Crisis del coronavirus

Salvador Illa y el metro de cien centímetros

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, y el doctor Fernando Simón, en la sala de prensa de la Moncloa.

infoLibre recupera este perfil del hombre que liderará la candidatura del PSC a las elecciones catalanas del 14F. Fue publicado el 7 de junio.

La forma de entender la política de Salvador Illa tiene mucho que ver con la empatía, con un sentido práctico de entender el servicio público y con la necesidad de tender puentes. Cuando vas a negociar algo, ha dicho en más de una ocasión a sus colaboradores, “un metro tiene que medir cien centímetros para las dos partes”. “Salvador es eso”, subraya uno de ellos. Esa frase “resume muy bien lo que es: si mi metro tiene 100 centímetros, el tuyo no puede medir 101”.

El ministro Salvador Illa (La Roca del Vallès, Barcelona, 1966) lleva cien días en el ojo del huracán. Cuando aceptó la cartera de Sanidad, un departamento que Unidas Podemos había rechazado apenas seis meses antes por “decorativo” y del que además se acababan de desgajar dos áreas tan potentes como Servicios Sociales y Consumo, no podía imaginar lo que se le venía encima.

La intensidad con la que una pandemia histórica ha golpeado a la sociedad española le ha situado a diario en el punto de mira de la oposición pero, paradójicamente, ha sabido resistir el asedio permanente mucho mejor que algunos de sus compañeros de Consejo de Ministros. Los portavoces de la derecha rara vez le escogen como objetivo a batir: prefieren tirar por elevación hacia Pedro Sánchez o concentrar sus esfuerzos en otros ministros como José Luis Ábalos o Fernando Grande-Marlaska.

Miquel Iceta, el primer secretario del PSC, subraya esa condición. “Otro, ante una crisis así, se habría visto sobrepasado. Es muy fácil salir mal de esto y él está saliendo bien. En una crisis tan bestia, su carácter templado le ayuda”. “Lo normal es que una crisis así te queme en la pira. No ha sido así sino lo contrario”.

Su habilidad política, aseguran quienes lo conocen bien, tiene mucho que ver. “Salvador se ha bregado en el mundo local, que es donde ves la realidad de los problemas”, recuerda José Zaragoza, compañero suyo del PSC con escaño en el Congreso. “Es una persona que ha gestionado, que ha sido alcalde de su pueblo, que ha tenido responsabilidades en muchos ámbitos”. Y eso da “una percepción de la realidad. No es un teórico de la política. Y eso es un elemento básico cuando tienes que afrontar problemas como la pandemia” y sabes que “tomar decisiones tiene consecuencias”.

Esa escuela se nota en la fluidez de sus intervenciones en el Congreso y el Senado, algunas de las cuales han acabado viralizándose en redes sociales (algunas de las más celebradas ilustran esta información). “No es la alegría de la huerta”, señala una de las personas de su entorno que aceptaron hablar con infoLibre sobre él, “pero tiene su humor” y, sobre todo, “tiene mucha agilidad mental para las respuestas”. Las frases que luego se popularizan en Twitter “son suyas, nadie se las ha dicho. Está curtido en la política” y acostumbrado no sólo al debate sino a “mantener las formas y tratar a la gente”. “Sabe responder y lo hace con mesura”, añade una de las personas de su equipo de comunicación que, reconoce, va “con mucha tranquilidad” con él a a las ruedas de prensa. “No es de salir a decir lo que le han preparado”. “Sus frases son producto de su pensamiento, de su manera de entender la vida”, dice otro.

Illa tiene un máster en economía y dirección de empresas, habla inglés con fluidez y acumula años de experiencia en la gestión pública como concejal, como alcalde y como director general del departamento de Justicia de la Generalitat. De origen tarradellista, su mentor fue Romà Planas, muy próximo al que fuera president en el exilio. Iceta recuerda que cuando era alcalde de La Roca hubo una gran polémica por un outlet muy grande que iba a abrir y por el que se enfrentó a una fuerte oposición del comercio local. “Se la jugó, tuvo visión de futuro y luego se demostró. Ahora todo el mundo lo reconoce. Cuando se trata de ir a contracorriente, lo hace. Escucha, pero cuando toma una decisión, la toma”. “No es de estos para los que la política solamente es hablar”, insiste Zaragoza. “Sus palabras son siempre muy medidas” y apoyadas “en la realidad”. Y “eso le da solidez”.

El ministro catalán

Su llegada al Gobierno de España obedeció en su momento a la necesidad que Iceta tenía de contar con “una persona de mucha confianza y del PSC [donde sigue siendo secretario de Organización] en una legislatura en la que el tema catalán iba a tener mucho protagonismo. Creíamos que teníamos que estar y Pedro [Sánchez] creía además que le vendría bien contar con todas las pistas y claves”.

Desde que ejerce como ministro, apenas cinco meses, es su formación como filósofo la que le hace destacar. “Como buen filósofo” lleva la crisis sanitaria “con estoicismo. Es su carácter, el de una persona ponderada y tranquila“pero con carácter”. Una personalidad “muy sólida” que puede pasar desapercibida para quienes no le conocen porque “no es estridente ni agresivo y la gente confunde a veces la educación y las buenas maneras con debilidad. Y es todo lo contrario”. Tiene “un carácter fuerte: cuando tiene que decir una cosa la dice”. “Si tiene que plantar cara a alguien lo hace. Con educación, pero lo hace”. Como cuando se plantó ante el diputado del PP que pretendía forzarle a pedir disculpas a la familia de una víctima de la covid-19 en el Congreso.

“No le gustan las estridencias, tampoco de los suyos. El espectáculo político lo lleva mal”, en especial los que últimamenente se han agudizado en el Congreso. Como parlamentario se ha revelado ágil e irónico pero ajeno al toma y daca tan habitual en la Cámara Baja. Cuando intervienes en el Congreso, señala un parlamentario socialista, y lo que tienes delante es la oposición que están haciendo el PP y Vox, tienes dos posibilidades: les pagas con la misma moneda o les pones “frente al espejo”. Esto último es lo que hace Illa y “eso es muy de filósofo. Ponerles frente a la realidad, frente al espejo”. Porque él “lo que intenta trasladar todo el rato es que no está haciendo política, está luchando contra una pandemia. Y ese contraste sólo se ve cuando no te pones al nivel del otro”.

Es “alguien que piensa y toma decisiones. Pensamiento y acción”. “Una persona que escucha. Para entender al otro. No es una persona que interrumpa. Y cuando da su opinión se nota que es algo que tiene preparado y pensado”. Sus más próximos le describen como una persona tímida pero al mismo tiempo como “un conversador exquisito. No es nada serio”. Le encanta socializar. “Es feliz conversando y aprendiendo cosas”. “Lo que pasa es que es muy estricto, muy metódico en sus comportamientos”.

Católico y políticamente situado en el catalanismo de izquierdas que hoy domina el PSC, tiene “una visión de lo público muy clara”. Y “mucho criterio a la hora de decidir las cosas. Sosegado, moderado, pero con mucho criterio. Entiende muy bien el tiempo que le toca vivir, sea la pandemia o el 1 de octubre”, reflexiona Santos Cerdán, secretario de coordinación del PSOE y hombre clave de la maquinaria de Ferraz. “No se pone nervioso ante el tiempo que le toca vivir”.

“Conoce la complejidad de la sociedad catalana”, subraya Iceta. Y “es alguien claramente no independentista, pero muy catalanista. Su mentor político”, Romà Planas, “lo era muchísimo. Es alguien que se gana la confianza más allá del espacio político propio, pero en esa cuestión es claro. Cuando se comenzaron a mover las manifestaciones de Sociedad Civil Catalana, él estuvo ahí desde el principio”. En Cataluña “no hacen de él diana”, también porque “tiene una muy buena relación con la consellera Alba Vergés, lo que ha facilitado las cosas”. “Pero lo ningunean”, reconoce. “Creo que les empieza a dar miedo”. 

La rutina diaria de Illa está sujeta a los vaivenes de una exposición pública muy intensa —es el ministro que más a menudo comparece ante los medios de comunicación—, a la obligación de rendir cuentas en el Congreso y en el Senado y a una agenda extremadamente exigente de reuniones con técnicos y con responsables de Comunidades Autónomas. Su día empieza a las siete de la mañana en la sede del ministerio, frente al Museo del Prado, un edificio de líneas rectas en ladrillo, granito y piedra caliza construido entre 1949 y 1951 para albergar la “casa sindical” durante el franquismo y un ejemplo de arquitectura moderna de posguerra que Illa comparte con el vicepresidente Pablo Iglesias (Derecho Sociales) y el ministro de Consumo, Alberto Garzón. Una mole racionalista con fachada en cuadrícula de aspecto fantasmal desde que desde hace casi tres meses desapareció la mayor parte de los empleados públicos, forzados a teletrabajar para controlar la pandemia.

Agenda manual

Lo primero que hace Illa, nada más llegar a las siete de la mañana a su despacho, es revisar su correo electrónico, contestar mensajes y derivar a los diferentes departamentos del ministerio los asuntos que le van llegado. Aprovecha también para algo más, muy en línea con su carácter metódico: el ministro tiene la costumbre de organizar su jornada en unas cuartillas de papel en las que anota a mano, utilizando una pluma, absolutamente todo lo que tiene que hacer a lo largo de la jornada. Unos papeles que dobla cuidadosamente y que le acompañan en el bolsillo de la americana hasta la noche. Ahí están desde qué llamadas tiene que hacer a qué asuntos debe atender a lo largo del día. Una lista de la que va tachando las tareas completadas y anotando otras nuevas que inevitablemente van surgiendo a medida que avanza la jornada. Y que se siente obligado a completar antes de darla por concluida.

Desayuna un té y un zumo de naranja, nunca toma café —los que le rodean aseguran que es una persona frugal— y a las ocho celebra la primera reunión del día. Asisten su gabinete al completo y los directores generales del ministerio, el equipo de comunicación, y representantes de organismos como el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), el Instituto de Salud Carlos III y de la Agencia del Medicamento. Allí, durante una hora se hace el repaso de la jornada que empieza: los temas que quedaron pendientes del día anterior y los que hay que abordar en horas. Se repasa todo: desde los asuntos que plantea la prensa a la situación en la que se encuentra la llegada de un determinado suministro médico importado desde el extranjero.

Esta reunión se celebra todos los días de lunes a viernes a las ocho de la mañana —los fines de semana se inicia una hora después— desde que el virus comenzó a evidenciar su facilidad para traspasar fronteras. Así todos los días desde hace tres meses. “Ahí se van cantando los temas”, explica una colaboradora. Hasta hace pocos días comenzaban el director del CCAES, el doctor Fernando Simón, y su número dos, la epidemióloga María José Sierra, haciendo una actualización de los datos sanitarios. Ahora ya no: los datos se conocen por la tarde. “El ministro va dando paso a unos y a otros. Es muy ejecutivo, marca muy bien las reuniones y los tiempos”.

Después de hablar con su equipo, a Illa siempre le esperan otras reuniones. Con el comité científico que asesora el Ejecutivo, en el Consejo de Ministros o en el Congreso de los Diputados, ya sea en Pleno o en comisión. “Su vida transcurre entre el Ministerio de Sanidad y el complejo de la Moncloa”. Allí es donde reside, en el edificio INIA, que cuenta con dependencias para alojar a altos cargos del Gobierno.

A mediodía lo normal es que coma en el ministerio con su equipo más próximo. “Un menú de 5,9 euros que se paga cada uno. En esto es muy calvinista”, bromea otro de los colaboradores del ministro con los que ha conversado infoLibre. La comida es además una oportunidad para repasar la mañana y comentar cómo va a ir la tarde. A veces se convierte en una reunión temática, sobre todo si a continuación la agenda reserva una comparecencia pública o una presentación especial.

La tarde, cuando no tiene Senado o rueda de prensa, se consume en reuniones telemáticas desde el ministerio. El 50% o más de su tiempo lo pasa atendiendo videoconferencias bilaterales o multilaterales con los consejeros de sanidad de las 17 Comunidades Autónomas. También con colectivos médicos, farmacéuticos y de enfermería. Con otros ministros con los que tiene que abordar asuntos relacionados con la pandemia. Y con la gente de su equipo, como el doctor Simón, con el que Iceta observa una relación que “parece mágica. Es un tándem muy extraño: el sabio campechano y el político con corbata, firme y sereno”.

Hasta hace pocos días nunca llegaba a casa antes de las once de la noche. Ahora, con el virus en retroceso, está empezando a hacerlo en torno a las nueve. Cuando es así, aprovecha para salir a correr durante una hora. Lleva a cabo un último repaso de la cuartilla en la que anota las tareas del día y hace las llamadas que le faltan. “Para él esto es obsesivo. Si no lo ha conseguido, antes de cenar tiene que estar completada”.

Si tiene tiempo, antes de dormir aprovecha para leer o para ver series, a las que es muy aficionado. “Ve de todo, desde documentales de deportes a series de ficción. Chorradas no, nada de frivolidad”, sonríe una persona que conoce bien sus hábitos. “Le gusta comer, pero no mucho”. Y es del Español”, completa el retrato Iceta. “Los que lo son lo son por tradición familiar o por militancia. No van a disfrutar, van sufrir”, ironiza el líder del PSC.

La rutina se repite prácticamente igual los fines de semana, con la única salvedad de que come en casa y trata de reservar una tarde libre para reposar “y ordenar ideas”. El resto del sábado y del domingo se van en reuniones, ruedas de prensa y conferencias de presidentes autonómicos.

Lejos de la familia

Illa, como muchos ciudadanos, lleva mucho tiempo sin ver a su familia. Incluso algo más, porque dejó de viajar a su localidad natal los fines de semana en febrero, cuando las noticias sobre el virus empezaban a ser recurrentes.

Ese aislamiento de los suyos lo comparte con varios miembros de su equipo que no son de Madrid y también llevan muchas semanas alejados de sus familias. Si le ha afectado, aseguran sus colaboradores, no lo ha transmitido, pero es “muy celoso de su vida personal”. “Hubo un momento en el que la gente del equipo se replegó y algunos incluso se fueron a vivir a casa de otros para estar acompañados” durante los momentos más duros de la pandemia.

“Ha tenido momentos mejores y peores”, reconoce un alto cargo de ministerio que, como otras personas con las que ha hablado infoLibre, prefiere no ser mencionado por su nombre. “Es una persona sentida, no es frío, es cálido. Y si alguien de su entorno lo pasa mal, se le nota. No lo exterioriza pero se le ve. Y lo ha pasado mal”, porque “ha habido momentos de mucha presión”, con días en los que morían más de mil personas. Pero “nunca ha trasladado eso a su equipo” sino todo lo contrario. “En los peores momentos las únicas reuniones extraodinarias que ha hecho con su equipo han sido para darnos ánimos”. 

Illa, recuerda Santos Cerdán, siempre ha sido “de tender puentes. No es amigo de la crispación y sí del diálogo”. Eso le ha granjeado una reputación unánime como experto negociador. Todos los pactos locales suscritos por el PSC en los últimos años llevan su firma. El primero fue con Units para las autonómicas, recuerda Zaragoza. Su especialidad es “escuchar al otro y buscar cosas en las que nos podemos poner de acuerdo”. Y tiene otra cualidad muy importante para alcanzar acuerdos: es “una persona que cumple su palabra. Todos los que le conocen saben que cuando dice que sí es que sí, y si dice que no es que no. No es de cambiar de opinión ni de jugar con las palabras. Es una persona con la que sabes que si llegas a un acuerdo lo va a cumplir”.

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Algunos creen que es un negociador ”duro”, pero sobre todo claro. Iceta lo corrobora: “Es duro de roer”. “No se pone nervioso; empatiza muy bien con quien tiene enfrente” y eso aumenta su “capacidad de convencer”, señala Cerdán.

Aunque hay quien más que tranquilidad ve en él “contención”. Cuando está atendiendo una reunión es habitual verle con el clásico “tembleque de piernas” de las personas nerviosas. Algo que combate con un truco muy discreto: “Siempre lleva clips en el bolsillo, porque necesita tener algo entre las manos cuando está parado”. Es entonces cuando juega con ellos, entrelazándolos y separándolos. Una y otra vez.

El futuro no está escrito, pero nadie se atreve a discutir el recorrido que Illa pueda tener por delante. “Le gusta acabar el trabajo”, razona Miquel Iceta. “Dudo que piense en otras cosas, lo cual no quiere decir que no puedan llegar. Durante mucho tiempo querrá seguir vinculado a remontar el PSC, que fue por lo que se incorporó con responsabilidad al proyecto como secretario de Organización. Ha crecido mucho, no es particularmente ambicioso y no creo que tenga planes”. Pero tampoco “se echa para atrás”, avisa. Ni “se pone límites”.

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