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Navarra

Los socialistas navarros intentan convencer a Ferraz de que dé el visto bueno a la moción a Barcina

Roberto Jiménez (derecha) se despide de Manu Ayerdi, de Geroa Bai, tras su reunión en el Parlamento foral este 4 de marzo.

La crisis navarra entra en tiempo de descuento. La incertidumbre está cerca de despejarse. Menos de dos días. Y para eso hace falta saber si los socialistas aguantarán el pulso y presentarán una moción de censura contra la presidenta foral, Yolanda Barcina, en caso de que esta se enroque y decida no marcharse por su propio pie. El PSN está totalmente convencido de que no hay otra salida, de que frenar esa iniciativa a estas alturas añadiría 15 meses de desgobierno a una comunidad paralizada y hundiría por completo sus expectativas electorales. Pero ahora falta jugar la última baza, persuadir a Ferraz, a la dirección de Alfredo Pérez Rubalcaba, a la que le aterra la imagen de una Barcina desahuciada con los votos de Bildu. Una tarea nada fácil. Pero en la que se empleará a fondo este miércoles el secretario general del partido, Roberto Jiménez, quien se desplazará este miércoles a Madrid para quemar los últimos cartuchos. 

El sábado, la ejecutiva regional, en coordinación con Ferraz, decidió iniciar una ronda de contactos con todos los grupos del Parlamento foral, a excepción de Bildu, para pulsar su opinión. Ronda que comenzó ayer martes, con las entrevistas con los dos diputados de Geroa BaiManu Ayerdi y Patxi Leuza– y los tres de Izquierda-Ezkerra, coalición que integra a IU y Batzarre –José Miguel Nuin, Txema Mauleón y Marisa de Simón–. Hoy finalizará con los encuentros con Aralar-NafarroaBai y PP. UPN declinó la invitación. 

Aparentemente, nada pareció moverse, porque no hubo fumata (ni blanca ni negra) a la moción contra Barcina. Pero el mensaje que trasladó Jiménez, acompañado por los parlamentarios Samuel Caro y Pedro Rascón, fue nítido: él y el PSN sí son partidarios de tumbar a la presidenta. Él y el PSN mantienen el "compromiso claro" de "ir adelante" con la moción de censura, como resumió Ayerdi a la salida. El partido emitió al término un comunicado en el que, como ya ocurriera el sábado, evitó mencionar las tres palabras malditas –moción de censura–, pero en el que sí reiteró su "objetivo único y preferente": elecciones anticipadas el 25 de mayo. La nota refleja, y así también lo dijeron Ayerdi y Nuin, que el PSOE es un partido federal, y por tanto sus decisiones se adoptan "siempre desde el mutuo acuerdo". 

¿Otro presidente?

Jiménez, según distintos asistentes al encuentro contactados por infoLibre, de varias formaciones (también del PSN), reconoció que aunque su partido está "inequívocamente comprometido con la moción", no tiene la autorización de Ferraz. Públicamente, la dirección federal no ha descartado esa iniciativa en los últimos días, pero en privado los colaboradores más estrechos de Rubalcaba insisten en que no puede ser investido presidente un socialista "con los votos de Bildu". En Madrid se ha seguido con consternación cómo el caso Barcina se ha vuelto contra los socialistas por la utilización que de este asunto han hecho tanto el PP como UPN, agitando un fantasma que siempre les resultó muy rentable: el de Bildu, los "herederos de Batasuna", según su argumentario. Ferraz no oculta el pánico que le produce la intensificación de esa campaña a tres meses de las elecciones europeas, en las que confían en cerrar el ciclo de caída. 

Durante la reunión, Jiménez no puso sobre la mesa una alternativa con la que se especulaba en los últimos días: que se invistiese a otro presidente. Circulaba la idea incluso de que fuera Nuin. Ello podría aliviar la presión interna, pero supondría una desautorización al secretario general y la designación de un jefe del Ejecutivo procedente de fuerzas muy minoritarias en el Parlamento foral. Ni siquiera cabría la opción de aupar a un independiente, porque el Amejoramiento del Fuero exige que sea un diputado. Además, Ferraz recela de esa solución porque no salva el escollo principal: PSN y Bildu tendrían que votar necesariamente juntos. No hay escapatoria en el laberinto: para que prospere una moción de censura, la oposición –PSN (9 escaños), Bildu (7), Aralar-NafarroaBai (6), Izquierda-Ezkerra (3) y Geroa Bai (2)– debe unirse. UPN, que gobierna en minoría, dispone de 19 escaños, y se sumaría los 4 del PP.  

El recuerdo del 'agostazo'

Jiménez adelantó a los grupos con los que se reunió ayer que hoy se desplazaría a Madrid para intentar convencer a la dirección federal de la necesidad de la moción. El secretario general también viajó a la capital con otros miembros de la cúpula días atrás, y no obstante los contactos entre Pamplona y Óscar López, secretario de Organización, y Antonio Hernando, responsable de Política Institucional, son continuos. Todos los dirigentes del PSN consultados por este diario en la última semana coinciden en lo mismo: la censura a Barcina es insoslayable. No sólo por la presuntas "injerencias en grado de tentativa" que destapó la ex directora gerente de la Hacienda foral y que la comisión de investigación juzgó "acreditadas", sino por el agotamiento del Gobierno de UPN, que sobrevive aislado y con unos presupuestos prorrogados en dos ejercicios. A su vez, la ejecutiva está convencida de que esa es la posición mayoritaria del Comité Regional. Ayer mismo, el 100% de las bases de Barañáin, una de las agrupaciones más grandes de la comunidad, votó a favor de la moción y así lo defenderá el jueves. "Presionaremos todo lo que podamos. Roberto ha hablado con todo el mundo y todo el mundo entiende nuestra posición", reflejaba un diputado. Ferraz, mientras, se mantiene hermética. Pide aguardar al fin de las conversaciones con los grupos. 

Por ahora, a falta de saber qué ocurrirá con la moción, toda la presión se centra en acorralar a Barcina, forzarla a que dimita, mostrarle que los socialistas "van a por todas". El PSOE ve como capital que, según distintas informaciones, se esté agujerando UPN, como lo probaría que Miguel Sanz, expresidente foral y ya muy enfrentado a su sucesora, le pidiera el lunes la disolución de la Cámara y la convocatoria de elecciones. A su vez, el número tres del aparato federal, Óscar López, advirtió a Barcina de que el PSOE "no volverá a hablar más" con ella, y la acusó de ser la "única responsable" de la crítica situación en Navarra. "Así se le dice que ni agua con ella, que vamos a la guerra, que no puede apelar a Rubalcaba", como la presidenta hizo el viernes pasado. Lo que quieren hacer ver los socialistas es que Barcina "está aislada en todos los frentes" para que así, al verse acorralada, ceda y adelante los comicios. Ello tendría la ventaja para UPN, calculan en el PSN, de que controlaría el proceso hasta la apertura de las urnas desde el Gobierno. De ser mandados a la oposición, los regionalistas se expondrían a que el nuevo Ejecutivo levantase las alfombras. No obstante, PSOE y PSN son conscientes de que esa posibilidad, la dimisión, no se atisba muy probable, habida cuenta de todas las veces que Barcina se ha negado en redondo a irse.

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La duda es si el PSN aguantará el tirón. Si seguirá adelante incluso contra la voluntad de Ferraz. Algunos dirigentes pronostican que "el pulso se mantendrá" hasta el final, y que no se puede descartar del todo el choque. Entre los socialistas navarros planea el infausto recuerdo del agostazo de 2007, cuando tuvieron la oportunidad de relevar a UPN del Ejecutivo y tenían trenzado un acuerdo de gobierno con IU y Nafarroa Bai y José Blanco, el entonces número dos, paró en seco la operación. Aquel frenazo costó la salida del anterior líder y una bajada electoral. Ahora, todos los dirigentes del PSN consultados creen que dar marcha atrás, llegados a este punto, tendría un enorme coste político y podría conducirles a la irrelevancia en la comunidad. Es más, varios responsables aseguraban que el Comité Regional no puede votar "otra cosa dístinta" que el a la moción. "Claro que los órdagos conllevan perdedores", aducía un miembro de la ejecutiva regional. "Nos pueden poner de patitas en la calle", afirmaba un destacado parlamentario. También se contempla la posibilidad de que la tensión llegase a tal extremo que Ferraz empujase a algunos diputados a no votar la moción. 

"Puede pasar cualquier cosa. Todo está abierto ahora mismo", aventuraban anoche distintos responsables del PSN, sensación que tenían formaciones como IU o Batzarre. Pervive una cierta "esperanza" en que "todo acabará bien", en que triunfe el acuerdo, en que se dé el OK a la moción, también porque Ferraz se ha mostrado más "dialogante" que en 2007. Pero aún es prematuro saber el desenlace. 

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