Ana Obregón, presidenta

Ana Obregón sería una buena candidata para presidir la Comunidad de Madrid. Un rostro hermoso, delicado, tierno, capaz de decir y hacer con apariencia inocente todo lo que le viene en gana. Tiene el arte de conseguir el efecto sentimental necesario para que la gente olvide el mundo que habita y para identificar la bondad o la maldad con los desahogos de un sermón evangelista. En las tradiciones duras del sermón católico, con tantos años de historia española, el populismo original de la fe evangélica convierte la realidad en una revista del corazón y añade gotas latinas a las inquietudes sobre el futuro. Lo que se cultivó en Hispanoamérica para combatir la teología de la liberación, puede utilizarse ahora en Europa para que las grandes fortunas se olviden de la justicia social. Hacer despacho y telenovela con las últimas voluntades de un hijo se parece mucho al impudor del neoliberalismo que transforma el dolor en un cuento de hadas madrinas.

La base ideológica fundamental es la sustitución de la vida de carne y hueso por una fábula rosa en la que los deseos pueden convertirse en derechos. No deseos colectivos, sino individuales. Si yo deseo tener un hijo o un nieto, pero no puedo, me considero con el derecho de comprar un cuerpo, un vientre, una vida, aprovechándome de la necesidad ajena. La conversión de un ser humano en una mercancía de usar y tirar es el resultado lógico de entender la libertad como la ley del más fuerte. Frente al viejo sueño ilustrado en el que la libertad, la igualdad y la fraternidad configuraban el marco de una convivencia justa, se trata de justificar que puedo comprarlo todo sin ningún tipo de mala conciencia.

La conversión de un ser humano en una mercancía de usar y tirar es el resultado lógico de entender la libertad como la ley del más fuerte

Es la banalidad del mal, si le pedimos prestado el concepto a otra Ana, es decir, a Hanna Arendt. Una banalidad simpática en este caso, no comparable al exterminio del pueblo judío, sino a la borradura de la conciencia humana a la hora de comprar el dolor ajeno. Una banalidad entretenida. Cuando uno lee filosofía o literatura, se ve invitado a reconocer lo que hay dentro de cada vida, detrás de un recuerdo, en medio de una incertidumbre o en el interior de una noche. La vida nos reclama con un sentido inevitable de pertenencia. La portada de una revista como Hola invita a pasar el rato en la peluquería, a entretenerse desde fuera con la fábula de un mundo que no es de nadie y en el que los deseos son derechos. La ley del más fuerte borra el sudor y las lágrimas con un vestido de noche y una sonrisa. La sustitución paulatina de la cultura por el entretenimiento es otra de las dinámicas que permiten que, en nombre de la maternidad y la familia, una mujer compre el vientre de otra mujer.

Las posibilidades de negocio definen la vida. Creo que en este orden de cosas, y asumido que Ana Obregón sería una buena Presidenta de la Comunidad de Madrid, podemos proponer que el hoy casi abandonado Hospital Enfermera Isabel Zendal, buque insignia de la medicina sin quirófanos, se convierta en una gran vaquería de vientres de alquiler. Se puede reunir allí a la población femenina migrante para explicarle que tienen ocasión de prestar un buen servicio a la sociedad. Alimentadas con rigor, cuidadas por servicios médicos de primera calidad, pueden alquilarse para traer hijos al mundo según la ley de la oferta y la demanda.

Se trata de una reclamación sanitaria con posibilidades de éxito. Son ya muy cansinos los profesionales madrileños que piden condiciones dignas para la sanidad pública, algo llamado a desaparecer. Más futuro tiene la propuesta de una gran vaquería de vientres alquilados.

Más sobre este tema
stats