El complejo de hablar nuestra lengua

Albano de Alonso Paz

¿Existe en zonas meridionales del español (la parte más populosa de la comunidad hispanohablante), en situaciones formales, algún tipo de complejo del hablante detrás del uso del pronombre “vosotros” en lugar del habitual “ustedes”? Es una respuesta complicada ante un asunto complejo pero, si tuviese que responder con una sola palabra, diría que probablemente.

No tengo la certeza absoluta porque, sobre usos lingüísticos, no creo que nadie pueda tenerla; en todo caso, solo el propio usuario, y los procesos psicológicos, sociales y culturales que hay detrás de cada construcción lingüística —en las realizaciones individuales del habla—. Sobre la singularidad de cada realización, el lingüista Ramón Trujillo hablaba de la “inefabilidad semántica”: el significado de cada realización es único en sí mismo. 

Y como lo que hay que hacer es girar el debate hacia los hablantes y la naturaleza concreta de cada realización, lo que observo con alumnado, por ejemplo, en situaciones de aprendizajes que incluyen destrezas orales en una zona puntual del español (en las aulas de un lugar de Canarias), es que hay una restricción creciente en el uso de la segunda persona gramatical habitual en nuestras variedades (“ustedes”) y en sus formas vinculadas, en ámbitos que consideran formales (por ejemplo, un discurso, una obra de teatro…). Veo, a cambio, su sustitución en dichos contextos por el pronombre "vosotros" y sus morfemas asociados de segunda persona del plural. 

Cuando los docentes de Lengua Castellana y Literatura preguntamos por este uso, el alumnado responde que lo ve más apropiado para situaciones de formalidad, o que incluso que lo entiende como de "mayor nivel". Preocupante. Y es preocupante porque me lleva a pensar sobre nuestra labor como sociedad, nuestro desempeño docente y nuestra implicación cultural y patrimonial. También sobre si hemos abordado correctamente esta situación, que además refleja en su trasfondo la problemática que hay detrás.

En primer lugar, que nuestros jóvenes crezcan asociando las formas particulares de la segunda persona del plural del español meridional (amplias zonas de Andalucía, Canarias, español de América…) a un registro informal o incluso a un nivel vulgar de la lengua oral en su uso, es estremecedor. Además de un profundo error, encierra un entendimiento de la identidad lingüística en el que unas representaciones culturales eclipsan a otras, como muestra de una hegemonía histórica que aún no hemos superado.

La gramática comúnmente aprendida, de manual, y asentada en los usos de muchos medios de comunicación (incluido el doblaje, a nuestra lengua, de series y películas), nos conduce al “vosotros” como manera informal de aludir a varias personas y al “ustedes” como uso de cortesía. En el español de zonas meridionales, en cambio, el pronombre personal “vosotros” cae tradicionalmente (a excepción de algunos otros registros puntuales en zonas rurales) en el uso hasta desaparecer, en sustitución por la fórmula generalizada “ustedes”, tanto en un ámbito más reverencial como en situaciones más cotidianas. 

Esto es así, al menos en el papel, en la teoría; sin embargo, las realidades que nos estamos encontrando en las aulas, como proyección de la sociedad, son las anteriormente descritas: los hablantes jóvenes están entendiendo que el “vosotros” y sus morfemos verbales son las soluciones correctas en un ámbito culto o de cortesía, comportamientos que ya investigadores como Gonzalo Ortega, miembro de la Academia Canaria de La Lengua, han catalogado como de una “enorme inseguridad lingüística”.

El impacto del mundo de los medios, y en la actualidad la fuerte influencia de plataformas audiovisuales, tecnológicas y comerciales en general en las formas de pensar o actuar de nuestros jóvenes, están llenando de complejos a multitud de hablantes del español meridional, tanto en el plano gramatical ya visto como en el terreno léxico o fonético. La normas culta del español que se utiliza en las hablas meridionales de esta lengua, de una enorme riqueza geolectal, sucumbe en los usos formales al impacto de las variedades castellanas y su fuerte presencia en producciones digitales, audiovisuales y bibliográficas (incluidos muchos libros de texto que maneja nuestro alumnado). 

Hay una brecha clara en la que el sistema educativo tiene mucho que decir: la escuela debe convertirse en la salvaguarda de la riqueza de todas las variedades geográficas de nuestra lengua

El español, en esta sociedad diversa y plurilingüe, es una lengua en continuo crecimiento y expansión, tal y como lo demuestran los anuarios que publica de forma regular el Instituto Cervantes. Goza de una envidiable robustez cultural, educativa y política a pesar de los intentos de determinadas ideologías conservadoras por querer vendernos una visión tergiversada y etnocéntrica de la riqueza de la diversidad lingüística de este país. Y me remito, por ejemplo, a su continuo crecimiento en todo el mundo dentro del ámbito de su aprendizaje como lengua extranjera. 

Pero esta expansión no puede venir acompañada de una errónea tendencia creciente de considerar que hay una realización más prestigiosa que otra, una variedad más válida que otra, y que por lo tanto esta deje de usarse. Ello ocurre bajo el disfraz de un condicionante con una enorme carga sociológica y cultural que nos habla de contextos marginales y oprimidos estructuralmente frente a una posición dominante que goza de fuerza o salud;  por ello, la variedad “dominante” se expande con un trasfondo pseudocolonialista, hasta lograr la desaparición de otras realizaciones que son parte de nuestro patrimonio. 

Un proceso similar, e incluso de mayor calado aún, ocurre con otras lenguas oficiales de España, como por ejemplo el gallego, cuyo preocupante retroceso frente al español como lengua más extendida en la escuela ha sido constatado en recientes estudios como el presentado el año pasado Real Academia Galega (Mapa sociolingüístico escolar de Ames). Al igual que ocurre con el “ustedes” en el español meridional, en el citado Informe se refleja que más de la mitad de los estudiantes de secundaria encuestados declararon no sentirse cómodos a la hora de expresarse en gallego en un contexto formal. Es, al fin y al cabo, un proceso de similares características al que está llevando a la desaparición anual de multitud de formas lingüísticas minoritarias en todo el planeta, tal y como la UNESCO ya ha advertido.

Ante esta situación, el esfuerzo de las instituciones regionales no está siendo suficiente. Hay una brecha clara en la que el sistema educativo tiene mucho que decir: la escuela debe convertirse en la salvaguarda de la riqueza de todas las variedades geográficas de nuestra lengua. En Nueva Zelanda, por ejemplo, a través de guarderías y colegios convertidos en “nidos lingüísticos”, se preserva el maorí —lengua indígena de esta etnia—, cuyo uso se fomenta entre los más pequeños para que no se pierda frente a la extensión del inglés. Aquí, en España, vamos por otro camino, que lleva a que perezca sin remedio una parte importante de nuestro patrimonio cultural. 

El caso de Nueva Zelanda es un ejemplo de lo que debería ocurrir en los centros escolares de nuestro país. Es necesario que defendamos nuestras identidades lingüísticas sin rubor, para que nuestros pueblos dejen de estar aquejados en el plano lingüístico de históricos complejos e inseguridades en usos desprestigiados por inercias dominantes, en una vuelta de tuerca más a los procesos de imposición cultural. En esta y en otras circunstancias relacionadas con la diversidad, los docentes debemos mantener una posición activa y férrea a la vez, tajante y respetuosa, con el fin de que nadie sienta complejo por hablar una lengua, en ninguna de sus formas y variedades. 

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Albano de Alonso Paz es director del IES San Benito (Tenerife, Canarias) y profesor de Lengua Castellana y Literatura

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