Nochevieja desde la redacción

Para que no sea un país de mierda

Está cundiendo una confusión lamentable. Si observando cómo funciona el país y cómo se reparten las oportunidades concluyes que influye demasiado quién es tu papá en cómo consigues ganarte la vida, que la red familiar de contactos acaba contando más que el sacrificio, que algo falla si la pobreza es un círculo vicioso del que resulta casi imposible salir, que el ideal meritocrático, en suma, es una quimera que encubre y perpetúa las causas de la desigualdad, pues a menudo se interpreta que desprecias el valor del esfuerzo.

A los que creemos que en la vida hay que currárselo, faltaría más, pero también que habrá que tener un Estado del bienestar digno de ese nombre para compensar las desigualdades de partida, para que las reglas del juego sean mínimamente justas, para que el tieso tenga opciones de acercarse al entacado, a los que pensamos así, digo, nos acusan de querer una sociedad que premia a los vagos, castiga el talento y desincentiva el mérito. Y no, no, para nada.

Por supuesto, alimentan el equívoco por propia conveniencia hijos de, herederos, rentistas, zánganos, paniaguados, caraduras, fantasmas y beneficiarios de másteres de ocasión, que van por la vida presumiendo de que todo lo que tienen es fruto del sudor de su frente. Porque si quieres, puedes. Y el que fracasa, pues se lo habrá buscado. Haber estudiado, haber emprendido. Que cada palo aguante su vela. Aquí nadie regala nada. El Estado que no se meta, que lo adultera todo. En fin, ya conocen el argumentario.

Es lógico que los beneficiarios de todo este fraude ideológico lo defiendan a capa y espada. Si tienes refugio, te va bien el "sálvese quien pueda". Lo que me apena es que sus víctimas se lo traguen. Conocemos casos: precarios, parados, inestables o pobres que agravan sus desvelos con sentimientos de fracaso y de culpa. Así –de mal– funciona la opinión pública. La gente interioriza ideas que contribuyen a su hundimiento material. Estos ojos han visto en manifestaciones contra el impuesto de sucesiones a almas de cántaro que lo más parecido que van a ver en su vida a una herencia es una deuda.

A mí todo esto me hace saltar las alarmas. Una vez consumada la apropiación indebida de la Constitución –nótese que el constitucionalista suele ser a la Constitución lo que el carterista a la cartera– y recortada la idea de "libertad" mediante un sesgo individualista hasta lo sociópata, sólo faltaba ya que la cofradía rentista se quedase con la bandera del esfuerzo para arrearle con ella en la cabeza al currito de ocho a ocho. Como se dice en mi pueblo: "Encima de joío, apaleao".

Consumada la apropiación indebida de la Constitución –el constitucionalista suele ser a la Constitución lo que el carterista a la cartera– y recortada la idea de "libertad", sólo faltaba ya que la cofradía rentista se quedase con la bandera del esfuerzo

Mi chavala me trajo el otro día unas notazas. Estaba orgullosa, sobre todo por el 9 en matemáticas. Alguna vez, haciendo descomposiciones numéricas, había amagado con un lloriqueo: "Papá, es que las mates se me dan mal". Yo le había soltado el clásico repertorio sobre la superación de los límites y la satisfacción por el objetivo cumplido, que hace que merezca la pena el esfuerzo. La niña sabe que en casa nos tomamos muy en serio el cole. Que currárselo es su obligación y sacar buenas notas no implica premio, porque es lo que tiene que hacer y punto. Creo que no pilla bien mis chapas moralistas, pero de momento funcionan. Parece que confía en todo eso del esfuerzo, la superación, la recompensa y la satisfacción. Cuando trajo las notas, con su sobresaliente en matemáticas, todo encajó. "¿Lo ves? Te has esforzado y lo has conseguido. Así funcionan las cosas". Ocultar a los hijos parte de la verdad es un deber primordial de la paternidad.

Yo pontifico por las mañanas delante de la niña sobre las bondades del esfuerzo y escribo por la tarde sobre el fraude de la meritocracia y la avería del ascensor social. Que nadie se extrañe. Alguien dijo que menos de tres contradicciones al día es dogmatismo. Además, es compatible defender el valor del trabajo duro y al mismo tiempo denunciar las trampas del sistema. Creo que el esfuerzo mejora la vida y reconozco en el mérito individual. Pero también veo que España, como me dijo un tipo con buena cabeza, va camino de ser un país en el que aseguras mejor el porvenir heredando un piso que terminando unos estudios. Y eso, lo digo patrióticamente, es una mierda de país.

Ahí va mi deseo para 2022. Hay que meterle mano a este desastre de la desigualdad para tener algo decente que decirle a los chavales.

Más sobre este tema
stats