Para que algunos se queden con lo de todos, tienen que votarlos casi todos

Los intereses creados, se llama una obra teatral de Jacinto Benavente, y podríamos usar ese título para resumir la fuente de muchos de nuestros problemas, esos conflictos que estallan al confluir la política y los negocios cuando se produce una intrusión de lo privado en lo público y se antepone la ganancia personal al bien común, algo que es el pan nuestro de cada día. El modelo se repite: ahondas un poco en el origen de muchas disputas y siempre llegas a la palabra dinero y a alguien que lo quiere a manos llenas. Por ejemplo, se enciende el debate sobre Doñana y al poco sabemos que un dirigente de la patronal agraria que defiende la ley del PP que amenaza con convertir ese parque natural en un desierto fue sancionado por llevar a cabo riegos ilegales y recibió varias sanciones de la Confederación del Guadalquivir. Hoy da lecciones supuestamente ideológicas, pero para ese tipo de gente las banderas no son más que una tela bajo la que ocultar los trapos sucios.

En la discusión sobre las macrogranjas, ahora un poco soslayada y fuera de los titulares, no hay ninguna colisión de teorías agrarias o clase alguna de discrepancia moral, sólo un proceso de especulación en el que no importa otra cosa que la cuenta de resultados y da igual si los animales sufren más de lo debido, si tienen derecho a una existencia digna, ni si la calidad del género que sale de esos lugares es buena o mala, ni el daño ecológico que puedan causar: nada, sólo son relevantes los billetes que entren en la caja fuerte. Eso son los intereses creados.

En la lucha entre los sindicatos y la patronal por subir un poco los sueldos, el ahorro que puedan hacer los empresarios no es que vaya a mejorar su productividad, es que acaba en su bolsillo: su jefe, Garamendi, ya se ha subido el sueldo un 9% y ahora cobra casi 400.000€. ¿Le afectará a él la cláusula que vincula los incrementos pactados a la inflación? En cualquier caso, todo eso también son intereses creados, cada cual defiende los suyos, como es lógico, pero la democracia consiste en que esa defensa tenga sus límites, dado que su esencia es perseguir la justicia y la igualdad.

Sólo son relevantes los billetes que entren en la caja fuerte. Eso son los intereses creados

¿Seguimos? En la batalla contra la Sanidad y la Educación públicas, los defensores de las privatizaciones buscan lo mismo: ceros a la derecha para unos pocos y pérdida de derechos para el resto. Y las cuentas les salen: los ingresos por seguros médicos crecieron un siete por ciento en 2022, por el aumento de la clientela y el encarecimiento de las pólizas, hasta alcanzar los diez mil quinientos cuarenta millones de ingresos, y la educación concertada recibe siete mil doscientos millones de euros porque los fondos dedicados por la Administración para ese sector crecieron un veintiséis por ciento entre 2011 y 2021, casi diez puntos más que los destinados a las escuelas y colegios públicos. La cifra habla por sí sola.

Estamos a las puertas de unas elecciones. Los sondeos dicen que la izquierda ganará en la Comunidad Valenciana y la derecha arrasará en la madrileña. Que sea lo que el conjunto de la ciudadanía quiera, todos los votos son legítimos, la libertad de elección es sagrada aunque sea por lo civil y el resultado se tiene que y se debe de respetar. Pero, eso sí, lo recomendable sería pensar en esto de lo que hemos estado charlando por escrito hasta estos momentos, los intereses, y preguntarse quiénes piensan en los colectivos y quiénes lo hacen en los propios. Porque ya sabemos que las promesas se las lleva el viento y que en esta agua revuelta de nuestra política lo más normal es que los líderes de cada partido se bañan dos veces en el mismo río: lo que hicieron y hacen lo volverán a hacer. Para que algunos se queden con lo de todos, tienen que votarlos casi todos. Esa es la paradoja.

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