Otro 'Me too'; otra falta de compromiso Daniel Valero 'Tigrillo'
No sé cuál puede ser la palabra más indicada para calificar la cara de espanto que se nos queda a los españoles cuando oímos la barbaridad de las concesiones sanitarias a empresas privadas. Se privatiza la sanidad pública a costa de nosotros mismos, de los españoles, que somos quienes la financiamos con nuestros impuestos.
Tanta desvergüenza me deja sin aliento.
¿Dónde va a parar el dinero de nuestros impuestos? Pues, en gran parte, se lo embolsan nada más y nada menos que las empresas sanitarias privadas que, sobornando a los políticos responsables, consiguen que se les conceda la gestión de los hospitales públicos. Pero las empresas solo piensan en enriquecerse y no cumplen los objetivos que –se supone– han pactado. En consecuencia, la precariedad de la asistencia sanitaria aumenta vergonzosamente y el desmantelamiento progresivo de lo público es un hecho constatado.
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que estas empresas que se enriquecen a costa del abandono y muerte de los españoles son asesinas. Y, en consecuencia, los políticos que se lucran son también cómplices de esas muertes
Una empresa, según la RAE, es una unidad de organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos.
¿Y cómo se lucran estas empresas que se encargan de gestionar los hospitales públicos? Pues se lucran desatendiendo a los pacientes, que no se curan y mueren sin haber recibido los cuidados necesarios. Está claro que el dinero, que reciben de los diferentes gobiernos de las Comunidades Autónomas, no lo emplean en que la población goce de una sanidad adecuada y digna, sino que se lo apropian de forma fraudulenta y lo convierten en beneficios crematísticos (efectivo contante y sonante).
Pero no solo se lucran las empresas, pues al haber sido seleccionadas por las Comunidades Autónomas para la privatización pagan un canon sustancioso a los políticos que las han elegido (o a su pareja) que, sin duda, será proporcional a los beneficios que ellas mismas obtienen.
Y todos contentos.
Entonces podemos decir, sin temor a equivocarnos, que estas empresas que se enriquecen a costa del abandono y muerte de los españoles son asesinas. Y, en consecuencia, los políticos que se lucran a costa de ese abandono y muerte de los enfermos, que esas empresas privadas no han atendido, son también cómplices de esas muertes.
Así las cosas, tras el escándalo del grupo Ribera Salud en Torrejón de Ardoz y el de la empresa Quirón, en la Comunidad de Madrid, ya nos estamos acostumbrando a que la señora presidenta, cuando se pone nerviosa y carece de argumentos, enarbole la bandera de la ETA que, según dice ella, se está preparando para cometer muchos desmanes en Euskadi y en Navarra. Lo hace para meter miedo al personal y desviar la atención; y porque, al parecer, no se ha enterado de que ETA ya no existe desde el 20 de octubre de 2011. Aun así, yo en su lugar tendría la boca cerrada y me plantaría ante el señor MAR para decirle que, si quiere mentir, sea él quién lance esos bulos al aire, porque afortunadamente llevamos década y media sin muertes.
Tanta desvergüenza me deja sin aliento.
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Nieves Sevilla Nohales es maestra y escritora.
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