Dar la cara en la charca de 'Shrek'

Pedro Sánchez ha anunciado su voluntad de abrirse al máximo al mundo de la comunicación actual en España, pese a que mayoritariamente está dominado por una intensa campaña de destrucción política y personal en su contra que tiene lugar en un territorio que recuerda cada día a la charca de Shrek en pleno esplendor fétido. Para ello, ha propuesto participar en el mayor número posible de debates públicos con Feijóo, principalmente, y con los líderes de las principales fuerzas del actual multipartidismo ya asumido por todos. En línea con su decisión de adelantar las elecciones, apuesta por dar un paso al frente y disputar la batalla en terrenos pantanosos.

El PP, como era de esperar, ha entrado en pánico. Se constata que tienen poca fe en que Feijóo sea capaz de resistir debates cara a cara. Independientemente de la capacidad mayor o menor que tenga para desenvolverse en debates poco regulados y controlados, hay que entender la negativa desde otra perspectiva aún más determinante. Todo el discurso del PP y de su cohorte mediática se centra en lanzar todo tipo de agravios, descalificaciones e insultos sin posibilidad de réplica. Declaraciones apocalípticas a las que no se da posibilidad de contestar. Así funcionan también muchos líderes de opinión en los medios. La opinión partidista y unidireccional como única alternativa. Este es el elemento central del argumentario político de la derecha adaptado al nuevo territorio de nuestra comunicación en esta era digital.

Queda por determinar cuál va a ser la posición pública de los grupos de comunicación, algunos de los cuales se han limitado a trabajar activamente en el antisanchismo apoyados en un argumento. Pedro Sánchez les ha dado la espalda recurrentemente. Los medios españoles tienen que decidir si aceptan participar en el juego democrático incluyendo en su programación debates políticos plurales y abiertos a toda la ciudadanía. Resultaría extraño que se opusieran a cumplir con la esencia de su negocio, el de ofrecer contenidos de interés general de gran trascendencia política.

El muro mediático de PP+Vox

Dentro del PSOE existe la generalizada queja del muro mediático con el que cuenta la derecha en España. Su existencia es tan cierta como abrumadora, pero también es evidente que es la misma que existía cuando se ganaron las elecciones de 2019. Caer en la protesta permanente y pública de la persecución mediática, aunque exista, aporta poco más que vender victimismo e impotencia. Ha sido la táctica principal empleada por Pablo Iglesias estos años sin mucho éxito.

¿Qué se puede hacer? En realidad, sólo hay un camino aquí y ahora para afrontar esta compleja situación. Consiste en dar la vuelta por completo a la actitud frentista y llorona ante el muro mediático alineado con PP+Vox. Hoy en día, no hay ningún medio decisivo. Todos han perdido fuerza uno a uno. Las audiencias están fragmentadas y el gran problema de la desinformación es la imposibilidad de la mayor parte de los ciudadanos de contrastar las informaciones que le llegan en mitad de la charca.

Burbujas de aislamiento

El voluntario aislamiento de numerosos colectivos, atrapados en burbujas informativas absolutamente partidistas y manipuladas, les impide conocer otra realidad que aquella que les fabrican para reforzar lo que quieren oír. La democracia implica el derecho a conocer la verdad de lo que ocurre en tu entorno, más allá de escuchar en bucle falsedades y manipulaciones que puedan acrecentar tu reafirmación ideológica. Si no aceptamos esta premisa es la prueba más evidente de que el trumpismo ya ha invadido nuestra vida política.

La posición planteada por Sánchez trata en definitiva de asumir que este es el terreno de juego y, por duro y desequilibrado que sea, es el que hay. Así que se trata de afrontarlo e intentar tener al menos voz para que el mensaje llegue al mayor número de ciudadanos posible. El contraste de opiniones es la base del juego democrático. Sin debate no hay democracia. Sin debate sólo hay dominio de aquel que cuente con altavoces más potentes.

Debates y guerra mediática

Estos días atrás se han sucedido todo tipo de especulaciones sobre cómo debían afrontar Pedro Sánchez y el Partido Socialista su estrategia de cara a las elecciones del 23 de Julio. Toda la discusión abierta públicamente ha reflejado el dilema existente. Casi todo el mundo sensato defiende, en público, que los socialistas deben ir a una campaña en positivo alejada de caer en el barro y negarse a disputar la contienda electoral en la pestilente charca de Shrek. Muy pocos apuestan por recuperar campañas al estilo de los dóberman, al más puro estilo guerrista, en la desesperada campaña de 1996.

Todo el discurso del PP y de su cohorte mediática se centra en lanzar todo tipo de agravios, descalificaciones e insultos sin posibilidad de réplica. Declaraciones apocalípticas a las que no se da posibilidad de contestar

Bajo esta perspectiva, parecía no haber discusión posible. Tienen que ir a una campaña limpia que explique los logros del Gobierno y no caer en las lógicas provocaciones que la derecha política y mediática van a poner en marcha. Sólo hay un pequeño problema. Eso ya se ha hecho en estas últimas elecciones y ha significado una derrota manifiesta. En esta última campaña, el PSOE no consiguió hacer llegar sus mensajes a la ciudadanía. Los medios no recogían sus argumentos. Se pretendía, y no se ha conseguido, que los españoles refrendaran el positivo balance de su gestión en esta legislatura.

Pedro Sánchez: Fortalezas y debilidades

Pese a las apocalípticas realidades a las que tuvo que hacer frente, con pandemia, volcán y guerra de por medio, Pedro Sánchez ha mantenido el control de la economía del país, lo que es indiscutible en comparación a lo ocurrido en el resto de la Unión Europea. La evolución del empleo es espectacular. Sin apenas conflictividad social, como en Francia; sin serias crisis políticas como en Gran Bretaña; y, hasta hace dos semanas, sin radicales vuelcos electorales, como en Italia. Además, el Gobierno ha podido desarrollar la agenda de avances sociales más importante del mundo en este período. Prácticamente, no ha habido un colectivo afectado por la desigualdad o la discriminación que no haya conocido un período de significativa mejoría de su situación.

Sus puntos débiles también han sido visibles desde la conformación del Gobierno. Internamente, por la constante tensión provocada desde un Unidas Podemos en tiempos de descomposición y división, y, externamente, por la dificultad que suponía alcanzar mayorías parlamentarias partiendo apenas de los 120 diputados socialistas. Aun así, se han aprobado todos los Presupuestos Generales del Estado, y más de 200 leyes con marcado carácter progresista. Las que más desgaste le han producido han tenido que ver con la polémica que arrastró la aplicación de la ley del sólo sí es sí y las medidas de gracia que buscaban facilitar un apaciguamiento del conflicto catalán. En este caso, indultos y reformas del código penal fueron discutidas por la derecha con contundencia y por los barones socialistas de siempre y, a cambio, consiguieron un indiscutible efecto balsámico que ha ayudado a mejorar la tensa convivencia en Cataluña.

Los críticos antisanchistas hablan de un equivocado diseño de la campaña centrada en mensajes nacionales protagonizados por el presidente. Esta teoría tiene un evidente error en su planteamiento. Tras un inicio prometedor, la campaña, en sus últimas dos semanas, ha sido dominada por la derecha política y mediática en torno a dos asuntos sorprendentes: la clásica y falsa acusación de la cercanía de los socialistas con ETA y la amenaza de un inexistente pucherazo electoral a través del voto por correo. Son dos temas de ámbito nacional. PP y Vox no han tomado ventaja en estas elecciones por su apuesta por asuntos locales.

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