Los límites del Estado aconfesional

Los críticos de la Iglesia reclaman a la jerarquía que pida perdón por el franquismo

El cardenal Antonio María Rouco Varela, expresidente de la Conferencia Episcopal.

La jerarquía católica española se resiste, tras casi cuarenta años de democracia constitucional, a ejercer la autocrítica, a pedir perdón o a expresar arrepentimiento por las complicidades de la Iglesia con Francisco Francodurante la guerra, la represión y la dictadura. La pretensión del Gobierno de Pedro Sánchez (PSOE) de exhumar los restos del dictador de la basílica católica del Valle de los Caídos, que se enfrenta a la oposición de la comunidad benedictina que los custodia, ha vuelto a aflorar las dificultades del alto clero para lidiar con la historia del siglo XX, en el que la Iglesia fue aliada de las dictaduras de Miguel Primo de Rivera y Franco, del que obtuvo unos privilegios que en buena medida mantiene en democracia. "La exhumación de Franco ofrece una oportunidad de hacer confesión pública, que es una acto claramente religioso. La petición de perdón es una actitud cristiana. Es el cumplimiento de uno de los deberes más intrínsecos al cristianismo,", señala Juan José Tamayo, teólogo de la Asociación Juan XXIII y pensador de referencia de la Iglesia progresista.

Juan José Tamayo afirma que "los pronunciamientos de la jerarquía católica sobre la exhumación de Franco" vienen siendo "muy formales y muy tímidos". "Aquí hay una situación inexplicable en gobiernos democráticos e iglesias cristianas del mundo. No existe otro mausoleo a un dictador custodiado por una congregación religiosa. Los obispos no pueden limitarse a decir que esto es un asunto del Gobierno y la familia, porque el dictador está enterrado en un templo católico, lo cual supone una prolongación por parte de la Iglesia de la legitimación de la dictadura.Esto es inaceptable y contrario al espíritu evangélico", sintetiza Tamayo.

La actual situación tiene raíces históricas. El golpe de Estado contra la República tuvo inspiración religiosa. José María Gil Robles, líder de la CEDA, que en las elecciones de 1936 había contado con el apoyo de la jerarquía católica, aportó medio millón de pesetas al general Mola unas semanas antes del alzamiento, y con posteridad puso a su formación al servicio del bando nacional. La rebelión contó de inmediato con el apoyo de la cúpula eclesial. "España será católica o no será", proclamó el cardenal Isidro Gomá durante la guerra, elevada al rango de "cruzada". La Carta Pastoral Dirigida a los Obispos del Mundo Entero, publicada un año después de iniciada la guerra, supuso la consagración del apoyo sin ambages de la Iglesia a Franco: "Hoy por hoy, no hay en España más esperanza para reconquistar la justicia y la paz y los bienes que de ellas derivan, que el triunfo del movimiento nacional". Acabada la guerra con el triunfo franquista, el papa Pío XII telegrafió un mensaje al Caudillo: "Levantamos nuestro corazón al señor y agradecemos la deseada victoria católica en España".

La Iglesia fue parte del aparato de represión. La jerarquía católica dio al franquismo reconocimiento internacional y situó al dictador bajo palio. Pío XII llegó a nombrar al general protocanónigo. A cambio Franco abrochó la Iglesia a todos los campos fundamentales del Estado y la sociedad: económico, simbólico, educativo, patrimonial, militar... Le garantizó financiación y carácter de confesión oficial. Y lo consagró todo en el Concordato de 1953. Franco –escribe Alberto de la Hera en Las relaciones entre la Iglesia y el Estado en España (1953-1976)– "era consciente de cuánto daba y a cambio de qué poco en el Concordato Pero, con ello, compraba un 'privilegio' para él muy valioso, que en el Concordato no figura: el título oficial de Estado católico respaldado por la Iglesia". El general golpista arrancó además al Vaticano el artículo VI, que estableció que "los sacerdotes españoles diariamente elevarán preces por España y por el Jefe del Estado". Y lo hicieron durante largas décadas

  El precio del "pacto de olvido"

"El problema empieza en 1937, con la legitimación del golpe de Estado. Luego todo ha sido un sostenella y no enmendalla. Convirtieron la guerra en una cruzada y apoyaron la dictadura", apunta Tamayo, que subraya: "Otras jerarquías católicas han apoyado dictaduras, ésta no es la única. ¡Pero durante un tiempo mucho más breve! ¡Aquí fueron cuarenta años! Eso es un pecado gravísimo, estructural. No es un pecado venial, o justificable". Durante la dictadura no hubo condena oficial del franquismo por parte de la Iglesia, aunque en su fase final sí florecieron movimientos críticos, partidarios de la democracia, cuyo referente más visible durante la Transición fue Vicente Enrique y Tarancón. Pero tampoco se ha producido la condena durante la democracia, en la que sobreviven resabios del nacionalcatolicismo.

Los acuerdos de 1979, que reformaron el Concordato del 53 para que la Iglesia mantuviera el grueso de los privilegios del nacionalcatolicismo, demostraron que era posible pasar de la dictadura a un régimen abierto manteniendo el lazo íntimo entre el poder civil y la organización privada, filial en España de un Estado extranjero (el Vaticano) que había sido el mayor sustento de Franco. Y sin pasarle factura. El ensayo El resurgir del pasado en España. Fosas de víctimas y confesiones de verdugos, de Paloma Aguilar y Leigh A. Payne, resume así el papel de la Iglesia en el "pacto de olvido" de la Transición: "La jerarquía eclesiástica ha logrado que se reconozca a sus víctimas: gracias a las decididas y persistentes iniciativas vaticanas, se ha beatificado a muchos sacerdotes asesinados durante la guerra civil por combatientes del bando republicano. Sin embargo, esa misma jerarquía se ha negado en repetidas ocasiones a apoyar los esfuerzos que las víctimas republicanas han hecho para obtener reconocimiento público, verdad, justicia o incluso la exhumación de los restos de sus familiares, y a veces se ha opuesto directamente [...]".

  Arrepentimientos fuera, equidistancia aquí

Pero no en todas partes ha sido así. En 1998 el Vaticano hizo un público "acto de arrepentimiento" por su insensibilidad ante el nazismo. El papa Francisco ha pedido perdón a los evangelistas pentescostales por su persecución durante el fascismo en Italia. En Argentina la Iglesia ha reconocido sus "pecados" en la dictadura de Videla. La conducta de la Iglesia en España, en cambio, ha sido cubierta por un tupido velo. Cuando en 2000 Juan Pablo II aludió a las culpas de los "hijos de la Iglesia" y entonó un "nunca más", no hizo explícita referencia a nuestro país.

Aquí la Iglesia fue durante la Guerra Civil "sujeto paciente y víctima", como dijo monseñor Juan José Asenjo en 2000 siendo portavoz de la Conferencia Episcopal, dirigida entonces por Antonio María Rouco Varela. También bajo el mandato de Rouco se aprobó la tesis episcopal sobre la guerra, titulada La fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX,La fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX que evitaba cualquier autocrítica. "España se vio arrastrada a la guerra civil más destructiva de su historia", decía el texto episcopal. "No queremos señalar culpas de nadie en esta trágica ruptura de la convivencia entre los españoles. Deseamos más bien pedir el perdón de Dios para todos los que se vieron implicados en acciones que el Evangelio reprueba, estuvieran en uno u otro lado de los frentes trazados por la guerra". La definición de equidistancia.

Para encontrar gestos de cierta contrición, hay que acudir a las palabras en 2007 de Ricardo Blázquez, en la primera de sus dos etapas como presidente de la Conferencia Episcopal. Blázquez afirmó que "en el decenio de los 30" hubo "actuaciones concretas" de miembros de la Iglesia que fueron contrarias al evangelio. "Los que nos han precedido pueden haber sido testigos luminosos del Evangelio, y en otras ocasiones pueden haber realizado lo que el Evangelio desaprueba". Pero nunca nada en tal sentido ha sido puesto por escrito para su asunción por parte de la Iglesia española, tampoco del Vaticano. Persiste hasta hoy en el episcopado, aunque ya ninguno de los obispos proviene de la jerarquía católica predemocrática, una actitud contraria a las "políticas de memoria histórica". El arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ha dicho esta misma semana que la memoria "reabre heridas" y "divide a los españoles", el argumentario clásico de la cúpula eclesial, así como del PP y en buena medida de Ciudadanos.

  Redes Cristianas

La anunciada intención del Gobierno de exhumar a Franco no ha suscitado una respuesta beligerante del episcopado. El arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, hombre muy próximo al papa Francisco y puntal de los aperturistas de la jerarquía católica junto al propio Blázquez y el obispo de Barcelona, Juan José Omella, ha expresado que no se opondrá a los planes de Sánchez. Pero el prior de la abadía, el que fuera candidato falangista Santiago Cantera, se está beneficiando de la tibieza de la posición de Osoro para negar cualquier colaboración y acogerse a la inviolabilidad de los lugares de culto establecida en los acuerdos del 79. "El precio que están pagando [los obispos] es que da la impresión de que siempre va a rastras de este tipo de cosas. La Iglesia debe transformarse y avanzar en dirección democrática. Sigue habiendo algo pendiente ahí. No acaban de decir las cosas de forma clara", señala Raquel Mallavibarrena, una de los portavoces de Redes Cristianas, que agrupa a más de 200 colectivos eclesiales de base. Mallavibarrena destaca que no hay un pronunciamiento oficial y consensuado de todas las organizaciones de Redes Cristianas sobre la exhumación de Franco, pero subraya que todas tienen en común el anhelo de "una Iglesia más encarnada con los tiempos, más democrática, que refleje la pluralidad d la sociedad". "Y el franquismo es lo contrario de la pluralidad", añade.

¿Por qué esa resistencia a pedir perdón, a hacer verdadera autocrítica del papel de la Iglesia durante la guerra y la dictadura? No hay una respuesta fácil. Todos los consultados creen que, al menos en parte, la explicación puede venir de que el estatus de la Iglesia en democracia tiene su base en el alcanzado durante el franquismo, cuya completa deslegitimación supondría a su vez un socavamiento de la posición de la institución católica. La Iglesia tiene financiación pública garantizada, presencia en la escuela pública y subvenciones milmillonarias para su red educativa privada, carácter de confesión oficial en el terreno simbólico... y todo ello tiene origen en el Concordato del 53. Mallavibarrena sostiene que hay en el alto clero una natural inclinación a "no ceder". "Si hacen autocrítica, sienten que se muestran débil débiles y puede surgir un ataque más frontal. Yo discrepo. Cuanto más creíble sea la iglesia, aunque sea más pobre, más fuerte será. Si sale Franco, la Iglesia ganará en coherencia", agrega. Similar razonamiento aplica a la renuncia de sus privilegios económicos y la pública autocrítica sobre su pasado.

  La "devaluación" del perdón

El teólogo Evaristo Villar, director de la revista Éxodo, foro de pensamiento de la Iglesia crítica y progresista, anima a la sociedad a no ver a la institución católica "de forma monolítica", porque "ni siquiera la jerarquía lo es". "La Iglesia no son sólo unos obispos o el papa. Es una visión inexacta. La masa social cristiana es pluriforme", subraya, aunque admite que la Iglesia crítica de base está ahora, como todas las fuerzas transformadoras, "algo apagada, resistiendo este envite neoliberal". Además, añade, "siempre ha sido difícil que la autonomía y la libertad del cristiano crítico se vean representadas en la jerarquía", que lleva más de un siglo, y no sólo en España, viviendo "con muchísimo miedo a todos los fantasmas del comunismo, del protestantismo, del islamismo...". Papas de corte aperturista como Juan XXIII, Pablo VI ahora Francisco son las excepciones.

Todos estos condicionantes determinan, a juicio de Villar, que la Iglesia no se haya atrevido al gesto radical de renegar de la posición de la jerarquía católica durante buena parte del siglo XX en España. "Hubo un momento en que obispos como Vidal y Barraquer no admitieron la carta de 1937, pero tuvieron que emigrar. Más tarde, en el 71, en la asamblea de sacerdotes y obispos hubo un intento de pedir perdón por no haberse mantenido dignamente en los presupuestos de la Iglesia durante la guerra", explica Villar. Luego, casi nada. "El problema es que pedir perdón se ha devaluado. Se pide perdón sólo por lo que no tiene sentido, como por condenar a Galileo. ¿Eso qué valor tiene ahora?", pregunta el teólogo. A su juicio, sí tendría valor pedir perdón por la persecución a la Teología de la Liberación, y por supuesto por la complicidad con el franquismo.

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  La Iglesia "teocón"

Villar también considera que la exhumación del dictador es una oportunidad, de momento, perdida. "Tenían [los obispos] que decirlo claramente: 'Que lo saquen'. Este señor, que ni siquiera es abad, no tiene nada que decir ahí. La Iglesia no tiene por qué cargar con el oprobio de cederle un recinto así. Es el único sitio donde ocurre. ¿Qué diríamos si los italianos tuvieran metido en una catedral a Mussolini, o los alemanes a Hitler? No tiene ningún sentido y hace un daño enorme a la Iglesia. Además de ser antihumano y antievangélico, la Iglesia tiene que limpiarse de esas cosas", continúa Villar, que confía en que el Gobierno, aunque tarde un poco más, encuentre una "base jurídica sólida" para no dejar "ni un resquicio".

"El problema", concluye Villar, "es que la jerarquía no se siente amparada por los grupos críticos, sino por esa masa desconocida e informe, entre los que hay franquistas, que todavía ni se han olido lo que es la autonomía, la libertad y la democracia". La llamada "Iglesia teocón", los obispos fieles a Rouco, los medios católicos –con la COPE y Trece al frente–, organizaciones como el Opus Dei, Comunión y Liberación, Camino Neocatecumenal, Hazte Oír, Foro Español de la Familia, Legionarios de Cristo y E-cristians tampoco se muestran favorables a la exhumación. Y su influencia en el rumbo de la Iglesia en España es hoy mayor que el de los colectivos críticos integrados en Redes Cristianas.

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