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Ayuntamiento de Madrid

Botella se aparta tras sonoros fracasos de gestión y desencuentros con el PP

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Escuchar a Carlos Floriano, vicesecretario de Organización y Electoral del Partido Popular, decir que "el PP tiene muchos candidatos para Madrid, empezando por su alcaldesa", fue la gota que colmó el vaso, según cuentan fuentes conocedoras del proceso que culminó este martes con el anuncio por parte de Ana Botella de que no concurrirá a las municipales de 2015. La alcaldesa ya tenía previsto comunicar su decisión, y así se lo había trasladado a Mariano Rajoy hace unas semanas en conversación telefónica. Lo que no tenía claro era cuándo. Y el día elegido terminó siendo este martes,tras una nueva charla, esta vez en persona, con su jefe de filas. 

A las declaraciones de Floriano se había sumado un Comité Ejecutivo Nacional de su partido, en el que no estuvo presente, y en el que el presidente del PP había frenado a todos aquellos que piden que se designe ya a los candidatos. Su nombre no estuvo sobre la mesa pero sabe que su futuro lleva meses siendo la comidilla del partido y ya estaba algo cansada, sobre todo después de leer en las últimas semanas en los medios de comunicación que el partido estaba esperando su paso atrás. El jarro de agua fría de Rajoy a los fieles a Esperanza Aguirre con el frenazo a avanzar en las candidaturas llegaba tarde. También se sumó una noche complicada para ella y para su equipo: un hombre de 72 años se convertía en el segundo muerto en lo que va de verano tras ser golpeado con una rama de un árbol, un hecho que pone en el punto de mira la actuación del consistorio en lo relacionado con el mantenimiento de parques y jardines: recortes. Con estos hechos recientes a sus espaldas, Botella convocaba a la prensa y en una comparecencia sin preguntas, despejaba todas las dudas: no concurrirá a las municipales de 2015.

En clave interna, su reacción fue interpretada como una respuesta a las presiones de dentro del PP. No es un secreto que hay voces en el partido que llevan meses analizando minuciosamente cualquier encuesta que se publica al respecto y que, hasta este martes, apuntaban a que Botella no reunía los requisitos necesarios para mantener al Ayuntamiento de Madrid bajo las siglas del PP. ¿Se atrevería el partido a presentar a las urnas a una política tan lastrada por lo polémico de sus actuaciones y las gestión de las crisis a las que ha tenido que hacer frente? A priori, Rajoy, muy acostumbrado a no tomar decisiones hasta que los problemas se enquistan o se solucionan solos –leánse los casos de Mayor Oreja, Francisco Camps o Jaume Matas–, gana porque se ahorra el trámite de decirle a la mujer de José María Aznar que no cuenta con ella. Pero se abre un nuevo frente: da igual que haya dicho que no tiene prisa por designar a los candidatos. Madrid, feudo del aguirrismo, es un territorio complicado y no van a cesar las voces que demandan que se conozca quién va a ser el cabeza de cartel y quién va a acompañarle en la Comunidad de Madrid. Precisamente, en la misma tarde del martes, Ignacio González, presidente de la Comunidad, insistía en la necesidad de despejar ya las dudas.

El PP, su principal crítico

Cuando Botella abandone su despacho en Cibeles una vez que transcurran las elecciones dejará atrás casi cuatro años de acciones marcadas por la polémica, muchas de ellas impopulares, y también de tensiones con la formación a la que pertenece. Sus defensores admiten algunos errores, muchos de ellos "de bulto" en su gestión. Pero lamentan que sus examinadores más exigentes, sus principales críticos, hayan sido sus propios compañeros de partido. "Se ha sido mucho más duro con ella de lo que se fue con Alberto Ruiz-Gallardón. Cualquier declaración sin importancia, cualquier tropezón, cualquier desliz... no se le ha perdonado nada", mantiene uno de sus concejales. "Heredó una deuda tremenda de la etapa del ahora ministro de Justicia. Ha hecho malabares para cuadrar las cuentas. Pero nada. Eso no cuenta", explica la misma fuente.

Independientemente de estas observaciones, Botella se estrenó en el Palacio de Cibeles en diciembre de 2011. No había cumplido un año en su despacho cuando tuvo que hacer frente a la peor crisis de su legislatura: la muerte de cinco adolescentes en la tragedia del Madrid Arena. Y su capacidad de gestión fue puesta en tela de juicio cuando se supo que mantuvo un viaje familiar que había programado a Portugal para ese fin de semana. Le llovieron críticas. De dentro y de fuera del PP. Y le escocieron estas críticas. Tanto que lo llegó a comentar en una reunión interna del PP de Madrid en la que también se le echó en cara haber firmado contra la privatización sanitaria de Ignacio González. Su interlocutora era la propia Esperanza Aguirre.

Después llegarían el fracaso de la candidatura olímpica para Madrid en 2020 y su famoso "A relaxing cup of café con leche"; la huelga de basuras de la capital y sus enfrentamientos con el Gobierno a cuenta de las manifestaciones del 22-M. Botella, llegó a pedir a la Delegación del Gobierno una zona acotada para las manifestaciones. Y la delegada, Cristina Cifuentes, respondió reclamando que hiciese estas peticiones a través de los cauces oficiales y no de los medios de comunicación. La cosa terminó con una reunión entre ambas para sellar la paz.

Enfado importante generó también en el partido su intervención en el club siglo XXI de diciembre de 2013, cuando reclamó al PP que recuperase la iniciativa "en defensa de la ley y las instituciones" para evitar "una fragmentación significativa" de su base electoral. También señaló que existen "dudas" sobre el "proyecto político" del que ella misma forma parte. Y que sólo disipando esas dudas el PP podrá "culminar" la tarea de "devolver" a los españoles "a un camino del progreso" del que nunca debieron apartarse. 

Una baja en las quinielas

Ella nunca había dicho nada sobre su futuro. Lo justificaba señalando que estaba concentrada en su trabajo como alcaldesa. Eran los suyos los que hacían de intérpretes a raíz de algunos de sus gestos o comentarios. Por unos meses, pareció que estaba ilusionada con la idea de concurrir como cabeza de lista al puesto que había heredado de Alberto Ruiz-Gallardón. Así se desprendió de una intervención suya en el Foro ABC del pasado mes de abril, cuando anunció la supresión de la tasa de basura para 2015 –año electoral– y la eliminación de los parquímetros en los distritos de Carabanchel, Fuencarral y Hortaleza.

Con ella apeada de la carrera por la batalla de Madrid, los posibles aspirantes se reducen. Esperanza Aguirre, que nunca ha negado que le gustaría ser alcaldesa de Madrid, es fija en todas quinielas. A favor, cuentan en el partido, tiene el hecho de que las encuestas la ubican como una de las favoritas, muy apreciada por los madrileños y muy buena conocedora de la política regional. Es, además, la presidenta del PP de Madrid. En contra, tiene un currículum de sonados desencuentros con Mariano Rajoy. Y el giro que recibió la semana pasada el incidente de tráfico del que fue protagonista. Que la Audiencia haya pedido que se instruya como delito, y no como falta, podría conducir a que tuviera que declarar ante el juez y ser condenada. Y todo este proceso puede cruzarse con la designación de candidatos.

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Los aguirristas sostienen que es, además, la favorita de los alcaldes de la Comunidad según ha podido testarse en reuniones internas de partido. "Con ella en el Ayuntamiento, se produciría efecto arrastre para la presidencia de la Comunidad y para el resto de municipios madrileños".

Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, también suena como posible candidata. Ella, de momento, no se pronuncia en público y mantiene que su intención es acabar con el mandato que se le encomendó cuando Mariano Rajoy llegó a la Moncloa. Cuentan en el Gobierno que, de tratarse de un duelo Aguirre-Cifuentes, María Dolores de Cospedal se decantaría por la primera. Y la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, por Cristina Cifuentes. Eso, si las opciones solo fuesen dos. Porque la mano derecha de Rajoy lleva ya unos meses en las quinielas y hasta ha sido incluida en alguna encuesta interna de partido para ver cómo reaccionan los electores.

La última palabra, como todo en el PP, la tiene Rajoy. Queda en sus manos la decisión de abrir o no una crisis de Gobierno de ese calibre que, de paso, le permitiría que Santamaría aterrizase en el tan poco controlable PP madrileño.

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