Crisis del coronavirus

Las comunidades endurecen las medidas tras los brotes: el alto porcentaje de asintomáticos en Lleida y Lugo explica la escalada de positivos

Vista de un cartel informativo del Ayuntamiento de Ordizia (Gipuzkoa) caído en una calle este jueves.

Los brotes que proliferan en quince comunidades autónomas ascienden ya a 73 y concentran todas las miradas. Con el inicio de la nueva normalidad, los expertos enseguida advirtieron de los repuntes que con toda seguridad emergerían en el transcurso de la vida cotidiana, especialmente durante los meses estivales. Los brotes entraban dentro de las previsiones, pero su rápido incremento ha obligado a algunas comunidades a extremar las medidas de respuesta. El total de nuevos casos positivos, además, ascendió este miércoles a los 257, la cifra más alta desde mayo. El jueves el número de positivos se instaló en los 241.

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha valorado este jueves el hecho de que algunas comunidades hayan decidido reforzar los instrumentos para contener los rebrotes y ha recordado que "las medidas son las adecuadas". Illa ha señalado igualmente que en el caso de "quien quiera ir más allá habrá que ver la especificidad de las disposiciones que se adopten". Fernando Simón, director del Centro de Emergencias y Alertas Sanitarias (CEAS), ha alabado en su comparecencia "el esfuerzo de control de las comunidades autónomas", así como la rapidez a la hora de identificar y controlar los casos acumulados. Respecto a las herramientas empleadas por las autonomías, el doctor ha señalado que "sobreactuar para reducir la transmisión" no es objeto de preocupación. "Lo que me preocuparía sería no actuar el mínimo necesario", ha zanjado. 

Los rebrotes, tal y como define el propio ministerio, son casos confirmados de tres o más personas relacionadas, en el mismo momento o lugar. Aquellos que más preocupan actualmente se sitúan en A Mariña (Lugo) y Segrià (Lleida), especialmente este último por existir "cierto grado de transmisión comunitaria". En la primera comarca, formada por catorce concellos y en torno a 70.000 personas, los nuevos casos confirmados han ascendido este jueves a 21, sumando un total de 165. En cuanto al territorio catalán, donde habitan más de 200.000 personas, los nuevos positivos se elevan a 46 y el total alcanza 220. Este jueves ha sido confirmado el primer fallecido. Simón ha explicado que todavía es pronto para determinar si la situación está bajo control y que serán necesarios unos días para ver la efectividad de las medidas. Sí ha adelantado que el alto número de asintomáticos explica en parte la acumulación de nuevos positivos.

En ambos territorios las autoridades han decidido ir un paso más allá y decretar el confinamiento perimetral de la población. Es decir, sus vecinos no podrán salir ni entrar a la comarca, excepto en supuestos debidamente justificados. Dentro de las fronteras, la movilidad no está limitada aunque sí se recomienda que cada persona permanezca en su municipio y evite movimientos en la medida de lo posible. Las instrucciones que habrán de seguir los habitantes de ambas zonas son similares a aquellas que asumieron durante las fases de la desescalada: reuniones de no más de diez personas, aforos a la mitad de su capacidad y prohibición de consumir en las barras de los locales, entre otras. Los catalanes cumplirán estas condiciones durante al menos quince días, desde el sábado, mientras que los gallegos terminan este viernes un primer periodo de cinco días de confinamiento.

En Cataluña, además, la Generalitat ha decidido decretar el uso obligatorio de la mascarilla, incluso en aquellos espacios donde sí sea posible mantener la distancia interpersonal. Este criterio ha sido adoptado igualmente en Illes Balears, con tres rebrotes detectados, donde actualmente se prepara un decreto para definir las condiciones y limitar también las reuniones sociales. También Euskadi se ha inclinado por imponer el uso obligatorio de la mascarilla y recuperar limitaciones en el aforo de los establecimientos ubicados en Ordizia (Gipuzkoa), con el objetivo de aplacar el brote que de momento ha dejado 58 positivos en el territorio.

El alcalde de Ordizia mira con especial preocupación el repunte en su localidad, con las elecciones de este domingo 12J a la vuelta de la esquina. El regidor, Adur Ezenarro (EH Bildu), ha pedido el aplazamiento de los comicios en el municipio, pero la Junta Electoral de Euskadi cree que se dan las condiciones de seguridad para acudir a las urnas. En un brete están también las autonómicas al noroeste. Las diez alcaldías del PSdeG y las dos del BNG en la costa lucense han pedido igualmente posponer la votación y la oposición se ha alineado en la crítica a la Xunta de Galicia. También la Diputación de Lugo pide atrasar los comicios.

Las quince comunidades afectadas por los rebrotes aguardan la evolución de los casos, pendientes de las medidas tomadas en los territorios más deteriorados. Algunas zonas, como Santander y Albacete, han optado por confinamientos selectivos a menor escala: en ambos territorios han sido confinados edificios enteros. Fernando Simón descarta, por el momento, generalizar esta herramienta y la tónica global responde a las pautas dictadas por los protocolos en cuanto a la actuación frente a los brotes. Esto significa: detección de positivos, rastreo de sus contactos, aislamiento y seguimiento.

Control de los brotes

Javier del Águila, médico residente de Medicina Preventiva y Salud Pública en el Hospital de Móstoles (Madrid), expone a preguntas de este diario que "no hay una manera única de analizar los brotes" y remarca que las conclusiones varían en función del comportamiento del virus. Sí existen, matiza, algunos elementos importantes: quiénes son las personas contagiadas, de dónde provienen, están o no interconectadas. Son algunas de las preguntas lógicas que surgen en toda investigación. "En Lleida sabíamos que estaban asociados a trabajadores temporeros y a una planta procesadora de carne", explica a modo de ejemplo el también investigador en el Centro Nacional de Epidemiología. De esta manera, se trata de encontrar un vínculo entre los casos y así "se comienza siempre la investigación de un brote". A partir de entonces, se aceleran las medidas a tomar, especialmente el aislamiento y la búsqueda de contactos. Habitualmente, señala, con eso es suficiente para controlar el brote.

Pero no siempre. "Puede pasar que el brote vaya generando más casos, algunas personas se escapen de esa vigilancia o no se llegue a ellas a tiempo", observa el experto, de modo que los lastres comienzan a emerger una vez se amplifica el foco: "Ya no encuentras un vínculo, de pronto hay un edificio con todos sus vecinos contagiados y mientras va pasando el tiempo". Existen, en esencia, "muchas informaciones pequeñas que según el brote cobran una relevancia u otra". Hay un ejemplo gráfico que lo explica de manera lúcida: puede ser más preocupante un brote de cuarenta personas cuya génesis se desconoce que otro de cien con un origen y un vínculo claro. Y si el origen "viene de diez puntos diferentes, preocupa más". Todos estos indicadores permiten definir una imagen clara respecto al brote, clave para la toma de decisiones.

A partir de esa fotografía algunas comunidades han decidido hacer del uso de mascarillas una obligación. Para Javier del Águila, se trata más de una medida pedagógica y de concienciación. "Primero se lo pedimos a la población, luego pusimos condiciones y ahora el tercer paso es la imposición obligatoria" que al final sirve "más para concienciar y enviar un mensaje" basado en que "el problema no está controlado". Objetivamente, insiste el experto, "no es necesario, pero ahora sí es importante dar un paso más" para hacer que el mensaje cale.

Sobre el uso de mascarilla ha arrojado algunos datos el Estudio Nacional de Sero-Epidemiología publicado el pasado lunes por el Ministerio de Sanidad. La obligatoriedad de portarla cuando no se pudiera garantizar la distancia de seguridad se instauró el 21 de mayo. A partir de ese momento, "la adopción del uso de la mascarilla ha ido extendiéndose", de forma que a mediados de mayo un 19,3% de la población mayor de seis años reconocía no utilizarla nunca y a finales del mismo mes esta proporción se redujo hasta un 11,3%. Ya durante la primera quincena de junio, el porcentaje descendió hasta el 8,4% y a finales del mismo mes cayó hasta el 7,3%. Las diferencias entre comunidades son, no obstante, reveladoras. Durante el último periodo analizado, el 45,5% de la población de Gipuzkoa admitía no hacer uso de la mascarilla, el 23,5% de Bizkaia y el 20% de Araba. En Galicia, afirmó lo mismo el 18,9% de los lucenses, el 15,1% de los coruñeses y el 15,5% de los pontevedreses, mientras que en el caso de Ourense el porcentaje cae al 5,1%. En Illes Balears la cifra es de un 22,4%.

Mapa sobre el uso de mascarilla entre los participantes en el Estudio Nacional de Sero-Epidemiología.

"Estamos viendo cómo actúa el virus"

Las diferencias respecto a los peores meses de la crisis están también en el perfil de los contagiados: la media de edad ha descendido y la mayoría de los casos son asintomáticos –en torno al 70%–, por lo que el virus no parece arrasar con la salud de sus portadores. La lectura es doble: los casos son más leves, pero la transmisión se hace también más sutil, debido a las muchas dudas respecto a la forma en que las personas asintomáticas contagian el virus. Algo que tiene en parte solución con una detección veloz y una contención ágil.

Javier del Águila explica esta realidad apuntando al intenso trabajo de rastreo. "La vigilancia está muchísimo más avanzada y por eso tenemos más capacidad, estamos captando los casos de jóvenes con muy pocos síntomas o asintomáticos", relata. Es posible que esto mismo se produjera de forma idéntica en los primeros meses, pero entonces la capacidad para detectarlo era menor. "Posiblemente al principio era este perfil el que estaba siendo responsable de gran parte de la transmisión y luego llegaba a los mayores", pero la capacidad de percibirlo era mucho menor. Ahora, reflexiona el médico, "estamos viendo el auténtico comportamiento del virus", que anida en "mucha gente joven que luego lo transmite". Esto "no significa que sea menos peligroso", sino que disponemos de las herramientas para captarlo con mayor rigor. En todo caso, alerta el experto, "por pura estadística, alguno de esos jóvenes se pondrá muy malo y los brotes crecerán". La clave, una vez más, pasa por la calidad en la investigación, el refuerzo de la esfera sanitaria y la responsabilidad colectiva en las calles y entornos laborales.

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De todo ello habla Manuel de Castro, portavoz del área hospitalaria de la Asociación de Médicos y Titulares Superiores de Madrid (Amyts). Para el sanitario, los brotes "son la expresión de los fallos que tenemos como sociedad" y para muestra el caso de Lleida: empleo en "condiciones lamentables que multiplican al infinito las posibilidades de transmisión". En ese sentido, el profesional entrevé "brechas que podíamos haber corregido" pero que "no se han puesto encima de la mesa".

De Castro, sin embargo, cree que "lamentablemente aparecerán brotes", pero el comportamiento de la ciudadanía "está siendo correcto", de manera que los problemas "podrían ser controlables". El papel protagonista lo tiene ahora, a su juicio, la administración. Las autoridades deben "poner en marcha mecanismos para abordar la situación si esto se extiende". Si la población "se relaja en las costumbres el sistema público no ha puesto en marcha medidas para la contención ni para la corrección del brote", lamenta.

Lo cierto es que los profesionales sanitarios sí cuentan con "más experiencia, más preparación y algunos medios técnicos", pero los riesgos "pueden poner el jaque al sistema". La atención primaria está en una situación de "derrumbe total" y la administración "ha dejado marchar a los médicos residentes fuera porque no les ha dado condiciones de trabajo". Las alertas, sentencia, deben ser escuchadas sin excusas por todas las partes.

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