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2D | Elecciones en Andalucía

Las elecciones andaluzas ponen a prueba el impacto electoral fuera de Cataluña del discurso contra el 'procés'

Los candidatos de Ciudadanos, Juan Marín, y el PP, Juan Manuel Moreno.

Mirando fijamente a cámara, el habitualmente cauteloso Juan Marín esta vez no se corta: "Señor Torra, usted dice que va a denunciarme por defender a los andaluces. ¿Usted? ¿El que nos ha llamado bestias taradas, víboras, bestias carroñeras...? Pues hágalo hoy, no pierda un solo minuto, no espere a mañana, señor Torra. Y añada también a esa querella esto que le voy a decir: Es usted un racista, un golpista, un cobarde". Son los primeros 20 segundos de un vídeo colgado en Twitter por el candidato de Ciudadanos a la Junta de Andalucía y enteramente dedicado a atacar a Torra. Dura 51 segundos. Y no es una raya en el agua. La campaña electoral de las elecciones de Andalucía, la autonomía más poblada de España, tiene en Cataluña, más concretamente en el procés independentista, uno de sus ingredientes fundamentales, traído sobre todo a colación por el PP y Ciudadanos. Las elecciones andaluzas pondrán a prueba la eficacia fuera de Cataluña de la confrontación con el nacionalismo como leit motiv político de la derecha. Con la particularidad de que el ensayo de la estrategia se realiza en Andalucía, una tierra cuyas peculiaridades sociales, políticas e históricas hacen que mantenga con Cataluña una relación propia y diferenciada.

Mirando con lupa el último CIS sobre Andalucía, a la derecha le sonríe la respuesta a una pregunta. Un 75,4% de los encuestados afirman que los partidos "dicen unas cosas aquí y otras fuera de Andalucía". Sólo un 13,3% creen que las formaciones políticas "actúan de manera coherente". Tanto PP como, sobre todo, Ciudadanos insisten en la uniformidad de su discurso en toda España. Pero, al mismo tiempo, otro dato del CIS invita menos al optimismo conservador. A la hora de votar en las próximas elecciones, un 56,4% dice que serán "más importantes" los "temas propios de Andalucía". "Los temas generales de España" tendrán más peso para el 24,8%. A un 13,8% le importan ambos por igual. La mayoría del electorado andaluz sí cree que su autonomía tiene una agenda política propia.

La estrategia, con matices, es compartida por el PP y Ciudadanos: utilizar la grave crisis política en Cataluña para atacar al PSOE, que ha llegado al Gobierno gracias a los votos de PDeCAT y Esquerra, los dos partidos protagonistas del intento de secesión de 2017, que aún no han abandonado –al menos formalmente– la vía unilateral hacia la independencia. Así nos encontramos con que, a pocas fechas de las elecciones del 2 de diciembre, los mensajes centrales en sus visitas a Andalucía de los presidentes del PP, Pablo Casado, o de Ciudadanos, Albert Rivera, sean contra el procés, contra los independentistas y finalmente contra el Gobierno de Pedro Sánchez, compañero de filas de Susana Díaz.

Y no son sólo los líderes nacionales. También Juan Manuel Moreno, candidato andaluz del PP, y el propio Marín atacan por ese flanco. El último de los cuatro bloques del debate electoral, celebrado este lunes, tenía como objeto el "reto territorial" y acabó dedicado casi por entero a Cataluña, que eclipsó parcialmente la discusión sobre la financiación autonómica y el papel de Andalucía en el orden autonómico español [ver aquí el bloque a partir de 1 hora, 40 minutos, 50 segundos]. Moreno insistía en que Díaz se pronunciara sobre la "plurinacionalidad", la presidenta se resistía y acababa afeándole a Moreno que Mariano Rajoy no aplicara antes el artículo 155, Juan Marín se quejaba de que los presupuestos se hubieran negociado "en la cárcel" y Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) repetía "y Andalucía, ¿pa cuándo?" y pedía hablar "de las cosas de comer".

El guión conservador está claro: el brote de orgullo españolista a raíz del referéndum inválido del 1 de octubre y la eclosión de lo que se ha dado en llamar "la España de los balcones" puede inclinar el voto hacia opciones derechistas como muestra de rechazo a la mayor proximidad a los nacionalistas por parte del PSOE, eterno dominador de la política andaluza. ¿Puede ser buena estrategia? Javier Aristu, promotor del foro Diálogos para fomentar la conexión sociocultural entre Andalucía y Cataluña y matizar el eje Madrid-Barcelona como único carril de la vida política española, no descarta que electoralmente puede funcionar. "En Andalucía se da un reconocimiento de Cataluña como ejemplo de sociedad emprendedora y culta. Pero, al mismo tiempo, también hay corrientes de rechazo", señala el autor de El oficio de resistir. Miradas de la izquierda andaluza durante los años sesenta (Comares, Centro de Estudios Andaluces). Y admite que esas corrientes pueden, oportunamente canalizadas, aprovecharse políticamente.

Que lo diga Aristu es relevante porque él es un firme defensor de los lazos entre ambas tierras. No en vano, a Cataluña se la llama en ocasiones en Andalucía "la novena provincia", dado que más de un millón de inmigrantes andaluces se instalaron en Cataluña durante el franquismo. "Hay un vínculo sentimental profundo. No hay un sentimiento unívoco hacia Cataluña", expone. Dependiendo del relato que desde Cataluña llega de los inmigrantes a sus familiares y descendientes –analiza–, Cataluña puede ser vista como una tierra de acogida y oportunidades, o también como una formadora de "guetos" donde en última instancia no se ha integrado a los emigrantes en igualdad de condiciones.

Defensa del autogobierno

El factor catalán es clave en el esquema democrático español, aunque su impacto se ha multiplicado a raíz del fallido intento de secesión unilateral y proclamación republicana. No es nueva la utilización de las tensiones en Cataluña para hacer política en otras escalas. La llave la ha administrado fundamentalmente el PP, que como oposición siempre ha presentado al PSOE como "cómplice" de "separatistas" dispuesto a "vender España", tanto en el País Vasco como en Cataluña. Javier Arenas hizo sudar tinta a Manuel Chaves durante la negociación del Estatut, acusándolo de rendirse al nacionalismo por no levantar la voz contra José Luis Rodríguez Zapatero. Es decir, lo mismo que le hacía Mariano Rajoy a Zapatero, pero a una escala andaluza.

Ferran Casas, subdirector del diario catalán Nació Digital, hace al PSOE corresponsable del protagonismo de Cataluña en la campaña andaluza y de la acritud con la que se aborda el tema, por más que Susana Díaz pida ahora que esta tenga "acento andaluz". Díaz, señala Casas, utilizó Cataluña para "dar caña" a Pedro Sánchez durante su enfrentamiento orgánico. Y su énfasis "nacionalista" erizó la ola que ahora surfean PP y Cs. No obstante, el periodista duda que la sociedad andaluza sea un fiel reflejo de su sistema político. "Andalucía es históricamente uno de los territorios más defensores del autogobierno. Dudo mucho que un 70-80% de Andalucía sea partidario de la leña al mono con Cataluña o del encarcelamiento preventivo de presos durante más de un año", señala Casas, que afirma que cuando Díaz reprochó al candidato del PP en el debate que Rajoy no aplicara antes el artículo 155, puso en una posición "incómoda" a Miquel Iceta.

Emociones enconadas

El subdirector de Nació Digital afirma que hay una dinámica perversa acción-reacción: la respuesta fulminante del PSOE andaluz a las demandas de mayor autogobierno y financiación en Cataluña alimenta en parte de la sociedad catalana y en sectores políticos nacionalistas, "tradicionalmente CiU", la impresión de que sí que es cierto que Andalucía se beneficia fiscalmente del sobreesfuerzo catalán. Al mismo tiempo, a la opinión pública andaluza le llegan con total nitidez los comentarios contra "el hombre andaluz, destruido, poco hecho" que vertía el joven Jordi Pujol o las alusiones de Duran i Lleida sobre la supuesta afición sureña a gastarse en el bar las ayudas del PER.

Simétricamente en Cataluña saben bien que fue en ciudades como Huelva o Córdoba donde se cantó el "a por ellos". Se trata de frases, actitudes y comportamientos fáciles de imprimir en el imaginario colectivo. Y con elevada capacidad de generar emociones enconadas. Como aportó el catedrático de HistoriaJoan Maria Thomàs en el foro Diálogos, "la esfera emocional es hoy la dominante en el conflicto catalán y constituye la herida más difícil de curar, si es que ello es posible". Y añadía: "A nivel político-jurídico existen soluciones constitucionales [...]. No ocurre así a nivel emocional, tanto en el interno catalán como en la relación Cataluña-España".

Tradiciones periféricas

Esa herida emocional tiene potencial electoral, por supuesto. Lo sabe el PP, que acude al tema catalán en todos sus actos con vistas al 2-D. Y lo sabe Ciudadanos, que ha metido hasta el tuétano de la campaña a Inés Arrimadas. Pero a las dudas que expresa Casas sobre su impacto en la campaña se suman otras. "Andalucía no es Castilla", repite el periodista. Ciertamente hay una larga tradición política que emparenta los anhelos de los sectores populares y progresistas de Andalucía y Cataluña. El historiador de la economía Carlos Arenas pone énfasis en la pugna que hubo en el siglo XIX por la forma que debía adoptar la construcción del Estado, cuando federalistas catalanes y andaluces constituyeron la vanguardia progresista. Se impuso –por supuesto– la visión centralista y militarista de la restauración borbónica. Y sería naïf afirmar que aquella complicidad entre periferias sobrevive hoy hasta el punto de determinar el clima político andaluz. Pero sí quedan huellas. Hay en ambas sociedades, señala Arenas, una "visión periférica". Una resistencia a los dictados de "Madrid". Y hay en Andalucía, sería difícil concretar en qué medida, corrientes de opinión favorables a un modelo de construcción no centralista que no son tan permeables al discurso del "a por ellos" como dice el tópico.

El historiador Arenas, veterano de la reivindicación andalucista de izquierda, recuerda que en la Transición, "cuando los jóvenes nos manifestábamos, pedíamos democracia, amnistía y Estatuto de autonomía". Y añade, con un fondo de autocrítica aportado por los años: "Y metíamos también, aunque de esto ya nadie se quiera acordar, el derecho a decidir de vascos y catalanes". Arenas cree que era un "error" otorgar a los anhelos nacionalistas periféricos una pátina progresista, pero al mismo tiempo aquellas proclamas le sirven para recordar que hay en la Andalucía popular un sustrato de cierta simpatía por las causas anticentralistas. Ello sin perjuicio de que el rechazo al procés unilateral es claramente mayoritario en la sociedad andaluza. Arenas, defensor de la emancipación política y económica andaluza, no expresa simpatías de ningún tipo por el nacionalismo catalán. Pero sí cree que Andalucía necesita aproximarse con "profundidad" al análisis de los"elementos políticos, culturales e históricos" que explican la realidad española, imposible sin comprender el impulso de Cataluña a favor de su autogobierno.

Salir de la polarización

Esto es grosso modo lo que defienden Podemos e IU, agrupados en la candidatura Adelante Andalucía junto a fuerzas andalucistas que bordean el nacionalismo sureño. Este espacio, al que las encuestas sitúan en lucha por la segunda posición, intenta salirse del carril del polarizado debate en torno a Cataluña reclamando una discusión sobre aspectos materiales, contantes y sonantes. Estableciendo una oposición entre "banderas" y "cosas de comer". En ambos partidos son conscientes de que han pagado un precio alto por su posición intermedia durante el procés. Las encuestas sonríen ahora a Adelante Andalucía, que –según el CIS y algunos sondeos privados– rentabiliza la confluencia. Teresa Rodríguez repite que el gran problema español "no es el problema catalán, es el problema andaluz". Una forma de marcar perfil propio sin caer en la polarización.

Tanto Rodríguez como el líder de IU Antonio Maíllo –un federalista más ortodoxo– sostienen la idea de que la bilis en torno a Cataluña eclipsa los problemas de las capas populares andaluzas. Ambos han intentado elevar el tiro y reivindicar que Andalucía sea protagonista del debate territorial. Rodríguez es un puntal del movimiento anticapitalista en Podemos, que ha llegado a manifestarse –para enojo de Pablo Iglesias– a favor del reconocimiento de la "nueva República catalana". Rodríguez no está en ese punto, que sabe muy minoritario en Andalucía. Pero su punto de vista sobre la cuestión territorial es próxima al confederalismo, con una inclinación por el derecho de los distintos pueblos de España a decidir su futuro. Un detalle: el alcalde de Cádiz, José María González Kichi, otro referente del sector anticapitalista y pareja de Rodríguez, es un declarado admirador de Fermín Salvochea,Fermín Salvochea uno de los principales difusores del pensamiento anarquista del XIX español, alcalde de Cádiz durante la Primera República, federalista convencido. Kichi quitó de su despacho el cuadro de Juan Carlos I y puso el de Salvochea.

Es posible que hoy no muchos en Andalucía sepan quién fue Salvochea y con qué tradición entronca. Pero no es osado decir que el legado político-intelectual de los partidarios de romper el centralismo desde la periferia, sin ver a Cataluña como un obstáculo sino como un posible aliado, tenga un peso en Andalucía e incluso un arraigo popular. Las manifestaciones autonomistas de 1977 y el referéndum de 1980 se hicieron sobre la demanda de una Andalucía que accediera al mismo estatus que Cataluña, el País Vasco y Galicia. Dominaba el deseo de conquistar las máximas cotas de autogobierno, no de limitar el autogobierno de las comunidades históricas. Los partidos que se opusieron a aquel impulso lo pagaron. El centralismo de UCD hundió al partido de Adolfo Suárez en Andalucía. Alianza Popular –luego el PP– se opuso al referéndum y luego pidió el voto en blanco en el Estatuto. "Para muchos la autonomía no es otra cosa que acercarse a la teta de los sueldos", afirmó Manuel Fraga. Jamás ha logrado la derecha gobernar Andalucía.

¿Hay "mayoría silenciosa"?

Está por ver cómo quedan las cosas del 2 de diciembre después de una campaña en la que se está hablando más de Joaquim Torra que del desempleo andaluz. Pero las encuestas no apuntan a un esquema como el de las elecciones catalanas, donde la convergencia izquierdista pagó el pato y Ciudadanos hizo su agosto.

Cs intenta replicar en Andalucía su modelo de éxito en Cataluña. Andalucía, dicen sus portavoces, no pertenece a los socialistas, como Cataluña no pertenece a los independentistas. En ambos casos Cs apela a la "mayoría silenciosa" ¿Obtendrá similares resultados? Las encuestas le dan una importante subida: de 9 diputados a en torno a 20. En lucha con el PP por el liderazgo de la derecha. En el PSOE están alerta, pero no atemorizados. Creen que sí hay un potencial movilizador en el discurso antiprocés, pero subrayan que Díaz lleva no unos meses, sino cinco años marcando perfil contrario al nacionalista. La presidenta, eso sí, se ha cuidado de rivalizar con Arrimadas. Ha evitado el cara a cara con la dirigente jerezana. Es más, la ha defendido públicamente de ataques machistas. Prefiere encararse con Rivera o con Juan Marín. A Arrimadas, una joven andaluza que planta cara y hasta gana en las urnas a los independentistas, es más difícil encararla para el PSOE andaluz.

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"Todos han usado a Cataluña en Andalucía", señala el politólogo Pablo Simón, autor de El príncipe moderno(Debate), que recuerda cómo Susana Díaz exacerbó su perfil españolista hasta su derrota en las primarias de 2017. "Los votos de los andaluces no van a pagar los privilegios de Colau", decía en 2016. Tras el triunfo de Sánchez en aquellas primarias y sobre todo a raíz de su ascenso a la Moncloa, las cosas han ido cambiando. Díaz, aunque mantiene un discurso más agrio con los independentistas que Sánchez –ha llamado "hooligan" a Torra–, ahora se contiene. Bien Moreno o bien Marín intentan situarla en contradicciones. Le piden que se posicione contra los hipotéticos indultos, que reniegue de la "plurinacionalidad" del Estado. Le dicen que está poniendo Andalucía al servicio del procés. No se sabe si esta insistencia surtirá rédito en las urnas. Lo evidente es que es el marco que buscan continuamente los dos partidos de la derecha.

Ahora bien, Simón tiene claro que el partido más interesado en poner en el candelero la cuestión del catalana es Ciudadanos. "Parte de su crecimiento se explica por la marca, que está fuerte por su mejor situación con respecto al tema catalán. Ciudadanos sube mucho sin apenas organización ni implantación territorial, sin candidato carismático y tras haber pactado con el PSOE. No deja de llamar la atención. Eso tiene relación con Cataluña", señala, convencido de que el auge de la cuestión catalana en Andalucía obedece a una pugna entre los dos grandes partidos de derecha, con Vox acechante. El tema tiene a priori más capacidad para mover voto dentro del bloque derechista que para atraer voto de la izquierda a la derecha.

A juicio del politólogo Simón, el PP se mueve con mayor incomodidad que Ciudadanos, porque es el partido que sufre el rebote del discurso antiprocés. Históricamente una parte significativa del electorado andaluz ha reaccionado a este discurso reprobando el "centralismo" de la derecha, otro demonio histórico de Andalucía, donde persiste, sobre todo en el ámbito rural, esa visión del señorito clasista que vive en Madrid y sólo baja de Despeñaperros para cobrar las rentas. "Esa mochila no la lleva Ciudadanos", señala Simón. Cs no tiene que lidiar con todo lo que a lo largo de la historia ha lidiado el PP, que pasó de oponerse a la autonomía en su origen a formar parte fundamental con Javier Arenas de la reforma del Estatuto que desde 2007 alude en su prólogo a la "realidad nacional" andaluza. Arenas, agudo observador de las peculiaridades andaluzas, estuvo a punto de llegar a San Telmo en 2012 con mítines llenos de banderas blanquiverdes. Hoy en los actos de Casado hay una abrumadora mayoría de enseñas rojigualdas.  

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