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El fascismo y la censura del mar

A Antonio Benaiges la vocación de maestro le venía de familia. Seguidor del pedagogo Célestin Freinet, en aquel verano de 1936 iba a llevar a sus alumnos de Bañuelos de Bureba, Burgos, tierra adentro, a conocer el mar allí en Cataluña, en Mont Roig del Camp, donde vivía su familia. Como la metodología de Freinet propone, la escuelita disponía de una imprenta, gracias a la cual los chicos pudieron dejar por escrito su idea de inmensidad, pensando en cómo sería el mar que aún no conocían, que se resumía en … muy grande, muy ancho y muy profundo... Este feliz panorama comenzó a resquebrajarse el 18 de julio de ese año, cuando unos fascistas perpetraron un golpe de Estado contra el gobierno republicano, salido de las urnas y legalmente constituido. El día 25, las milicias falangistas asesinaron al profesor Benaiges, que se cree enterrado en una fosa común en los Montes de la Pedraga, también en Burgos. Para los chiquillos de Bañuelos, el mar no llegó a ser.

Cuando faltan apenas dos semanas para que se cumplan 87 años de ese hecho terrible, a Antonio Benaiges le han intentado desaparecer de nuevo en Briviesca, población burgalesa. El actual equipo municipal compuesto por el PP, VOX y Ciudadanos, decidieron suspender una obra de teatro que cuenta esta historia, titulada El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca. Para justificarlo, callando las impresentables razones verdaderas, alegan falta de presupuesto y de espacio, lo que viene a ser un leitmotiv habitual, allá donde quieren eliminar algún proyecto que no coincide con las ideas de la ultraderecha y su socio popular.

Colectivos de actores, escritores, artistas y la cultura entera denuncian con indignación y pesar que la censura ha vuelto y que, como antaño, están en el punto de mira de la ultraderecha con la complicidad de la derecha tradicional. Esto está sucediendo allí donde sea que gobiernan, pero lo acontecido en territorio castellano leonés tiene una agravante, pues deviene en un ataque frontal a la memoria democrática.

Si ya antes las víctimas y sus familias vivían un auténtico calvario ante la indiferencia de las instituciones, dificultando e incluso impidiendo que miles de ciudadanos españoles puedan dar sepultura digna a sus seres queridos, ahora el PP y VOX silencian cualquier visión de la historia que no sea la suya: unos patriotas se vieron obligados al uso de una “violencia legítima” para “restaurar el orden” frente a un “terror rojo” obrado por los despiadados revolucionarios que querían destruir España.

Esto es como si las víctimas del dictador fueran “culpables de su propia muerte” por lo que sus descendientes merecen sufrir a perpetuidad y en silencio por los "pecados" imperdonables de sus ancestros. Sin olvidar el papel de la Iglesia Católica, que llevó “la cruzada” a los altares. Recomiendo encarecidamente el ensayo de Javier Rodrigo sobre la guerra civil y la extrema derecha, donde verán desarrollados estos conceptos.

Genuino franquismo

Tales opiniones forman parte del más genuino franquismo y exudan fascismo puro. Sus renovados exponentes vuelven hoy a poner el brazo en alto y a desatar la furia antidemocrática que les caracteriza. Tras los resultados electorales del 28 de mayo están desbocados y sin contención. No hay más que repasar las enfurecidas declaraciones de las senadores de PP, Vox y Ciudadanos tras aprobarse la Ley de Memoria Democrática, en octubre de 2022. La popular Amelia Salanueva la calificaba como “arma arrojadiza” y “traición a los españoles” con la pretensión de “convertirnos en una democracia militante de izquierdas”. Su colega Salomé Pradas clamaba contra la “pretensión” del Gobierno de “reescribir la historia” y “reabrir heridas del pasado”. Está claro que siguen creyendo a pies juntillas –y difundiendo– la fábula que inventó la dictadura para justificar la masacre, para defender lo indefendible, para encubrir sus crímenes y su cainismo voraz que es, en esencia, lo más antipatriótico que puede existir. Recordemos que, no hace mucho, un general retirado opinaba que había que fusilar a "26 millones de hijos de puta" como otrora el generalísimo afirmó: "Venceré a cualquier precio, aunque tenga que fusilar a media España”. Brutal. 

Hemos pasado desde los "cero euros" de Mariano Rajoy para localizar los restos de las víctimas, a la promesa de Feijóo de derogar la Ley de Memoria Democrática. Ya no se contentan con silenciar a los que no pensamos como ellos, sino que quieren imponernos su segada visión de los hechos. A qué punto se puede torcer el lenguaje que, en aquella sesión del Senado, VOX fue todavía más allá cuando el senador José Manuel Marín aseveró que con esta Ley “se vulneran los derechos fundamentales”. 

Pienso que la euforia de Vox al ingresar en los gobiernos territoriales ha levantado las cautelas y se han atrevido a reeditar "sin complejos" la mitología franquista

InfoLibre denunció en marzo que la Comunidad de Madrid, presidida por Isabel Díaz Ayuso, imponía que los cursos sobre memoria democrática para profesores debían prescindir del golpe de Estado, la guerra, la dictadura y la represión, para centrarse en la Constitución y el terrorismo de ETA. Este último punto es crucial en el discurso de la ultraderecha, pues, falseando nuevamente la realidad, plantea sin rubor que la Ley de Memoria establece víctimas de primera (las de la dictadura) y de segunda (las de ETA). Nada más falso. Lo explicaba muy bien Alfons Cervera desde estas mismas páginas: 

“El PP y Vox siguen convirtiendo a las víctimas de ETA en carnaza electoral. Las otras –también las republicanas de la guerra y la dictadura– les importan un pito. Nunca condenaron la barbarie de la dictadura franquista. Bien que lo dijo Santiago Abascal cuando saltó a la palestra de la política como estrella del fascismo: ‘Somos la voz de aquellos que tuvieron padres en el bando nacional’. Ganaron la guerra los padres y los hijos quieren ganar la democracia para convertirla sin tapujos en una desacomplejada franquicia del franquismo”.

La amnesia histórica

Los hechos dan la razón a Cervera. En mayo, desde el Santuario de Covadonga, impregnado de la euforia de la Reconquista, el líder de Vox se lanzó “contra esa porquería de la Memoria Histórica que no es más que la memoria impuesta, cuando queremos libertad para que cada uno piense lo que quiera”. Vox ha recurrido ante el Constitucional la Ley alegando que va contra la libertad de “reunión, manifestación, ideológica y de cátedra”

Antes aún, en 2020, VOX impulsó en el Parlamento Europeo a través del ultraderechista Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR, por sus siglas en inglés) un informe que definía la Ley como una amenaza para Europa, que imponía una interpretación obligatoria de la historia, con sanciones penales y económicas para los disidentes. Como lo están leyendo. 

Es característico del fascismo acusar a los demás de lo que hacen ellos. Son los fascistas los que impusieron sus mentiras durante toda la dictadura, abogaron por el silencio en la transición e incluso hasta bien entrada la democracia. Ahora, acusan a los demás del autoritarismo que siempre han practicado. Y lo hacen cuando, por primera vez, la verdad se erige como un derecho al amparo del Derecho Internacional y de las Recomendaciones de Naciones Unidas, y se instaura legalmente la obligación de investigar los hechos acaecidos, como un derecho de las víctimas, creándose una Fiscalía de Sala de Derechos Humanos y Memoria Democrática para coordinar todas las acciones con trascendencia judicial.

Pienso que la euforia de Vox al ingresar en los gobiernos territoriales ha levantado las cautelas y se han atrevido a reeditar "sin complejos" la mitología franquista. El profesor emérito de Ciencia Política Josep M. Valles, lo advierte con claridad: “En países europeos que pasaron por experiencias dictatoriales, el renacimiento de opciones de extrema derecha ha sido más fácil cuando se ha impuesto la amnesia histórica.” Esa amnesia, característica de la transición y la temprana democracia, fue una estrategia deliberada que hoy hace posible lo que estamos viviendo: el regreso del fascismo, con apenas disfraces, en toda España.

A galopar

Con un horizonte de vértigo, a quince días apenas de los comicios, produce desazón no haber blindado la Ley de Memoria Democrática. Debería ser una cuestión de Estado, porque se trata nada más y nada menos que de reparar violaciones de los derechos humanos y saldar una deuda actual con las víctimas. Falta aún el desarrollo de la ley e institucionalizar todo lo que está previsto en ella; y, por eso, toca defenderla y confrontar a quienes quieren eliminarla a cambio de consolidar la perspectiva mesiánica del franquismo

Con estupor leo en la prensa que la candidatura de Falange piensa cerrar su personal campaña electoral con un acto en el madrileño Cuartel de la Montaña, el 19 de julio, donde homenajearán a los caídos por Dios y por España. Entre tanto, quienes siguen buscando a los suyos, perdidos en fosas y cunetas, expresan su temor ante un hipotético triunfo del PP y VOX el 23 de julio y el riesgo de paralización de las exhumaciones.

A este panorama se suma el papel de los jueces. Si la justicia fuera capaz de abordar el derecho a la investigación y el deber de memoria, conseguiríamos avanzar y establecer principios básicos que pasan por reconocer –parece mentira tener que insistir en ello– que en España hubo una dictadura y un golpe de Estado que atentó contra el Gobierno salido de las urnas, legítimo y legal. 

Lo que quieren, en suma, es nuestro silencio y que solo se oiga su voz glorificando a la dictadura y la ideología que la sustentó. Miren: el fascismo pretende acabar otra vez con el océano imaginado de los niños de la Bureba, pero olvidan que no les pertenece. El cantautor Paco Ibáñez supo marcar el camino con claridad, musicando el poema de Rafael Alberti, “Galope (A galopar ...)":

"...Galopa, caballo, cuatralbo,

jinete del pueblo,

que la tierra es tuya.

¡A galopar,

a galopar,

hasta enterrarlos en el mar!"

Ahora, debemos galopar sin dilaciones en esta cita próxima con las urnas, para evitar que el olvido vuelva. Galopemos, sí, hasta enterrar al fascismo en el mar de la democracia.

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Baltasar Garzón es jurista y autor, entre otros libros, del ensayo 'Los disfraces del fascismo (Planeta).

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