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9J | ELECCIONES EUROPEAS

Diez años de la caída del bipartidismo: PSOE y PP se recuperan pero la cultura de la coalición se asienta

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo.

Delante de las cámaras, en el centro de difusión de datos, estaban Soraya Sáenz de Santamaría y Jorge Fernández Díaz. Era la noche del 25 de mayo de 2014, con un país sumido en una durísima crisis económica. Y los españoles experimentaron algo por primera vez en la época democrática: el PP y el PSOE no sumaban entre los dos el 50% de los votos en las elecciones europeas. No había precedentes. Aquella noche se dio por enterrado oficialmente el bipartidismo en una España dominada por este sistema desde 1978.

Este sábado, se cumple una década de aquella mítica fecha, coincidiendo también con la campaña de las europeas del 9 de junio. El PP, con Miguel Arias Cañete como número uno de la lista, obtuvo en 2014 un 26,09% de los votos, mientras que el PSOE, que llevaba a Elena Valenciano de cabeza de cartel, se quedó en el 23,01%. Entre los dos aglutinaron el 49,1% de las papeletas, lo que supuso una dramática caída de 31,8 puntos respecto a las europeas de cinco años antes (en 2009 concentraron el 80,90%).

El mapa político cambiaba esa noche del 25M por completo. En tercera posición, quedaba Izquierda Unida, que superaba el 10% de los votos. Y, especialmente, aparecía una nueva formación que abanderaba el fin del bipartidismo: Podemos. Los morados se presentaron por primera vez ante las urnas e irrumpieron con el 7,98%, obteniendo cinco diputados (entre ellos, Pablo Iglesias, Teresa Rodríguez y Pablo Echenique). En la derecha también emergieron con fuerza otras opciones como UPyD, con un 6,51%, y Ciudadanos, con un 3,16%. 

Y ese resultado electoral desencadenó unos efectos sin precedentes en el panorama político, en el que el PP y el PSOE vieron amenazado su reinado absoluto de décadas. En este contexto, se produjo la abdicación del rey Juan Carlos apenas unas semanas más tarde. Pero también el socialismo se sacudió internamente ante el fantasma de la pasokización: Alfredo Pérez Rubalcaba dimitió como líder del PSOE y convocó las primeras primarias directas de los militantes, que ganó Pedro Sánchez frente a Eduardo Madina. 

El escenario se llenó de nuevos rostros que simbolizaban esa nueva España que se abría con Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Alberto Garzón, Rita Maestre, Albert Rivera o Inés Arrimadas, entre otros. Llegaban aires nuevos y paralelos tanto desde el 15M y como de la operación del establishment de la derecha por si se derrumbaba un PP inmerso en los recortes y en casos de corrupción.

Un Congreso con más voces al que le costó la coalición

Se puso en rumbo el camino para el fin del bipartidismo dominante también en el Congreso de los Diputados, donde se vio seriamente golpeado en los comicios de diciembre de 2015 al registrar sólo un 50,71% de apoyos cuando cuatro años antes había tenido un resultado del 73,39%. Los parlamentarios socialistas y populares pasaron de 296 a 213 en solo una legislatura. Esa fragmentación sin parangón y la falta de una cultura de acuerdos llevaron a tener que repetir las elecciones en junio de 2016, donde subieron el PP y el PSOE ligeramente hasta el 56,06%. Pero la cultura de coalición todavía no se logró imponer y acabó con el dramático episodio de la abstención de los diputados socialistas para hacer presidente a Mariano Rajoy. 

Si el bipartidismo había acabado con su dominio absoluto en votos, todavía faltaba una muralla nunca derribada sobre la unión parlamentaria para armar mayorías frente a la lista más votada. Este camino se abriría con la moción de censura de junio de 2018, que hizo jefe del Ejecutivo a Pedro Sánchez tras la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el caso Gürtel. 

Los populares entraron en un fuerte declive entonces y su desplome hizo que el bipartidismo encarara su fase más baja, especialmente por la pujanza en la derecha de Ciudadanos y la irrupción de Vox. En las elecciones de abril de 2019, el PSOE y el PP sólo obtuvieron el 45,36%, su cifra más baja (que supuso también solo 189 diputados entre los dos). La repetición electoral de noviembre de ese año hizo subir algo a las formaciones, pero también se quedaron por debajo del 50% (con un 48,81%). 

Y a partir de ese momento también el bipartidismo vio cómo se acabó la fórmula tradicional de gobernar en La Moncloa en solitario con el pacto entre el PSOE y Unidas Podemos, que dio lugar al primer Ejecutivo de coalición en España desde la II República. Una fórmula que han tenido que aceptar los grandes partidos y que se ha repetido tras las últimas elecciones generales con un nuevo acuerdo entre los socialistas y la formación de Sumar. Los partidos por debajo de los dos grandes también exigen entrar en los gobiernos y renuncian a influir sólo desde fuera. La fórmula de coalición también se ha impuesto de forma mayoritaria en todas las autonomías donde no hay mayoría absoluta: Asturias, País Vasco, Navarra, Comunidad Valenciana, Murcia, Extremadura, Canarias y Castilla y León.

Las generales del pasado 23 de julio supusieron, no obstante, un incremento del bipartidismo, ya que el PP (33,06%) y el PSOE (31,68%) aglutinaron el 64,74% (casi 16 puntos más que en noviembre de 2019). Es, por tanto, la cifra más alta que se recuerda desde la legislatura de 2011. Asimismo, ahora en la Carrera de San Jerónimo hay 258 diputados de estos dos partidos, 49 más que en la anterior legislatura.

Un nuevo examen

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Las elecciones del 9J suponen un nuevo examen para el bipartidismo, justo cuando se cumplen diez años de aquel 25 de mayo. La noche no será tan trágica para los dos partidos como aquel día, a tenor de las encuestas. Según el barómetro preelectoral publicado este jueves por el Centro de Investigaciones Sociológicas, la suma de los dos principales partidos andará en una horquilla de entre el 60,7% y el 65,4%. Por lo tanto, habrá recuperado algo de brío pero será insuficiente para volver a los viejos tiempos.

La bajada de los dos principales partidos no abrió, en cambio, la vía de las grandes coaliciones como sí ha sucedido en otros países de la Unión Europea, aunque fue la fórmula con la que trató de convencer Mariano Rajoy a Pedro Sánchez en 2015. El socialista nunca ha querido esa alianza, como también siempre rechazó Pablo Casado en el PP, al entender que esto podría abrir precisamente un escenario en el que un tercer partido lidere la oposición y se ponga en condiciones de llegar al Palacio de La Moncloa.

La caída del bipartidismo también tuvo efectos directos en las dinámicas internas de los partidos y de las instituciones como la implantación de primarias en muchos procesos internos, la normalización de ejercicios de transparencia como la publicación de los ingresos y de las declaraciones de bienes de los representantes públicos y la generalización en muchas formaciones de consultas entre los militantes para validar grandes decisiones y acuerdos de gobierno. Aunque también han fracasado algunas de las experiencias que trajeron los nuevos partidos como el intento de hacer públicas y retransmitir en directo las negociaciones entre distintas formaciones. El bipartidismo ya no es lo que era, pero sigue manteniendo la joya de la corona: la Presidencia del Gobierno la retienen el PP o el PSOE.

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