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Muros sin Fronteras

'Refugees go home?'

Los mecanismos mentales y políticos que permitieron el Holocausto y otras matanzas siguen vivos entre nosotros. Su motor es el miedo a perder lo que tenemos, incluso miedo a perder lo que no tenemos. Nuestra debilidad nace de una educación que crea personas incapaces de diferenciar la realidad de la propaganda, lo importante de lo superfluo. Se premia al obediente sobre el crítico.

Ese miedo inducido es el bisturí que divide el mundo en dos categorías enfrentadas: “ellos” y “nosotros”, que nos exige elegir un bando para poner a salvo el confort que disfrutamos, que pese a la crisis sería un lujo para el Tercer Mundo. Pocos se preguntan quién paga el precio de la diferencia.

El martes se conmemoró el Día Mundial del Refugiado, como si se les pudiera equiparar a cualquiera de las fiestas consumistas a las que estamos habituados, el Día de la Madre, el del Padre, el de los Abuelos. Pero al menos es un día que sirve para concienciar y agradecer a los ya concienciados, a las personas e instituciones que trabajan por el bien común más allá de razas, sexos, ideas, religiones o nacionalidades.

El día de los refugiados debería ser todos los días, al menos en la exigencia del cumplimiento de las leyes que nos obligan. Los refugiados son portadores de derechos recogidos en las convenciones internacionales creadas y firmadas después de 1945, y de las que tanto hemos presumido cuando eran papel y ahora, cuando más se necesitan, las vaciamos de contenido en nombre de la seguridad. ¿De quién? ¿De los que provocan guerras? ¿De los que trafican con armas, minerales robados o personas?

Políticos irresponsables blanden el terrorismo vinculándolo a “ellos”, a los “otros”, reforzando el miedo de una sociedad sin mapas pese al exceso de noticias. Fluyen las informaciones sobre personas sin formación. Los que menos tienen nos dan lecciones de generosidad, como en el caso de Uganda que acoge más refugiados que EEUU.

Esta semana hemos conocido que el número de refugiados y desplazados en todo el mundo es de 65,6 millones, 300.000 más que hace un año. Una de cada 113 personas se ha visto forzada a dejar su casa para salvar la vida. Sus historias son similares a las nuestras durante la II Guerra Mundial y podría volver a serlo en un planeta amenazado por el cambio climático. Las guerras del futuro serán por el agua, no tanto por el petróleo y el gas natural.

Nadie está a salvo en el “nosotros”, cualquiera puede convertirse en “ellos”, caer en la categoría de los rechazados.

Cuando reenvié un tuit de la alcaldesa Manuela Camena en favor de la movilización de Madrid  #YoVoy17J, una persona respondió: “Llévelos a su casa”. Siete pincharon “me gusta”. A ellos les dedico este vídeo, en el caso de que sean capaces de ver más allá de su ignorancia xenófoba. Son gente que no merece los derechos que disfrutan.

Los odiadores de personas que no conocen se nutren de los vídeos que invaden Facebook en los que se mezclan datos y conspiraciones, en los que se manipulan las imágenes para sostener el discurso de la invasión. Se presenta a los que lo han perdido todo como una amenaza, nunca como víctimas que huyen de guerras alimentadas por la torpeza o los intereses inconfesables de nuestros gobiernos y empresas. Esas personas, las que compran toda la basura racista, son los que después votan a opciones de extrema derecha.

También se multiplican las historias de solidaridad, como la de la familia griega de Stamatis y Katerina

En este enlace, la revista 5W nos desvela quiénes son el otro 1%, el que no el que manda, el que no se hace más rico en las crisis económicas y en las guerras. Es el 1% de los invisibles, de los rechazados.

De los 65,6 millones de refugiados y desplazados en el mundo, 17,2 millones están registrados por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Este organismo de la ONU, que depende de los fondos de los países miembros, lleva años reclamando un mayor presupuesto para hacer habitables los campos de refugiados de Turquía, Jordania y Líbano.

Hay que sumar 5,3 millones de palestinos, los grandes olvidados en los últimos años. Hay 2,8 peticionarios de asilo y 40,3 millones desplazados internos. Los mayores exportadores de tragedia son Siria, Afganistán y Sur Sudan. Entre  los tres copan el 55% de los refugiados y desplazados del mundo. Más datos en este gráfico de la agencia France Press.

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Después está Irak y dictaduras como la de Eritrea. A ellos habría que sumar a los migrantes, que huyen de la guerra del hambre y de la pobreza extrema. Ellos ni siquiera tienen derecho a asilo. Los que tienen suerte y sobreviven al Mediterráneo o saltan alguna valla podrán pasar de la miseria a la explotación.

Estos son los tres conflictos que más refugiados y desplazados producen. Ninguno sería posible sin las injerencias y los intereses extranjeros, es decir del “nosotros”.

 

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