Guardiola renuncia a sus “principios” y mete a Vox en el Gobierno de Extremadura

María Guardiola y el candidato de Vox a la Presidencia de la Junta, Ángel Pelayo Gordillo, posan tras firmar el acuerdo de gobierno de coalición, 33 días después de las elecciones autonómicas, en un acto celebrado este viernes en la Sala de la Autonomía del Parlamento extremeño.

El Partido Popular de Extremadura y Vox han alcanzado un acuerdo para constituir el nuevo gobierno de Extremadura, que presidirá María Guardiola, y en el que la formación de extrema derecha tendrá una única Consejería, la de Gestión Forestal y Mundo Rural. La presidenta del PP de Extremadura, María Guardiola, y el portavoz de Vox en la Asamblea de Extremadura, Ángel Pelayo Gordillo, firmaron el acuerdo ante la prensa en el Parlamento extremeño.

A través de un comunicado conjunto PP y Vox afirman haber “asumido la responsabilidad de dotar a la región de un gobierno estable y con una hoja de ruta clara para poner fin a las políticas socialistas que han lastrado el desarrollo de Extremadura”. Para ello, aseguran, se “han centrado en alcanzar los puntos en común y abordar las preocupaciones compartidas por sus votantes”.

El acuerdo programático incluye 60 medidas pero que según ambas formaciones están “centradas en garantizar un gobierno del cambio que reviertan las consecuencias de la inercia política del PSOE en los últimos años”. El comunicado hecho público esta mañana apunta como prioridades “las familias extremeñas, combatir el paro, la pobreza, la falta de oportunidades y la despoblación” con partidas presupuestarias concretas en cada ejercicio.

En rueda de prensa, la presidenta del PP de Extremadura justificó su cambio del postura en un “profundo proceso de reflexión” tras el cual decidió anteponer el “interés de los extremeños” a su propia palabra. Con rostro muy serio, Guardiola, que en un momento de su intervención admitió que llegar hasta aquí le ha resultado “doloroso”, admitió que que ha faltado a su palabra, pero negó haber mentido al pactar ahora con quien dijo que. no pactaría nunca. “Mi palabra no es tan importante como el futuro de Extremadura”.

Guardiola trató de presentar el acuerdo firmado con Vox como libre de elementos ideológicos contra los que ella se ha manifestado en el pasado. Pero la realidad es muy distinta. El documento, en conferencia con la batalla que Vox sostiene en contra de la Agenda 2030 y su negacionismo climático, se compromete a eliminar “cualquier traba burocrática o legislativa en materia climática que afecte a la prosperidad del campo o la libertad de los extremeños”, apuesta por recuperar “las actividades tradicionales [en el mundo rural] que están desapareciendo por las limitaciones, prohibiciones y obligaciones ambientales” y anuncia que Extremadura solicitará “una revisión de las políticas verdes y la PAC para evitar las pérdidas de producción y el sobrecoste que soportan nuestros productores”.

EL PP, siguiendo a Vox, también asume el pin parental de la extrema derecha al prometer que garantizarán “neutralidad ideológica de la enseñanza, así como el derecho constitucional que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación que esté de acuerdo con sus convicciones”.

El documento tampoco dice una palabra sobre violencia machista y se limita a hacer referencia a los “discursos”: “Defenderemos los derechos de las familias. Trabajaremos para erradicar los discursos machistas, ya sean en el ámbito civil o religioso, que promuevan o justifiquen la violencia contra la mujer”.

Giro de 180 grados

María Guardiola consuma así el giro de 180 grados al que la forzó la dirección del PP después de que ella misma dijera que no podía “dejar entrar en el gobierno a aquellos que niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes están deshumanizando a los inmigrantes, y a quienes despliegan una lona y tiran a una papelera la bandera LGTBI” y pasase a considerar “imprescindible el respeto, el diálogo y el acuerdo programático con Vox”.

La decisión del PP se produce sólo dos días después de que la presidenta del Parlamento extremeño haya convocado el pleno de investidura del socialista Guillermo Fernández Vara y entierra una vez más la supuesta preferencia de Núñez Feijóo porque gobierne la lista más votada, que en esta comunidad fue la del PSOE.

Al mismo tiempo, dinamita la teoría enunciada por el propio Feijóo hace una semana para justificar que su partido no diese entrada a Vox en el Gobierno extremeño. Una fórmula que su coordinador general, Elías Bendodo, llamó “las matemáticas de Estado” y que Feijóo explico de esta manera: está bien pactar con Vox si la ultraderecha obtienen un 12% de los votos, como sucedió en la Comunitat Valenciana el pasado 28M, pero no si ese porcentaje es del 8%, como pasó en Extremadura.

Victoria completa para Vox

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El desenlace en Extremadura supone una victoria completa para Vox en el pulso con el PP con el riesgo de elecciones anticipadas en el horizonte. Y despeja cualquier duda sobre lo que ocurrirá después de las elecciones generales si las dos formaciones de la derecha tienen votos suficientes para investir presidente a Feijóo.

Y pone en redicho a María Guardiola, que había empeñado enfáticamente su palabra diciendo que nunca gobernaría con Vox y que estaba dispuesta a renunciar si Genova trataba de imponerle un acuerdo. Su apuesta por “una Extremadura inclusiva, moderna, respetuosa y solidaria donde el amo” que hace diez días no admitía “admita matices” contrastaba hasta ahora con el visto bueno que Feijóo ha dado a los acuerdos firmados por el PP con Vox en Castilla y León, la Comunitat Valenciana, Illes Balears y 140 municipios de toda España, entre ellos varios de capitales de provincia.

Guardiola llegó a llamar “señor feudal” al líder de Vox, Santiago Abascal, y “capataz” a su enviado a la sesión constitutiva del Parlamento, Jorge Buxadé. Acusó a quienes dará entrada en su gobierno de anteponer “sus ansias de poder y su soberbia al cambio” y de perseguir “ocupar sillones” en vez de “mejorar la vida de los demás”. Sus “principios, ideas y compromiso”, declaró antes de que Feijóo la obligase a rectificar, eran innegociables.

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