Cuando gobiernan los piratas

Mucho se ha comentado la iniciativa “motosierra” de Trump en el departamento de ayuda al desarrollo (USAID). Todo el mundo entiende que significa un redoblamiento del egoísmo económico de la superpotencia, que ya no gastará un dólar en ayudar a nadie. Pero se ha hablado mucho menos de otra iniciativa aprobada por Donald Trump en sus primeros días: ha ordenado suspender la aplicación de la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero. Esta ley de 1977 prohibía los sobornos a funcionarios extranjeros por parte de empresas americanas inversionistas, lo que permitió reducir los costes impredecibles que esas prácticas disparan en el comercio internacional. La extensión en 1997 de la norma a 46 países, mediante una Convención de la OCDE, introducía un cierto orden y un estándar ético en las relaciones económicas internacionales, que hoy se hace sencillamente desaparecer. Cojan lo que puedan, parece el nuevo mantra.

Asegurar la “dirección moral” de la sociedad exige un esfuerzo constante de influencia cultural. Ese fue siempre el contenido de la estrategia y la política de los Estados Unidos en el mundo

Lo que eso nos está diciendo es que la administración Trump es la utopía desregulatoria total: los negocios no necesitan leyes. Es lo que Ariño y Romero llamaron “la secesión de los ricos”. El sueño húmedo del capital es un mundo sin reglas. Todo, todo, todo lo que hace Trump tiene el mismo sesgo, desde la diplomacia amenazante hasta las trampas comerciales, pasando por el abandono de los organismos multilaterales de gobernanza mundial. El dominio imperial ya no necesita envolverse en una retórica universalista o civilizatoria de Derechos Humanos, ni de ninguna otra norma. Estamos ante el poder desnudo, la ley de la selva o el derecho del matón de barrio. Donald Trump no es más que un halcón inmobiliario que se educó en la extorsión y la violencia contra los inquilinos pobres de los inmuebles de su padre. Esa es toda su filosofía de la vida y eso es lo que han votado los norteamericanos.

Lo que aún no sabemos es si esa forma descarnada de dominio, ese nuevo rostro del imperio americano, sin disimulos ni ropajes de humanidad, implica que el imperio está más fuerte que nunca o, por el contrario, está braceando para mantenerse a flote ante el desafío de los imperios ruso y chino. ¿Estamos en una fase superior del imperialismo o en el reconocimiento de su impotencia?

Para Gramsci, la hegemonía era el poder de clase que logra extender sus valores, vestidos de universalidad, hasta convertirlos en una suerte de “sentido común” compartido por las otras clases subalternas. Sin ello, el poder es sólo dominio y no tarda en ser cuestionado. Asegurar la “dirección moral” de la sociedad exige un esfuerzo constante de influencia cultural. Ese fue siempre el contenido de la estrategia y la política de los Estados Unidos en el mundo. ¿Qué significa cuando el poder renuncia a la hegemonía? ¿Qué clase de futuro nos está anunciando eso? Los afamados piratas del siglo XVII, como Morgan o Drake, tuvieron un papel estelar en el nacimiento de los primeros imperios capitalistas de Inglaterra u Holanda. Quizás estemos volviendo a una nueva era de piratería.

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Pepe Reig Cruañes es profesor de Documentación Informativa y Periodismo Especializado en la Universidad de Castilla La Mancha y ensayista.

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