El debate fiscal

El "populismo fiscal" se extiende en el electorado de PP y Vox tras años de martilleo contra los impuestos

Un cartel contra el Impuesto de Sucesiones en una manifestación en Madrid en 2021.

Existe una corriente de opinión según la cual la política española ha abusado de las cuestiones identitarias y emocionales, orillando las contantes y sonantes, lo cual abona el campo para la polarización y favorece a la derecha, más ducha en las "guerras culturales". Tenga esto mucho o poco de cierto, lo innegable es que ahora, cuando legislatura entra en su tramo final, los impuestos se han colocado en el centro de la escena. No hay nada más material. Y los ha puesto bajo los focos precisamente el PP, no la izquierda gobernante, que lo que sí ha hecho es recoger el guante.

Toca hablar de tipos, tramos y cuotas. Temas directos al bolsillo. Un terreno que, en teoría, debería ser menos propicio para la polarización que la nación, la memoria histórica o las costumbres rurales. En teoría. Porque si alguien piensa que el debate fiscal puede saltarse las coordenadas ideológicas para jugarse en el terreno de los números fríos, se equivoca. Los impuestos son un sancta sanctorum del eje izquierda-derecha, que recupera toda su vigencia. El CIS muestra que los tributos provocan divergencias radicales entre los electorados del PSOE y Unidas Podemos, por un lado, y del PP y Vox, por otro. Se trata de diferencias que han crecido con fuerza a raíz de la pandemia.

El fenómeno que marca el debate es la extensión de un rechazo a los impuestos en el electorado del PP y Vox, donde ha calado a fondo el llamado "populismo fiscal" tras años de martilleo contra el supuesto "atraco" de un gobierno que ahora "se forra" gracias a la recaudación. La siembra de ese discurso florece ya en una pérdida en el campo conservador de confianza en la utilidad de los impuestos y de compromiso fiscal con los servicios públicos. Esta tabla sintetiza el resultado de esa deriva.

Empieza el PP, responde el Gobierno

La batalla fiscal (y electoral) la desencadenó Juan Manuel Moreno. El presidente andaluz, siguiendo el modelo de Madrid, anunció la bonificación del Impuesto de Patrimonio, unos 100 millones que paga el 0,2% de los andaluces, así como una bajada generalizada del IRPF. El envite se enmarcó en una campaña de rebajas de las comunidades del PP, que pedían al Gobierno de Pedro Sánchez y a las autonomías del PSOE que se sumaran, defendiendo que esa era la mejor forma de amortiguar la inflación.

La izquierda reaccionó acusando al partido de Alberto Núñez Feijóo de precipitar una carrera de bajadas fiscales cuyos efectos no llegarían al bolsillo de la mayoría y mermarían los servicios públicos, favoreciendo sólo a los ricos y alentando un dumping insostenible. El Gobierno puso el jueves en la mesa su respuesta, que podría resumirse en una subida de impuestos a los ricos acompañada de beneficios para rentas medias y bajas.

Una mayor tolerancia hacia los impuestos

¿En qué terreno de juego se desarrolla la disputa que ahora se abre? La encuesta Opinión pública y política fiscal de julio de 2022 muestra una sociedad con una visión algo más tolerante hacia los impuestos que hace tres años. La frase "los impuestos son necesarios para que el Estado pueda prestar servicios públicos" tiene ahora más apoyo que en septiembre de 2019, cuando el CIS hizo una encuesta similar: del 57,5% ha pasado al 59,4%. También han subido quienes piensan que los tributos "son un medio para redistribuir mejor la riqueza": del 13,8% a 15,2%. A su vez, han bajado los que opinan que "los impuestos son algo que el Estado nos obliga a pagar sin saber muy bien a cambio de qué": del 26,3% al 23,5%. Los que creen que la sociedad se beneficia "mucho" o "bastante" de los tributos han pasado del 32,2% al 41,2%. Los que creen que pagamos "muchos" impuestos han descendido del 52,9% al 41%.

De modo que se observa en conjunto una ganancia de prestigio de los impuestos, en línea con los pronósticos a raíz de la pandemia y la guerra de Ucrania, que han probado el papel imprescindible del Estado ante las emergencias. Alguno podría pensar, con estos datos, que el discurso del Gobierno lo tiene fácil para penetrar en el terreno y el del PP muy difícil. Por supuesto, no es tan sencillo.

Utilidad de los impuestos

A pesar del deslizamiento hacia posiciones más tolerantes con los impuestos, los propios datos del CIS aún muestran una sociedad con una pobre opinión de los tributos. Cerca un cuarto de los encuestados no sabe muy bien a cambio de qué paga impuestos. Casi un 80% cree que no se cobran "con justicia". El 55,7% opina que la sociedad se beneficia "poco" o "nada" de ellos [ver más información en un artículo vinculado al final de este texto].

Además, los datos globales de las 2.543 entrevistas a mayores de 18 años de la última encuesta fiscal del CIS no permiten ver detalles cruciales para entender el verdadero clima social, que sí afloran al analizar las respuestas según el partido al que se vota. Ahí aparecen los dos bloques, uno a la derecha y otro a la izquierda, con opiniones dispares y cada vez más alejadas. Queda acreditado que esa aparente crecida de la tolerancia general hacia los impuestos entre 2019 y 2022 es sólo fruto de un desplazamiento en esa dirección de los votantes de izquierdas –a afectos de este análisis, del PSOE y Unidas Podemos–, que se produce mientras los de derechas –PP y Vox– se mueven en dirección contraria.

El porcentaje de los que piensan que los impuestos son "algo que el Estado nos obliga a pagar sin saber muy bien a cambio de qué", una idea teñida de negatividad, es sólo del 9,4% entre los votantes del PSOE y del 5,2% de UP. En la derecha, los porcentajes suben al 35,9% (PP) y 57,8% (Vox). Que el electorado confíe menos en la utilidad de los impuestos puede considerarse lógico. Más llamativo es que sea una confianza menguante pese a un una pandemia y una inflación desbocada por la guerra que han forzando al Estado a esfuerzos inéditos. Pero esa es la consistente conclusión que dejan los datos.

En 2019 el porcentaje de votantes del PP que no se sabía "muy bien a cambio de qué" se pagan impuestos era del 27,3%, frente al 35,9% de ahora. En este mismo electorado la fe en la capacidad de los impuestos para redistribuir o prestar servicios también ha caído: del 11,1% al 8,2% en el primer caso y del 58,9% al 53,6% en el segundo. En cuanto a Vox, sus porcentajes han cambiado así entre 2019 y 2022: los que piensan que no está claro para qué se pagan impuestos han subido del 40,2% al 57,8%; los que creen que sirven para redistribuir han caído del 10,3% al 3,1%; los que piensan que sirven para prestar servicios públicos han bajado del 47,4% al 36,3%.

En síntesis: el dato global mostraba un leve reforzamiento de la fe en los impuestos en la sociedad, pero las tripas del CIS enseñan que los votantes de PP y Vox no sólo tienen una visión mucho más negativa que la izquierda, sino que además ha empeorado desde 2019, con Sánchez en La Moncloa.

La perspectiva ha evolucionado de manera opuesta en el electorado de izquierdas. Tanto en el del PSOE como en el de UP ha crecido el porcentaje que cree que los impuestos sirven para reducir desigualdades –del 14,7% al 20,3% en el PSOE; del 22,3% al 34,8% en UP– y para financiar servicios públicos –del 57,7% al 69,6% en el PSOE y del 58,6% al 59,7% en UP–. Al mismo tiempo, ha caído el de votantes progresistas que no saben a cambio de qué pagan –del 25% al 9,4% en el PSOE y del 18,1% al 5,2% en UP–.

Más a cambio de más, menos a cambio de menos

Más brechas izquierda-derecha. El CIS coloca en el 0 el apoyo total a la afirmación de que "hay que mejorar los servicios públicos y las prestaciones sociales aunque haya que pagar más impuestos" y en el 10 el apoyo total que "es más importante pagar menos impuestos, aunque sea para recibir menos servicios". Pues bien, la media de las posiciones de los votantes del PSOE se sitúa en el 3,44 y de UP en el 2,05, es decir, más cerca del 0. ¿Y los votantes del PP y Vox? En ambos casos su ubicación está por encima del 5: concretamente, 5,44 los votantes del PP y 5,82 los de Vox.

Al igual que ocurría con la utilidad de los impuestos, la diferencia izquierda-derecha se ha ensanchado. En 2019 las medias eran 3,94 en el PSOE y 3,16 en UP, con lo que se han movido hacia una mayor tolerancia al pago de. En el PP eran del 4,47 y en Vox del 4,14. Resumen: los votantes de izquierdas se han hecho en los últimos tres años más proclives a la idea de pagar más a cambio de más; los de derechas, más favorables a pagar menos a cambio de menos.

Otro dato. En la izquierda los que piensan que reciben más de lo que aportan crecen –del 6,9% al 9,9% en el PSOE y del 5,1% al 14,2% en UP–, mientras en la derecha menguan –del 6,3% al 3,9% en el PP y del 6,2% al 1,3% en Vox–.

"Mucho, poco o regular"

"¿Los españoles pagamos en impuestos mucho, regular o poco?", pregunta el CIS. Otra vez, la brecha ideológica se ve en la evolución entre 2019 y 2022 de los que responden "mucho". Primero, en la izquierda. Entre los votantes del PSOE, el porcentaje ha pasado del 50,9% al 21,7%; en UP, del 41,4% al 20,4%. Es decir, cae con fuerza la idea de que pagamos "mucho". En la derecha, en cambio, este porcentaje sube. En el PP, del 53,4% al 56,5%; en Vox, del 63,9% al 80,8%.

Otra pregunta: "En comparación con otros países más avanzados de Europa, ¿en España se pagan más, igual o menos impuestos?". De nuevo es elocuente la evolución 2019-2022 del porcentaje de los que responden que "más". En la izquierda baja. En el PSOE, del 26,2% al 18,6%; en UP, del 32,1% a 17,1%. En la derecha sube. En el PP, del 20,2% al 45,9%; en Vox, del 46,4% al 71,8%. Ha calado el discurso del "infierno fiscal".

Justicia fiscal e ideología

Las preguntas de los párrafos anteriores son en bruto, sin especificar si ese "mucho" o "poco" es a ricos o a pobres, a rentas del trabajo o del capital. Pero indican que la impresión en la izquierda es que no se paga mucho y en la derecha que sí, con diferencias que se han ensanchado durante la pandemia.

Estas divergencias se mantienen cuando la pregunta afina, es decir, cuando se interesa por las posición de los electores sobre la "justicia" de los impuestos en España. Y "justicia" se entiende así: "que pagan más quienes más tienen". La respuesta mayoritaria, datos fiscales en mano, sería que el sistema no anda sobrado de "justicia". No en vano, la desigualdad lleva tres décadas estrechando la clase media, fenómeno conectado con una pérdida de progresividad del sistema fiscal. De hecho, esa es la impresión general de la ciudadanía: el 80% cree que no "pagan más quienes más tienen".

Ahora bien, esta opinión va por barrios. O sea, por partidos. Entre los votantes de derechas hay un mayor porcentaje que piensa que los impuestos sí se cobran ya "con justicia", lo cual los hace en principio menos permeables a discursos sobre progresividad. A pesar de que durante la legislatura no ha habido aún una reforma fiscal de calado, el electorado conservador parece pensar que sí la ha habido. Atención a estos datos, que dicen mucho más sobre ideología que sobre fiscalidad: la percepción de que "paga más quien más tiene" ha pasado desde 2019 del 17% al 26,1% en el PP y del 11,3% al 23% en Vox. El electorado del PSOE también percibe un leve avance: del 10,2% al 11,1%. En cambio, en UP el porcentaje ha caído: del 9,8% al 8,3%. Estos datos ayudan a entender la insistencia de UP en sacar adelante la reforma fiscal.

El Gobierno y la "cuadratura del círculo"

Es a este ambiente polarizado al que el Gobierno lanza su reforma. El politólogo Pablo Simón, profesor en la Universidad Carlos III, cree que el Ejecutivo trata de "cuadrar el círculo" dejando el menor espacio posible al discurso de la derecha. ¿Cómo? Con una subida por arriba que da satisfacción a quienes demandan progresividad y fondos para los servicios públicos, compensada con un bajada por abajo que estrecha el margen para un "populismo fiscal" que "vincula los impuestos con los coches oficiales, el tamaño del Gobierno o el bolsillo de Sánchez", explica Simón. Sin una bajada por abajo en el IRPF ese discurso habría tenido más posibilidades de éxito, cree el también editor de Politikon.

"Es verdad que el PP, con su carrera de rebajas, quizás ha hecho al Gobierno decidir una bajada del IRPF que no tenía prevista, pero es la forma de intentar que las comunidades del PSOE se sumen", señala Simón, que añade que el PP ya ha tenido que bifurcar su discurso anunciando su apoyo a las bajadas y su rechazo a las subidas. Feijóo quiere que se voten por separado.

La lógica del PP

Simón cree que el contexto favorece a priori un debate inclinado hacia la izquierda. "La pandemia ha evidenciado la necesidad de un Estado fuerte, lo que genera mayor tolerancia hacia la recaudación", señala el profesor, que recuerda que organismos como la Comisión Europea o el FMI están defendiendo una "fiscalidad más gravosa hacia las grandes fortunas".

Sin embargo, el PP está instalado en el discurso de la bajada de impuestos. ¿No es electoralmente ilógico? Otra vez, no es tan sencillo. Como recuerda Simón, "el debate fiscal está condicionado por la percepción de la eficiencia de los servicios públicos". "Cuando hay problemas, como ahora en la sanidad, más gente es renuente a pagar porque percibe que no recibe unos servicios acordes a lo que aporta. Es una pescadilla que se muerde la cola", señala Simón.

Ese descontento con los servicios públicos del que habla Simón es innegable. El porcentaje de quienes creen que la sanidad funciona "poco" o "nada satisfactoriamente" se acerca al 40%. Además, aquí se rompen en parte las lógicas izquierda-derecha. Los porcentajes de los que creen que funciona mal van desde el 31,5% del PP al 50,2% de Vox, con los partidos de izquierdas en medio: 38,8% el PSOE y 46,9% UP. Es distinto en la enseñanza, donde sí hay un sesgo izquierda-derecha: piensan que funciona "poco" o "nada" satisfactoriamente el 30,1% de los votantes del PSOE, el 41,7% de UP, el 47,9% del PP y 69,6% de Vox. Otra vez vuelven a desdibujarse los límites ideológicos en cuanto a cómo funcionan los "servicios sociales", con el descontento del PSOE (34,9%) y el PP (38,8%) más bajo que el de Vox (53,2%) y UP (49,8%).

Cuestión de clases

Los datos expuestos explican por qué los partidos de derechas, PP y Vox, tienen incentivos para anclarse en el discurso antiimpuestos. No es sólo porque hay una demanda de su electorado, sino también porque existen un descontento más o menos transversal con los servicios públicos que puede facilitar el calado de ese mensaje. Y una clave más: la ideología no es el único factor que determina la visión sobre los impuestos. También lo es el estatus social. El porcentaje que cree que los impuestos ya se pagan "con justicia" –y por lo tanto son a priori mas reticentes a reformas progresivas– va bajando desde el 28,9% de la clase alta/media alta, al 19,7% de la media-media, al 12,7% de la media-baja y al 9,6% de la trabajadora-obrera-proletariado. Ayuda a entender la posición de Feijóo saber que es el candidato preferido de la clase alta/media alta (38,9%) y media-media (28,2%), mientras queda tras el PSOE en el resto de clases.

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La derecha cuenta con otro elemento a su favor. La clase más desfavorecida, la que el CIS llama "baja/pobre", presenta síntomas de desconexión política. Se trata del electorado más abstencionista, lo que ha perjudicado sobre todo a la izquierda. Además, ahora sus opiniones fiscales parecen abrir flancos para la penetración de los discursos del PP y Vox. Sólo un 9,9% cree que los impuestos "son un medio para redistribuir mejor la riqueza", el menor porcentaje de todas las clases. También son los que más creen que son algo que se paga "sin saber muy bien a cambio de qué": 28,9%. También es la clase que en mayor porcentaje considera que se pagan "muchos" impuestos (43,3%).

Distorsión e individualismo

El profesor de Sociología de la Universidad de Barcelona Xavier Martínez Celorrio acude la historia para explicar por qué ese "populismo fiscal" que a su juicio juega a favor del PP tiene tanto arraigo en España: "Hay un caldo de cultivo que se remonta al fracaso de la revolución liberal del siglo XIX, que deja un poso cultural de falta de compromiso de la élite con lo público, una mentalidad en el fondo precapitalista, que no es propia de una burguesía desarrollista, sino herencia del caciquismo. El legado es un individualismo posesivo que, pasado por la doctrina neoliberal del Estado mínimo, ahora llega también a las clases medias y trabajadoras". Es algo, señala Martínez Celorrio, que el PP intenta alentar y luego aprovechar. "Las élites capitalistas, que marcan la política de la derecha, no tienen un vínculo de responsabilidad con la sociedad y promueven una agenda contraria al pago de impuestos", señala Martínez Celorrio, que explica así el éxito popular de medidas como la supresión de los impuestos de Sociedades y Patrimonio.

Carlos Martín, profesor de Economía en la Universidad de Alcalá de Henares, inserta la posición fiscal del PP en una lógica que es a la vez política, económica, ideológica y electoral. Lo explica así: "La bajada del Impuesto de Patrimonio persigue un objetivo electoral. Pues, al final, la idea simplificada y distorsionada que le llega al ciudadano de la cacofonía informativa es que le bajan los impuestos y le sube la renta, aunque no sea verdad". A su juicio, el PP socava deliberadamente los servicios públicos "para animar su abandono por la clase media, que a continuación reclamará más bajadas de impuestos, una vez que estos servicios se los preste el sector privado". El PP, siguiendo a Martín, estará ahí para ofrecer esos impuestos bajos.

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