7.291 es igual a cero

¿Qué es lo que hace tan cruel este mundo soliviantado de la política? Se dijo que las ideologías habían muerto, pero se han radicalizado, dentro y fuera de los partidos, entre muchos de quienes se presentan y de quienes los votan. No comparto la neutralidad de ese juicio equidistante que reparte la culpa al cincuenta por ciento entre izquierdas y derechas, porque son estas las que se han echado al monte con su pataleta de derrotadas, sus sartas de insultos, su repetición continuada de bulos y su descalificación machacona de un Gobierno elegido por el Parlamento al que ellos, sin embargo, insisten en calificar de ilegítimo.

El problema es que esa "técnica y llanto", que es el título de un libro de poemas de Carlos Edmundo de Ory, resultan contagiosos y no hay más que darse un paseo por las redes sociales —se recomienda el uso de casco y mascarilla antivirus—, para ver cómo lo que unos gritan como pájaros de mal agüero otros lo repiten como papagayos: el país se hunde, se rompe, quiebra, va a la deriva. Si la realidad demuestra lo contrario en cualquiera de esos aspectos, los apóstoles de la catástrofe —lo escribo así porque las esdrújulas siempre suenan un poco a derrumbe—, redoblan el ataque. Y les llevan la contraria los números, también: es casi enternecedor ver a cierta gente que, por seguirle la corriente a los partidos conservadores, repite que la economía va muy mal aunque las cifras que llegan de Europa digan lo contrario, o se escandalizan a coro por un impuesto a la banca que no llega ni al diez por ciento de sus beneficios cuando estos han alcanzado en 2023 los niveles más altos de la historia, una lluvia de millones que se produce mientras a sus clientes les suben las hipotecas.

La deshumanización de las sociedades es obvia cuando asisten impertérritas, salvo unas cuantas honrosas excepciones, al desahucio de una anciana de la vivienda que ha habitado durante medio siglo, por una deuda de ochenta y ocho euros. Las imágenes de la pobre mujer hielan el corazón, pero hay quienes salen a defender el sagrado derecho de la o el casero, entidad financiera, fondo buitre o lo que sea de cobrar su dinero y echar a la calle a la inquilina que no lo pueda pagar. ¿Qué pensión tiene esa mujer? Igual ahí comienza el problema.

Otras y otros muchos como ella tuvieron aún peor suerte durante los peores días de la pandemia de covid-19, más aún si se encontraban en residencias públicas de Madrid. El Gobierno de Isabel Díaz Ayuso —esa estrella pop, le dicen algunos, sin que se llegue a saber si con eso la halagan o la critican— firmó un protocolo que invitaba a no trasladar a los contagiados a un hospital, al tiempo que se negaba a medicalizar los centros, pese a ser conminado a ello por la Justicia de forma reiterada. Murieron 7.291 sin atención médica, mientras la presidenta dedicaba su tiempo a dos cosas: echarle la culpa al entonces vicepresidente del Ejecutivo central, Pablo Iglesias, mintiendo al decir que era el responsable, cuando lo era ella, y favorecer el enriquecimiento de su hermano con la compraventa de material sanitario, naturalmente pagado con dinero público.

¿Es cierto que cuando se habla en una televisión de la tragedia de las residencias o de los ahogados de las pateras que llegan a nuestras costas, un gran tanto por ciento de los espectadores cambia de canal?

Ahora, los testimonios de docentes y cuidadoras sobre lo ocurrido aquellos días son estremecedores: esas personas fueron abandonadas a su suerte, declara una de ellas ante una comisión ciudadana, no se les puso tratamiento alguno, ni tampoco drogas paliativas, fallecieron agarradas a los barrotes de sus camas, asfixiándose mientras buscaban aire con desesperación. Algunas fueron encerradas, denuncian desde Médicos sin Fronteras, se las oía golpear las puertas y pidiendo auxilio. A quienes denunciaron desde el principio ese horror, se les descalificaba y acusaba de actuar movidos por fines sospechosos. En las tertulias, sus defensores repetían muchas de sus calumnias y soltaban una frase cínica: meteos con ella, que cuanto más la censuréis, más escaños va a sacar. Tenían toda la razón: la presidenta Ayuso salió elegida por mayoría absoluta, logró un triunfo incontestable, de esos que suelen interpretarse como la recompensa a una gran gestión. Ayuso ha recurrido en los tribunales para que las actas de las residencias no salgan a la luz, aunque el Consejo de Transparencia obliga a hacer públicos los informes policiales.

La pregunta es la siguiente: ¿a alguien le importan, en realidad, tanto esas víctimas de la pandemia como la señora arrojada de su vivienda por no poder hacerse cargo de una factura nimia? ¿Estas sociedades han perdido la conmiseración por el camino hacia el neoliberalismo, ya no son capaces de sentir piedad? ¿Es cierto que cuando se habla en una televisión de la tragedia de las residencias o de los ahogados de las pateras que llegan a nuestras costas, un gran tanto por ciento de los espectadores cambia de canal? A lo mejor es que sí y a lo mejor ese es el motivo de que, en el caso que hemos puesto como ejemplo terrible de cómo el desinterés de muchos propicia la impunidad de algunos, 7.291 sea igual a cero.

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