El nuevo Ejecutivo

Sánchez ficha a la consejera más experta de Susana Díaz

María Jesús Montero abraza a Susana Díaz en una sesión del Parlamento de Andalucía.

Con la incorporación de María Jesús Montero (Sevilla, 1966), Pedro Sánchez se lleva al Gobierno a la consejera con mejor cartel y mayor experiencia de Susana Díaz, cuyo hiperliderazgo ha impedido la maduración de secundarios con relieve propio. Montero, consejera de Hacienda y Administración Pública, era la principal excepción en un Ejecutivo de corte administrativo. Sánchez suma a una ministra de Hacienda de acreditada capacidad para la negociación a izquierda y derecha. La elección de Sánchez es a su vez un gesto de distensión en las relaciones del presidente y Díaz, aún lejos de la normalización. La presidenta pierde un puntal de su Ejecutivo pero contará en Madrid con una persona de su confianza, defensora a ultranza de una reforma del sistema de financiación autonómica, una de las obsesiones políticas de Díaz. En cierta manera, Montero se convierte en adelante en el nexo entre Sánchez y Díaz. La otra andaluza del Ejecutivo, Carmen Calvo, mantiene con la presidenta una relación más que distante.

La ministra, que ha permanecido al margen de las refriegas internas del PSOE andaluz, no responde al perfil de susanista de pro. Su figura política es independiente de la de Díaz, con la que ha trabado una estrecha relación de confianza y a la que ha sido leal durante su pugna interna con Sánchez, pero sin bajar al barro ni distinguirse entre la claque de entusiastas. La nueva titular de Hacienda es partidaria de una revisión a fondo del sistema de financiación autonómica que implique una mayor participación de las comunidades en la recaudación fiscal, reivindicación que ha trasladado insistentemente al ministro Cristóbal Montoro, con el que tenía una relación crítica y tirante pero sin romper la baraja.

Montero es antes una mujer de gobierno que de partido, donde nunca ha sido un peso pesado. Se dice de ella que sabe empaparse de los temas, no sólo planear sobre ellos como acaban haciendo muchos jefes. Y, más importante aún, que "sabe venderlos". Es decir, que no se le da nada mal explicarse ante los micrófonos. Cuando en el PSOE andaluz se daba por hecho que Díaz sería secretaria general del partido derribando a Sánchez, era uno de los nombres con los que se especulaba para sucederla en la presidencia de la Junta, aunque siempre con el "pero" de su escaso pedigrí orgánico. Montero no está ahormada en las Juventudes Socialistas, escuela que ha marcado a toda una generación de dirigentes del puño y la rosa en la subcultura del ardid y la lucha interna. Es consejera desde 2004, hace 14 años, y de no haberla reclamado Sánchez, nada apunta a que Díaz tuviera la menor intención de desprenderse de ella. "A ver qué gobierno le ponen a la consejera Montero", se bromeaba antes de los los cambios de Ejecutivo en Andalucía, dando siempre por segura su continuidad.

Ha sido fija desde Manuel Chaves a Susana Díaz pasando por José Antonio Griñán. La única que ha pasado todos los cortes, sobreviviendo al virus de los ERE. Primero fue consejera de Salud (2004-2013, ganando las competencias en Bienestar Social en el último año). Políticamente sacó petróleo del departamento sanitario. No sólo eran los tiempos en que se asentó para la sanidad el apelativo de la "joya de la corona" del PSOE andaluz, sino que además Montero lograba colocar en los informativos nacionales hitos de medicina de vanguardia. De ella es la maternidad de la Ley de Muerte Digna (2010), la primera de España. Cuando Díaz sucedió a Griñán, que dimitó acorralado por los ERE, la presidenta quiso trazar una gruesa línea entre ella y sus antecesores. Pero hizo una excepción con Montero, que no estaba salpicada por el caso. No sólo se la quedó, sino que le entregó la Consejería de Hacienda y una tarea: rigor en las cuentas y en los papeles, justo lo que no había sobrado durante toda una década. La antecesora de Montero en Hacienda, Carmen Martínez Aguayo, que fue mano derecha de Griñán, está imputada en la pieza política del caso de los ERE.

Así la consejera Montero dejó el departamento de Salud no mucho antes de que el descontento de los sanitarios se empezara a hacer patente por los recortes y por la política de fusiones hospitalarias, que tiene su origen en su época aunque le explotó a su sucesor, Aquilino Alonso, chamuscado por un revuelta de batas blancas con epicentro en Granada y réplicas en toda Andalucía. En política también hay que tener suerte para no acabar atropellado por los acontecimientos y Montero, méritos aparte, la ha tenido. Cabe preguntarse si la ministra, que en el juego político va siempre a la ofensiva con un estilo resuelto y vehemente, hubiera sabido lidiar con más acierto con la revuelta que derribó a su sucesor. Lo seguro es que hubiera actuado con su habitual determinación.

Montero asume con Sánchez la misma tarea que tenía con Díaz, Hacienda, donde se le atribuyen dos logros: uno) disciplinar las cuentas de Andalucía; y dos) pactar presupuestos con dos socios antagónicos, IU primero y Ciudadanos después, de cuyos máximos interlocutores (Antonio Maíllo y Juan Marín) se ganó el respeto e incluso el afecto. Si Díaz ha podido presumir de "estabilidad" –su concepto fetiche– ha sido porque Montero ha conseguido pintar presupuestos aceptables para su izquierda y su derecha a lo largo de cinco ejercicios. Con el partido naranja Montero se tragó el sapo de aceptar la práctica supresión del impuesto de sucesiones en Andalucía, decisión en la que nunca creyó y que atribuye a un fracaso en la pedagogía fiscal de la izquierda. Cuando Díaz perdió las primarias contra Sánchez y reformó su gobierno para rehacerse políticamente, no tocó a Montero, que ya formaba parte de su núcleo duro.

El rostro de una reivindicación

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Sánchez mete en su gobierno al rostro de una reivindicación: una revisión del modelo de financiación autonómica que impulsó José Luis Rodríguez Zapatero, sistema que según Montero castiga con especial dureza a Andalucía. El Gobierno de Díaz consiguió en marzo sumar a esta reivindicación a PP, Podemos e IU, pero no a Ciudadanos, que aprovechó para escenificar un distanciamiento tras toda una legislatura de consentirle casi todo al PSOE. El modelo de financiación que ha defendido Montero como consejera eleva la importancia de la población en los criterios de reparto –lógico desde Andalucía– y reclama 16.000 millones más al año para las comunidades que no provenderían de nuevos impuestos, sino de una mayor participación de las autonomías en la recaudación del IVA y los impuestos especiales. El modelo de Montero sintonizaba con el de Ximo Puig en Valencia y chocaba frontalmente con el de Cristina Cifuentes en Madrid. Montero es partidiaria de acometer la reforma del sistema de financiación autonómica sin esperar a la normalización de la situación política catalana, si es que ésta llega algún día. Como consejera de Hacienda era favorable a la creación de un fondo de sostenibilidad de los servicios públicos, que se financiaría con los excesos de recaudación en años de buena situación económica para afrontar épocas de crisis.

Montero es licenciada en Medicina. Su trayectoria previa a la política en el ámbito sanitario se centra en la faceta gerencial, más que en el trato a los pacientes. En su primer cargo con poder de decisión, fue subdirectora médica del Hospital Universitario Virgen de Valme de Sevilla entre 1995 y 1998, año en el que se incorporó al complejo sanitario Virgen del Rocío de la misma ciudad, primero como subdirectora médica y posteriormente como subdirectora gerente. Francisco Vallejo, peso pesado de la etapa Chaves más tarde caído en desgracia por los ERE, se fijó en ella y la convirtió en viceconsejera en 2002. Al margen de su trayectoria en el ámbito sanitario, María Jesús Montero fue presidenta de la Comisión de Marginación del Consejo de la Juventud de Andalucía entre 1986 y 1988, y posteriormente secretaria general del mismo hasta 1990. Desde 2008 es parlamentaria por Sevilla en la Cámara andaluza.

Díaz ha resuelto la salida de Montero con una cabriola que impulsa el pefil de su gobierno hacia la izquierda. El exrector Antonio Ramírez de Arellano, consejero de Economía, amplía sus competencias, asumiendo también las de Hacienda y Admnistración Pública, y se incorpora al gabinete Lina Gálvez (Sevilla, 1969), de acreditada trayectoria feminista, como titular de Universidad y Conocimiento, departamento de nueva creación. Gálvez, catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad Pablo de Olavide, directora del Máster Universitario en Género e Igualdad y miembro del Observatorio de Género de Economía, Políticas y Desarrollo, es colaboradora habitual de medios de comunicación, entre ellos Canal Sur Radio. La aparición de su nombre como futura consejera de Díaz causó sorpresa en sectores a la izquierda del PSOE. Gálvez ha colaborado con IU en la elaboración de una proposición de ley contra la pobreza, que prevé presentar Unidos Podemos.

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