Por qué los mítines no han muerto: así se entregan los partidos a las “mascletàs” de la campaña

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, se fotografía junto a simpatizantes tras el mitin que ofreció en Santa Cruz de Tenerife.

“Compañeras, compañeros”, lanza ante un enfervorecido público Pedro Sánchez. En otro punto de España, a todo volumen entra en un acto Alberto Núñez Feijóo al ritmo del inconfundible “nana-nana-nananana”. Santiago Abascal se abraza a la vez entre banderas de España. Y resuena el eco de la voz de Yolanda Díaz. Bienvenidos a la España mitinera. En pleno 2023.

Las redes sociales, los nuevos formatos, la preponderancia del vídeo y los directos de Twitch… Pero nadie ha conseguido matar el formato clásico de mitin, aunque cada vez en versión más reducida. En el siglo XXI se siguen viendo estampas muy parecidas a campañas de hace décadas. Pero, ¿tiene sentido? ¿Un acto de partido sólo vale para convencidos y afiliados? ¿Por qué se sigue insistiendo en los conceptos de caravanas a lo largo y ancho de España? ¿Qué objetivo persiguen kilómetro a kilómetro los líderes y aspirantes?

José Pablo Ferrándiz, director de Opinión Pública y Estudios Políticos de Ipsos en España, responde: “La asistencia a mítines es muy reducida. En los estudios postelectorales (por ejemplo en los que se hicieron tras las municipales de autonómicas y municipales de 2019) se refleja que la asistencia  a mítines declarada por los españoles se situaba por debajo del 10%". Este dato, añade, también va en línea con los recientes barómetros sobre los comicios autonómicos en Castilla y León, Madrid y Andalucía.

"Escenografía y liturgia electoral"

“Atrae a los ya convencidos y a algunos curiosos. Esto último, sobre todo, cuando se trata de partidos nuevos como Podemos, Ciudadanos, Vox y ahora Sumar. Hoy por hoy no es un elemento que sirva para cambiar voluntades políticas”, remarca el politólogo. A lo que añade: “Pero es un elemento más de la escenografía y de la liturgia electoral que ayuda en gran medida para tener engrasadas las maquinarias electorales de los partidos en todos los territorios”.

Según Ferrándiz, los mítines “sirven para unir a la tropa y son elementos de cohesión y motivación para la organización”. “Y claro está, de cara a los medios, como elemento de comunicación política”, opina, antes de analizar: “En ese sentido, hay más riesgos que ventajas si se pincha en un acto y hay poca o menos asistencia de la esperada, teniendo que achicar los espacios de cara a las imágenes de televisión y prensa”.

“Pero son pocos los que se convencen por un mitin, son los que ya lo están los que acuden. En definitiva, juegan un papel importante en el proceso electoral en el sentido comunicativo, no como elemento de movilización y de persuasión. Si alguien llena un acto es porque previamente el electorado ya se encuentra movilizado y persuadido”, reflexiona Ferrándiz.

"Es como un concierto: el artista llena o no"

También reflexiona sobre los mítines Ana Salazar, directora de Idus3, que hace esta metáfora: “Es como cuando vas al mercado y ves un producto absurdo. Si existe es porque alguien lo compra. Y los mítines se siguen comprando aunque no tienen el mismo significado que hace treinta años. Pero cuentan con sus fortalezas”.

Una de ellas, explica Salazar, es que son “una herramienta para movilizar a tu militancia: es clave a nivel interno”. “Al señor o la señora que vive en Martos le gusta ver a Pedro Sánchez si es del PSOE o a Alberto Núñez Feijóo si es del PP. Es el canal de cercanía con los líderes nacionales y regionales”, describe esta experta.

Pero apunta a otro factor muy importante: “Es una manera de llamar la atención de los medios, que los siguen comprando. Y si alguien los compra es porque funcionan. Se esperan esas fotos y los partidos aprovechan para ocupar espacios mediáticos en televisión y prensa. Te dan titulares y eso pasa también con los debates”.

Salazar se detiene en su disección en otro factor con fuerte valor psicológico: “El mitin es una herramienta de demostración de fuerza. No tanto hacia el electorado, sino hacia los adversarios. Si llenas en unas municipales con 800 personas en una localidad de 40.000 habitantes y el otro partido sólo logra 300, es como sacar la cola del pavo real. Eso genera expectativa de voto, es fundamental, es como el factor del caballo ganador”.

“Por eso los partidos estudian tanto esos llenos, que no haya calvas. Se cuida también que los espacios sean más pequeños para que quede gente fuera y se vea la imagen de gente esperando. Es como un concierto: el artista llena o no”, desliza la directora de Idus3.

"El calor de la gente"

Los mítines, como aprecia Salazar, se han ido adaptando a lo largo de los años y también dependen de los momentos políticos: no es lo mismo cuando el PSOE llenaba Dos Hermanas (Sevilla) o Podemos Vistalegre (Madrid). Y las redes sociales no los han matado, sino que “no se pueden separar”. Estos actos dan a los equipos de redes contenido constantemente. “Un día cuelgas la foto, otro día haces un montaje con los intervinientes, más adelante un clip con abrazos de la gente”, resume Salazar.

“Una campaña sólo de redes sería una campaña sin gente”, pone el acento la experta en comunicación política, que recuerda que la gente es el “epicentro” de unas elecciones: “El comportamiento humano necesita calor. Nos gusta abrazarnos, vernos, saludarnos. Somos seres políticos y sociales. Si el covid no ha acabado con los mítines, una campaña tampoco”.

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En esta evolución, apostilla Salazar, los mítines se están convirtiendo también en fiestas, con barras y música (“es muy importante, ahora ya no sólo suena el himno del partido”). Incluso explorando nuevos caminos: se están viendo diferentes formatos y cada vez se estructuran más “como un espacio televisivo” para que la gente disfrute. En algunos hasta se llevan científicos como si fuera El Hormiguero.

"No dejan de ser como la mascletà"

Toni Aira, profesor de Comunicación Política de la UPF-BSM, analiza asimismo el impacto de las campañas y de las caravanas electorales en el esprint final. Indica que pueden “servir para una cosa y la contraria”. Es decir, a algunos ciudadanos les puede “desincentivar” y agravar sus “prejuicios negativos” hacia la política por verlas como una “subasta”.

Pero, a la vez, para los partidos este tipo de actos pueden servir de “revulsivo de voto de última hora” por su eco en los medios y ante los ciudadanos. “No deja de ser como la mascletà. Son días que pueden ser ensordecedores, pero pueden atraer voto como no se hace en otros momentos”, continúa Aira que, hilvana: “Cada vez son más decisivas las campañas porque la gente tiene la tendencia a decidir al final, el día de las urnas. Hay que estar ahí cuando la gente decide su voto y clavar tus mensajes principales. Hay que poner en el mostrador a las caras con más gancho. Que la gente vea que esto va en serio y que se va a decir algo importante vía voto. Es difícil abstraerse del ambiente político. Tienes que estar en el mapa para que la gente te atienda”.

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