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Guardia civil: mejor el diálogo que la represión disciplinaria
Son continuas las noticias de iniciativas disciplinarias contra representantes de las asociaciones profesionales de guardias civiles. No son buenas noticias porque hay otras tantas que dan cuenta de la anulación judicial de los procedimientos disciplinarios. Algunos pueden reducir su lectura e interpretación a que existe un funcionamiento normalizado de la justicia o a que los mecanismos propios del estado de Derecho funcionan. Pero sería erróneo quedarse en la mera noticia o en la superficie del problema. La realidad que subyace es la falta de aceptación del fenómeno asociativo en la Guardia Civil. Evidentemente no se puede generalizar. Es cierto, sin embargo, que la persistencia en esta manera de proceder acredita que no es algo aislado, pasajero, coyuntural. Por el contrario, el uso y abuso de la potestad disciplinaria frente a las asociaciones profesionales de miembros de la Guardia Civil y frente a sus representantes parece una constante que permanece en el tiempo con momentos de mayor o menor intensidad.
En la actualidad, estamos viviendo un serio y preocupante repunte del uso de lo disciplinario contra el movimiento asociativo profesional organizado en el seno de la Guardia Civil. Es evidente que no es una mera casualidad. La reiterada petición de cambios profundos en el seno de la Guardia Civil promovida por asociaciones como AUGC incomoda a quienes pueden ver peligrar sus intereses o privilegios. También a quienes no han interiorizado que el ejercicio del mando y la propia naturaleza militar no son barreras infranqueables para la mejora del marco de ciudadanía de los y de las guardias civiles y que una institución que no avanza al mismo ritmo que la sociedad a la que sirve y en la que ha de estar integrada, se queda atrás y se deslegitima frente a la ciudadanía y a los propios guardias civiles y sus familias.
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No toda discrepancia ha de ser acallada a golpe disciplinario. Por el contrario, la discrepancia sensata es fuente de progreso y de mejora y motor de cambio y ha de favorecerse en un cuerpo policial moderno. El concepto de “Guardia Civil compartida” es más necesario y actual que nunca. La Guardia Civil no es de los que eventualmente la mandan y dirigen. Su obligación es dar espacio a todas las iniciativas de progreso y de mejora. Para ello hay que partir de la admisión de que todos pueden aportar y de que a todos compromete la búsqueda de escenarios de modernización que han de tener presentes, siempre, los derechos y el bienestar de los y las guardias civiles. No se puede construir una Guardia Civil del futuro sin contar y pensar en los hombres y mujeres que la integran, como conjunto y como personas.
Cada guardia civil importa. Su vida, su proyecto profesional, su familia. Por eso mismo, dirigir la Guardia Civil y mandar sus unidades, es una complicada labor que hay que agradecer a quienes la ejercen. Pero también hay que exigirles que cumplan con la ley, que admitan e integren en sus decisiones estratégicas una visión ampliada de sus responsabilidades y den espacio a las asociaciones profesionales y a sus representantes, admitiendo la discrepancia y la crítica. El uso del régimen disciplinario como única herramienta para mantener posiciones inamovibles, no compartidas, no es sólo una irregularidad legal, sino que se constituye en un error estratégico que la Guardia Civil no se puede permitir.
Es el momento, por tanto, de arrumbar estas prácticas para dar una oportunidad al diálogo que dé lugar a decisiones compartidas. Esta nueva manera de hacer, de proceder e incluso de mandar ha de tener un efecto expansivo en toda la Guardia Civil y ha de servir de ejemplo para todas las unidades y para el día a día en el ejercicio del mando. Esta visión compartida en la que han de tener un papel y protagonismo relevante las asociaciones profesionales sí que ha de ser la piedra angular de un Código de conducta que refuerce la institución, la cohesione internamente y la mantenga conectada con la sociedad. Es un reto o, mejor dicho, el reto de la Guardia Civil.