Lecciones de la presidencia de Panamá en el Consejo de Seguridad de la ONU

David Balsa Guldris

El pasado 31 de agosto concluía en Nueva York la Presidencia de Panamá del Consejo de Seguridad de la ONU, la Organización de las Naciones Unidas. Una presidencia a la que, a pesar de su excepcionalidad al ser el único Estado hispanohablante en el máximo órgano de decisión de Naciones Unidas, no se le ha otorgado la atención merecida desde una España que se encontraba arrasada por la ola de incendios y sumergida en una espiral de crispación política. El poeta sevillano Antonio Machado escribió versos durante su estancia en Soria –"Campos de Castilla" 1912 – acerca de la España que "desprecia cuanto ignora". No deberíamos ignorar en este 2025 las lecciones de la diplomacia panameña. Un país de cuatro millones de habitantes sin ruido pero con inteligencia y firmeza que ha sido capaz de situar en la agenda internacional cuestiones de vital importancia para su economía –los tráficos marítimos y el canal– así como para sus valores como sociedad democrática avanzada –la protección de las mujeres y niñas en conflictos armados–.

Eloy Alfaro de Alba, el experimentado embajador panameño destacado en Nueva York ante la ONU, apostó desde la llegada el pasado 1 de enero de 2025 de su país al Consejo de Seguridad para un mandato bianual por una diplomacia basada en dos principios: diálogo y consensos. En el clima de polarización extrema del Consejo de Seguridad –como pude comprobar en primera persona durante mi intervención ante el Consejo el pasado 19 de agosto–, este comportamiento podría parecer ilusorio. Sin embargo, tras el cierre de la Presidencia panameña hay unanimidad entre los 15 miembros del Consejo en que esta ha sido una Presidencia que ha dejado huella; Panamá ha cumplido sus deberes y ha superado con nota el examen de la Comunidad Internacional persuadiendo –sin imposiciones ni amenazas– a los demás miembros del Consejo de incluir en el programa mensual de trabajo unas temáticas destinadas a reforzar su posición e influencia en Centroamérica y en la Comunidad Internacional.

No deberíamos ignorar en este 2025 las lecciones de la diplomacia panameña. Un país de cuatro millones de habitantes sin ruido pero con inteligencia y firmeza que ha sido capaz de situar en la agenda internacional cuestiones de vital importancia

El 11 de agosto en Nueva York, con el Presidente panameño José Raúl Mulino presidiendo la sesión flanqueado por el Canciller – de ascendencia vasca – Martínez-Acha y el Embajador Alfaro De Alba, el Consejo de Seguridad debatió monográficamente sobre seguridad marítima. No fue un debate fácil. Las acusaciones de "injerencia indebida" lanzadas por EEUU y respondidas con contundencia "ipso facto" por el embajador chino Fu Cong en relación al Canal de Panamá dejaban clara la trascendencia de las cuestiones sobre la mesa. Panamá se jugaba en el envite su imagen como gestor eficiente y neutral de la vía interoceánica así como pabellón del 14% de la flota mercante mundial. Y contra los agoreros, el país centroamericano salió reforzado del debate. De hecho la firme intervención del Presidente Mulino –ante las reiteradas alusiones al Canal– zanjó el debate al declarar solemnemente la "neutralidad" de la infraestructura y la "irreversibilidad" de la soberanía panameña sustentada en los tratados internacionales.

El 19 de agosto, Panamá sorprendió al dedicar el segundo de los dos debates abiertos mensuales del Consejo de Seguridad a una temática que –en la práctica– la mayoría de los Estados, dentro y fuera del Consejo, ya no consideran lamentablemente como una prioridad: la utilización de la violencia sexual como arma de guerra en los conflictos. Esta lacerante problemática, que debería interpelar a todos los Estados miembros de la ONU, había quedado progresivamente arrinconada en un Consejo de Seguridad desbordado por la interminable sucesión de crisis: Gaza, Ucrania, Sudan, Haití, Pakistán-India, Armenia-Azerbaiyán, Irán-Israel y un largo etc. Panamá cuenta en su haber con una larga tradición de apoyo a los derechos de las mujeres – señaladamente durante la Presidenta Mireya Moscoso ( 1999- 2004)– e implicación en resolución de conflictos bélicos que le han valido en los pasillos de la ONU el apelativo de la "Noruega de Centroamérica".

En Contadora, una paradisiaca isla del Pacífico panameño que recibe su nombre por ser el lugar donde los conquistadores españoles contaban las perlas antes de enviarlas a la metrópoli, surge a inicios de los 80 el grupo de países que apuestan por el proceso de pacificación en el istmo centroamericano. El contexto: el comunista Yuri Andropov en el Kremlin y el republicano Ronald Regan en la Casa Blanca con la guerra fría en su apogeo. La audaz idea, la compleja implementación y el firme liderazgo del "Grupo de Contadora" correspondió a la diplomacia panameña que supo sumar –despacio pero sin pausa– voluntades para conducir a la región a los "Acuerdos de Esquipulas" que recibirán el Nobel de la Paz en 1987. Por cierto, España, de la mano del socialista Felipe González, acompañó durante toda una década esos esfuerzos panameños jugando un rol clave de mediación entre la Casa Blanca y el gobierno sandinista de Nicaragua, así como con las guerrillas izquierdistas de El Salvador y Guatemala.

La XXXª Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno se celebrará en Madrid en 2026. Es un logro de primerísimo orden para la diplomacia española, así como de la tenaz labor y liderazgo del presidente Pedro Sánchez con su permanente atención a Iberoamérica. Esta nueva edición de la Cumbre prevé reunir –tras los últimos fiascos en asistencias e imposibilidad de consensuar declaraciones– a los 22 líderes de los Estados miembros, con el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres como invitado especial, en busca de avances concretos para la región. En Nueva York el éxito de una nación hermana y socio estratégico de España puede ser un buen recordatorio de que el trabajo duro y serio suele recibir recompensa. Las ocurrencias y los fuegos artificiales no duran mucho más allá. El multilateralismo, hoy amenazado más que nunca por la ola nacionalista y xenófoba, tiene una gran oportunidad en la Cumbre Iberoamericana en 2026. Tomemos nota del éxito panameño en Naciones Unidas y contribuyamos entre todos, con diálogo y consensos, al relanzamiento en Madrid del proceso multilateralita e integrador de las Cumbres Iberoamericanas.

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David Balsa Guldris es enviado especial de la Presidencia de la Corte Centroamericana de Justicia ante Naciones Unidas.

David Balsa Guldris

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