La soledad de Pepe Mujica
La soledad se acompaña de silencio para que el pensamiento pueda fluir sin el obstáculo de las palabras…
Y el silencio se rompe cuando acaba la soledad, aunque sea con la muerte, como ha ocurrido con Pepe Mujica, que su ausencia ha sido ocupada con las palabras que todo el mundo ha pronunciado sobre él. Se han recuperado algunas de sus frases, se ha ensalzado su coherencia, destacado su modo de vida y filosofía… pero todo ha sonado un poco falso, como ocurre tantas otras veces con personas que protagonizan la política de izquierdas, que son más valoradas cuando no están que cuando están en ella, y alcanzan más reconocimiento al criticar sus propias ideas que cuando se muestran consecuentes con ellas. Y no es casualidad, sino una forma de hacer a cada una de esas personas “única e irrepetible”.
Porque de eso se trata, de que sean “ejemplares”, pero no ejemplo de nadie.
El reconocimiento sin acción solo sirve para enfatizar la idea de que no hay proyecto, solo actitud personal. Y el mensaje que se ha lanzado con la muerte de Pepe Mujica es precisamente ese, que era un personaje peculiar y entrañable al que resultaba muy interesante visitar y entrevistar, pero nada más. Ocurrió algo similar, salvando las distancias y circunstancias, con Salvador Allende en Chile, y con otros políticos de izquierdas, incluso con la propia Michelle Bachelet.
No hay continuidad ni “imitación” a diferencia de lo que ocurre con los políticos de derechas, que aunque sean malos políticos y utilicen sus puestos como un ejercicio de poder personal, rápidamente surgen imitadores que reproducen y expanden el modelo hasta consolidarlo. Es lo que ha pasado con DJ Trump, que ha creado una cohorte de “mini-Trumps” que lo imitan y adaptan sus formas a cada uno de los países donde ejercen, como sucedió con Jahir Bolsonaro, y ahora con Javier Milei, Viktor Orban, Marine Le Pen y toda la ultraderecha global, incluida la española.
La izquierda debe entender que necesita transformar las referencias sociales y culturales, no solo gestionarlas y cambiar cosas puntuales sin modificar los elementos androcéntricos que dan sentido y significado a la realidad
Con Pepe Mujica sucede lo contrario, hablan muy bien de él, pero nadie lo imita en sus políticas y en su coherencia, lo cual es una forma de restar credibilidad a sus ideas, y de reducir el proyecto que representaba a su persona y su propia vida.
Y la sociedad de hoy está más dispuesta a creer en un personaje que se contradice a sí mismo cada día y se levanta sobre la mentira, como DJ Trump, que a uno coherente asentado en la verdad como Pepe Mujica.
La izquierda debe entender que necesita transformar las referencias sociales y culturales, no solo gestionarlas y cambiar cosas puntuales sin modificar los elementos androcéntricos que dan sentido y significado a la realidad. Pues en caso contrario lo único que hará será gestionarle la situación a las posiciones conservadoras para que luego presuman de un bienestar social que nunca habrían alcanzado con sus propias ideas, como ha sucedido con el matrimonio entre personas del mismo sexo, la interrupción voluntaria del embarazo, las políticas de Igualdad y contra la violencia de género, la subida del salario mínimo interprofesional… Una sociedad individualista, materialista y hedonista que vive en lo inmediato al final busca lo que le viene bien, sin reflexionar sobre quién lo proporciona y cuál es su significado dentro de un proyecto político, y eso debe cambiar mediante la transformación social.
Pepe Mujica también lo dijo: “Me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo”. Y aunque sí lo cambiaste, lo más importante es que no eras tú quien tenía que cambiarlo, sino todos los demás con tu ejemplo.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
