Crisis del coronavirus
Las hospitalizaciones de veinteañeros amenazan con batir el récord del peor momento de la pandemia
La quinta ola, por gravedad e impacto en el sistema sanitario, no se puede comparar a ninguna previa en general dado el avance del proceso de vacunación. La presión hospitalaria está en números aún bajos, la mortalidad también y faltan pocas semanas hasta la inmunidad de grupo. Sin embargo, las consecuencias de la pandemia entre los jóvenes están siendo peores ahora que en casi todas las olas previas, debido al alto número de contagios por la casi total ausencia de restricciones y la relajación social. Pese a que los números siguen siendo bajos por la inmunidad natural de los menos mayores ante el covid, los ingresos están en cifras similares o superiores a la segunda, tercera y cuarta ola (de octubre de 2020 a abril de 2021) y amenazan con alcanzar en este tramo etario los registros del peor momento que ha vivido nuestro país en décadas: marzo de 2020.
La incidencia de los jóvenes sigue creciendo. Aún no se ve el pico, aunque en los últimos días el crecimiento está frenando, por lo que podría llegar la semana que viene o la próxima. La incidencia (casos/100.000 habitantes) en los últimos 14 días del tramo entre 20 y 29 años se sitúa en un preocupante 1.421,40, liderando Cataluña (3.311 casos), Castilla y León (3.296) y Asturias (2.464). Si esas cifras se registraran en otras edades, volveríamos a hablar de colapso sanitario. Afortunadamente, no es el caso. Pero nadie es invulnerable al covid, menos un segmento que solo ha sido vacunado con la pauta completa en un 11,7%. Contraen covid grave con menos posibilidades, pero lo contraen. Y más que antes.
Cuantos más contagios, más hospitalizados. La relación entre positivos e ingresos se ha mantenido prácticamente inalterada desde la segunda ola, cuando ya empezaron a registrarse la mayoría de los casos. Existen sospechas de que la variante delta, aparte de su mayor potencial de escape vacunal, genera una peor enfermedad: pero aún no hay evidencia sólida. El virus está campando a sus anchas entre los veinteañeros y muchos son asintomáticos, pero centenares de ellos corren riesgo de muerte: concretamente, los 215 que entraron en un hospital español entre el 5 y el 11 de julio. Esta pasada semana ha habido picos de 47 ingresos. Durante los picos de nuevas admisiones en otras olas no se llegó a esa cifra: fueron 22 veinteañeros los que ingresaron el 1 de noviembre, 24 el 17 de enero y 23 el 11 de abril de 2021.
La quinta ola aún no ha terminado y seguirá avanzando, por lo que la cifra de hospitalizados entre personas de 20 a 29 años podría alcanzar el máximo registrado, durante la primera ola. El 22 de marzo de 2020, 70 veinteañeros fueron ingresados en un hospital español. Sigue sin ser un número elevado, y más si lo comparamos con los que ingresaron mayores de 40 años; pero sí suficiente para entender que no es, ni mucho menos, imposible sufrir covid grave a estas edades y que, cuanto más descontrolada la pandemia en este tramo, más papeletas. Además, las organizaciones de pacientes y los especialistas que investigan el covid persistente (la aparición de síntomas durante meses después a la infección, sin causa ni cura conocida) recuerdan que el síndrome suele aparecer entre personas menores de 40 años que han pasado por un cuadro severo.
"Javi vino a la urgencia hace dos semanas, subió a planta y estuvo tres o cuatro días, con una evolución que le obligó a bajar a la UCI", relata Rita García, facultativa del Hospital Gregorio Marañón que ha atendido a un paciente crítico de 17 años. El soporte que se le dio en un primer momento fue innecesario: necesitó ventilación mecánica a pesar de ser una persona sana, muy joven y sin antecedentes. "Las medidas de prevención hay que mantenerlas. Una cosa que nos tiene un poco inquietos es que es difícil predecir qué enfermo se libra de la UCI y qué enfermo no. Es importante tener presente de que la seguridad absoluta de que uno no va a estar malo no puede tenerla nadie".
¿Qué hacer?
Los datos son preocupantes, pero no son motivo de alerta general: es la ola más benigna en cuanto a hospitalizaciones y muertes de la población general y tiene un fin seguro y conocido, el del proceso de vacunación. En todo caso, todos los especialistas llaman a, sin estridencias ni sirenas de emergencia, tomar medidas para reducir la transmisión que no sean solo vacunar y que tampoco se basen únicamente en recordar a los jóvenes lo irresponsables que son. El epidemiólogo Javier Padilla, sin embargo, ya no cree en la lección. "No va a ser efectivo", sentencia. "Estamos pidiendo a la población joven una retracción en sus actividades que sea exclusiva para ellos pero no para el resto de la población. A nivel de conducta es imposible. No nos queda otra que identificar los lugares que más nos la pueden liar y cerrarlos. Y estoy hablando del ocio nocturno", asegura, siempre acompañado de compensaciones a empresarios y trabajadores que muchas veces brillan por su ausencia.
La exigencia del certificado covid en hostelería enfrenta a Sanidad, comunidades y expertos
Ver más
Las administraciones sanitarias pueden hacer un esfuerzo por dividir mensajes por canales y, aunque las recomendaciones sean las mismas, usar un tono en Tik Tok y otro muy distinto en un anuncio televisado. Pero –insiste–a estas alturas, en la que muchos jóvenes "mueren en la orilla" –se contagian a días de vacunarse o poco después de recibir la segunda dosis–, lo único realmente efectivo, desgraciadamente, es la restricción. "Creo que hemos gastado esas balas". "En un contexto de desinhibición social, el número de contactos que se pueden generar es inabarcable. La institución tiene que arremangarse" y tomar decisiones que pueden no ser demasiado populares a las puertas del fin de la pandemia.
No solo cerrar las discotecas o reducir los comensales por mesa. También pueden vigilar que medidas "intermedias", como el control del CO2 en interiores o el registro de los clientes, verdaderamente se cumplan, y que se mantengan las distancias de seguridad y el uso de mascarilla en determinados locales o eventos donde se tiende a la laxitud, como discotecas de madrugada o festivales. Sin ir más lejos, el festival Vida, en Barcelona, ha sufrido un gran brote por un uso negligente del test de antígenos –los bastoncillos no eran los adecuados– y la práctica ausencia del tapabocas, según testimonian artistas y trabajadores. Rechaza volver a los mensajes apocalípticos y al señalamiento directo: "Tiene mas sentido sacrificar algo de capital político que spots que se parapeten detras del supuesto éxito de los spots de la DGT", en referencia a la crudeza que Tráfico suele mostrar en sus anuncios y que recuerda a la iniciativa del Gobierno australiano, que ha publicado un corto chocante en televisión sobre las consecuencias de un covid grave.
El epidemiólogo recuerda que puede haber un aumento "mediano" de las hospitalizaciones en otros segmentos que aún no ha sido vacunados del todo, como el de 40 a 49 años (52%) o el de 60 a 69 (72,2%), con más peligro de fallecer, a lo que se suma que la variante delta escapa mejor de la inmunización parcial. Ya se está notando un crecimiento, aunque por ahora es leve. "Cuanto mayor es la incidencia, mayor va a ser el número de escapes vacunales. Nos vamos a encontrar con un aumento generalizado de los ingresos", vaticina. Sin llegar al colapso pero con cuadros graves y críticos que quizá habrían sido evitables. Durante la primera ola, recuerda, se puso mucho el foco en evitar la saturación hospitalaria, pero el objetivo de la Salud Pública debe ir más allá: nadie está a salvo hasta que no estamos todos a salvo.