Nadie gana, solo pierden los mismos, los de siempre, la población civil: los dos millones de refugiados (la mitad menores de edad, según ACNUR y los más de 100.000 muertos. El drama de Obama y de la extrema derecha de EEUU es que el dictador Bashar el Asad es quien mejor defiende, a día de hoy, sus intereses. Entre la insurgencia dominan los grupos pro Al Qaeda, un batiburrillo del que no sabemos mucho. Tampoco se sabe si el ataque quirúrgico reducirá la capacidad del régimen de matar civiles.

The Economist abre un debateThe Economist : ¿se debe atacar? 

Algunos de ellos temen que en el bombardeo que viene les toque alguna ración de bombas para mejorar la posición del Ejército Libre de Siria, la insurgencia más laica, por decirlo de alguna forma. Occidente no apoyó con decisión la oposición armada inicial, que sí defendía sus intereses; se le negaron los medios. Nadie impidió hace dos años la represión llevada a cabo por el régimen. Ahora se quiere atacar por 1.600 muertos pero no se movió un dedo por 100.000.

¿Son estas las guerras morales? ¿Son así las intervenciones humanitarias? ¿Se atacará para no dejar mal al presidente de EEUU que trazó un línea roja, por una cuestión de credibilidad?. Demasiadas preguntas sin respuesta.

El Cuerpo de Marines de EEUU tiene como lema una frase de Séneca: "Nunca sopla el viento a favor de los que no saben hacia dónde van".

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