Mirarse en la escalera Luis García Montero

Son ya veinte años consecutivos de informes anuales dedicados por el Foro Económico Mundial al análisis de los riesgos globales que nos acechan. Unos riesgos cambiantes, crecientes y muy interconectados. Es importante conocerlos para enfrentarlos de la mejor manera posible. Como el riesgo cero no existe, lo mejor que podemos hacer es identificarlos, dimensionarlos y tratar de gestionarlos lo mejor posible en aquellos ámbitos en los que tenemos capacidad, incluido el personal o doméstico.
Con ese propósito mantengo el ritual de asomarme a ese Informe tan pronto ve la luz, como ya os contaba el año pasado en “Desinfodemia degenerativa”, para saber a qué atenerme. Y ya que lo hago, aprovecho y comparto por aquí algunos destacados.
El primero: ¿Cuál es el riesgo más inminente, con mayor probabilidad de generar una crisis material a gran escala en 2025? Escalando posiciones desde la octava en la que se situaba el año pasado, y lamentándolo mucho, es el de los conflictos armados de Estado, o sea, las guerras y toda la gama de manifestaciones bélicas, que además son un sumidero de dinero.
Unos vientos de guerra impulsados por el que es considerado el tercer gran riesgo en el cortísimo plazo —las tensiones geoeconómicas— en un contexto de cada vez más frecuentes y severos eventos catastróficos causados por cambio climático provocado por los humanos, cuya inclemencia no terminamos de interiorizar y en el paso a la acción necesaria para mitigarlos o adaptarnos no dejamos de procrastinar.
Eso, lo más inminente y para abrir boca.
En el medio (dos años) y largo plazo (diez años) se mantienen en el top dos riesgos: el de la desinformación que ya lideró en 2024, materializado por doquier y cosechador de grandes éxitos para sus agitadores y financiadores; y el riesgo de catástrofes asociadas al calentamiento global que, no en vano, pudimos constatar con el fracaso colectivo de superar en 2024 los 1,5 grados respecto al periodo preindustrial, con todas las implicaciones que conlleva dejar esa pantalla atrás. En el largo plazo, los cuatro principales riesgos por probabilidad de ocurrencia y severidad de su impacto son todos de color verde woke.
Pero aún hay más. Resulta que los riesgos no son fenómenos aislados, sino que se retroalimentan, porque están interconectados. Unos más que otros, eso también es cierto. El informe afirma, sin tapujos, que “la desigualdad de riqueza y/o de ingresos es el riesgo percibido más importante de todos, por su potencial de desencadenar y de influir en la materialización de otros riesgos al debilitar la confianza y disminuir nuestro sentido colectivo de valores compartidos”. Las líneas que interconectan los riesgos más probables y de mayor impacto con las fracturas sociales son de trazo muy grueso, mostrando fortaleza y solidez.
Resulta que los riesgos no son fenómenos aislados, sino que se retroalimentan, porque están interconectados
Pero aún hay más. Además de la desigualdad, existen otros riesgos sociales muy bien posicionados a medio plazo, como la polarización, las migraciones involuntarias y la erosión a marchas forzadas de los derechos humanos y de las libertades cívicas, que amenazan seriamente la paz y estabilidad sociales. Y en sociedades super longevas como la nuestra, con tendencias demográficas que anticipan un envejecimiento generalizado, pueden anticiparse riesgos a largo plazo asociados a la financiación de las nuevas necesidades de ese afortunadamente cada vez más largo periodo de la vida de las personas, como los cuidados de larga duración.
Cambiando de tercio, si bien las preocupaciones que recoge el Informe sobre la IA son bajas a medio plazo (el Informe es unos días anterior a la debacle NVIDIA & company del 27 de enero), a largo plazo sí son elevadas, especialmente por la indeseable contribución de la IA generativa en la producción y propagación de contenidos falsos o engañosos a gran escala, que exacerba la polarización social en un contexto de mayor conectividad y de herramientas de IA más potentes y —esto es mío— puede que pronto incontrolables.
¿Y qué pasa con la economía? Pues la preocupación de las personas encuestadas sobre recesiones económicas, inflación y deuda ha caído desde el año pasado. Aunque vale la pena consultar las principales cinco preocupaciones de hombres y mujeres de negocios consultados por país, y junto con ellas, identificar los sesgos que impregnan a la opinión pública, a menudo fabricada.
Junto con las voces expertas también es interesante y útil conocer qué piensan las personas encuestadas en función de su edad, de su momento vital, porque nuestra percepción y conocimiento de la realidad no son los mismos con 25 años que con 55. De hecho, la juventud se autopercibe más vulnerable a los riesgos de recesión económica que otros grupos de edad. Pero a todos nos inquietan, atormentan y perturban por igual, y mucho —lo que más— las catástrofes climáticas y los conflictos armados. Todo muy woke.
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Verónica López Sabater es economista y consejera de la Cámara de Cuentas de Madrid.
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