Trump, el mundo a la espera de la revancha Pilar Velasco
Gracias, Bella Baxter
Salí del cine absolutamente fascinada por Poor Things, Pobres criaturas. No mentiría si dijera que con los créditos le tiré besitos con las manos a Bella Baxter, a la libertad y a la belleza de una película de la que no quieres irte. Siento una gran satisfacción cuando contemplo algo muy bien hecho, y la cinta de Yorgos Lanthimos lo es. Soy una pésima espectadora del cine doblado al español, porque una traducción perezosa o impropia puede sacarme hasta de una coreografía tan labrada como Anatomía de una caída, y en Pobres criaturas a quien más quería aplaudir era a los traductores. Los inteligentísimos diálogos en inglés conservaban su brillo cierto en castellano. Y lo más difícil: la sorna, la gracia, el chispazo.
El efecto renovador, balsámico y energizante de la cultura trasciende la sala de cine, el libro abierto, los auriculares prendidos. La historias de otros son semillas y ventanas para quien las recibe. La vida cotidiana sin cultura sería muy poco más que rutina y alguna rutina es necesaria pero sólo la rutina seguramente sea letal. Nos presentan lo creativo como “la maría” de la vida en todos los ambientes donde nos posemos, desde el colegio. ¿Y quién podría vivir, saber que está viviendo, sin cultura, ideas, pensamiento?
A veces leo en Twitter que hay demasiados días de en los coles y que allí se va a lo que se va. En el centro público de mi hijo celebraron este viernes la Chandeleur y los alumnos mayores llevaron crepes por todas las clases. Su maestra nos explicó detalladamente, a nosotros, adultos diversos y desproporcionados sobre esas sillitas de colores, que la semana de carnaval irán cada día con una idea divertida sin necesidad de compra, que tienen ya agendadas salidas a la biblioteca y la llegada del cuentacuentos, que una mañana abrirá el cine sólo para ellos. También a ella quise tirarle besitos con las manos cuando terminó de contarlo. Escuela pública es también enseñar a los niños todo lo que hay para ellos, sentarlos al festín que quizás no puedan conocer en sus casas. Darles la oportunidad de saber qué les mueve.
La vida cotidiana sin cultura sería muy poco más que rutina y alguna rutina es necesaria pero sólo la rutina seguramente sea letal. Nos presentan lo creativo como “la maría” de la vida en todos los ambientes donde nos posemos, desde el colegio
Bella Baxter nos fascina porque existe en el impacto y la euforia del descubrimiento. En las redes la gente dice: “A partir de ahora me preguntaré siempre ¿qué haría Bella Baxter?” Las experiencias, la exposición a lo nuevo y lo distinto nos amplían. Como Bella, nos vamos creando a nosotros mismos con cada encuentro con lo que ayer desconocíamos. ¿Cómo va a ser superfluo, prescindible, despreciado el mundo de la creación que nos lo permite?
Con la fascinación por Pobres criaturas se me presentó puntualmente aquella pregunta: ¿Cuántas ideas, historias, personajes espléndidos no veremos nunca porque quien los alberga no tuvo los medios? ¿Quién puede dedicarse a crear? ¿Quién ha poseído el relato, cuántas perspectivas ignoramos? El apoyo público a la cultura, en sus tantas formas y para todas las edades, es de primera necesidad. Lo es para que todos podamos acceder a historias diversas de personas que, independientemente de sus recursos, tuvieron la oportunidad de expresarse. De provocarnos el chispazo que nos expande.
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