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Igualdad

Vigo rompe con el tabú de la 'pobreza menstrual': su universidad será la primera en ofrecer gratis productos de higiene

Imagen de una caja con productos de higiene femenina.
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Coger un tampón y ocultarlo en la manga del jersey para que nadie se percate. Susurrar a la compañera de al lado, muy bajito, si no tendrá una compresa a mano. Entre mujeres, siempre la discreción. No vaya a ser que alguien se entere de que menstrúan. Esa prudencia, esa mesura, ese pudor que atraviesa a las mujeres, comienza a esfumarse. La mayoría de las mujeres tiene la regla y a veces llega sin esperarla: en medio de la jornada laboral o en las aulas. Es en parte por ello que los productos de higiene femenina son una necesidad básica. Y como tal, algunas instituciones empiezan a entender que deben ser accesibles para todas.

La Universidade de Vigo se acaba de convertir en pionera a la hora de proporcionar gratis productos de higiene femenina, un proyecto pilotado por la Unidad de Igualdad. Águeda Gómez, al frente del organismo, relata a infoLibre que la iniciativa no surge de la nada, al contrario, da respuesta a una demanda creciente del alumnado. En los distintos campus de la universidad ha ido emergiendo en los últimos años una suerte de "activismo menstrual" como forma de "visibilizar una necesidad específica de las mujeres y las consecuencias de su tratamiento por el orden patriarcal en sus dimensiones económicas, culturales y sociales". En el marco de la universidad gallega, el proyecto supone además incorporar la perspectiva de género a los presupuestos y desarrollar uno de los objetivos contenidos en el III Plan de Igualdad entre Mujeres y Hombres, vigente en la institución educativa.

Gómez resalta el carácter histórico de la decisión y lo justifica aludiendo a un cambio de paradigma que tiene mucho de simbólico pero cuyos efectos son también materiales. Tradicionalmente, esgrime, las instituciones han adoptado una "neutralidad o han sido ciegas al género", empleando el "patrón masculino como patrón universal" y por tanto "invisibilizando, obviando y menospreciando las necesidades específicas de las mujeres". La docente propone una reflexión: "Nadie cuestiona que en los baños debemos disponer de un mínimo de productos higiénicos, pero ¿por qué no incluir productos higiénicos que utiliza, sin posibilidad de elección, la mitad de la humanidad?".

Dar respuesta a esta pregunta es si cabe más pertinente en un momento de crisis producto de la pandemia sanitaria. "Las mujeres son las que más están sufriendo la crisis económica, social y sanitaria, y por ende empobreciéndose más", subraya la experta, quien introduce el concepto de "pobreza menstrual". En este contexto, continúa, las mujeres jóvenes se enfrentan a un "futuro más complejo derivado de los cambios que está generando esta pandemia" y que de facto está suponiendo un "retroceso muy grande en la igualdad real y efectiva". La medida, dice convencida, "quiere colaborar en que ese impacto sea menor". Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), una mujer usa de media alrededor de 15.000 tampones o compresas a lo largo de su vida. El precio, calcula la entidad, ronda los 2,20 euros por paquete de compresas –con una veintena de unidades– y los 3,8 euros en el caso de los tampones. Son, por tanto, más de 1.600 euros en el caso de las compresas y más de 2.800 para los tampones.

¿Pero qué significa pobreza menstrual? ¿Existe en España? Los bancos de alimentos y las redes de apoyo vecinales se nutren habitualmente de alimentos imperecederos. Paquetes de garbanzos, arroz y pasta. Pero aquellos que atañen a la higiene femenina apenas tienen cabida, aunque la necesidad apremia. Ana Enrich, cofundadora de la plataforma Period en España, recuerda que los estudios que maneja su organización –extrapolados de la tasa de riesgo de pobreza– reflejan que dos de cada diez mujeres sufren pobreza menstrual en el país. "Teniendo esta primera cifra y entendiendo las consecuencias de esta crisis, el problema no es banal", dice en conversación con este diario. La pobreza menstrual tiene que ver con "una falta de los recursos necesarios para poder vivir una menstruación en las condiciones de higiene necesarias" y es una arista más de la pobreza económica. Lo resume la experta en la dicotomía de tener que "elegir entre comprar algo de comer y comprar compresas".

Los problemas que genera anidan en el plano físico y en el psicológico. Van de la humillación y la vergüenza a las alteraciones del ciclo y las infecciones, consecuencia de un mal uso de estos recursos –utilizar un tampón por varios días consecutivos o sustituir las compresas por papel de periódico o trapos–. Esto, subraya Ana Enrich, tiene que ver exclusivamente con la dimensión individual, pero hay otra más global. "Para el Estado todos estos problemas también tienen un impacto, el de asumir el acompañamiento y la atención a estas personas" que llegan con infecciones y otros problemas derivados.

De la mano de la pobreza menstrual va el "analfabetismo menstrual". "No hablamos de la menstruación, no está en la agenda, la copa menstrual [más económica y con múltiples beneficios a nivel medioambiental debido a su reutilización] no se vende lo mismo que el tampón", reflexiona, y todo ello es fruto del desconocimiento. La receta para acabar con el estigma no es otro que nombrarlo. Aunque eso implique romper tabús que todavía se resisten. Pere Aragonés (ERC), en el marco de los comicios catalanes, mencionó el problema de la pobreza menstrual y planteó la gratuidad de estos productos. "Pues hay quien ya le llama el presidente compresa. Y ojalá lo sea", lanza Ana Enrich.

La promesa olvidada de reducir el IVA

El IVA de las compresas y tampones es del 10%. No son considerados productos de primera necesidad, como sí lo es el pan, la leche o los medicamentos. El Gobierno se había comprometido a cambiar este extremo: "Reduciremos el tipo de gravamen de IVA de los servicios veterinarios y de los productos de higiene femenina". Así lo señalaba en su acuerdo de coalición y así pensaba ejecutarlo por la vía presupuestaria. Finalmente, aquel compromiso quedó olvidado. Fuentes del Ministerio de Consumo indican que no hay ninguna novedad al respecto e inciden en que las cuestiones relativas a fiscalidad "suelen ser propias de debate y negociación presupuestaria".

Hace exactamente un lustro, el propio Partido Socialista registró una proposición no de ley solicitando esta bajada impositiva. Una iniciativa que cosechó el visto bueno de todos los grupos parlamentarios, excepto Ciudadanos y el Partido Popular, el primero mediante su abstención y el segundo con su voto en contra.

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Si bien el grueso de las iniciativas planteadas a nivel estatal no han prosperado, algunas comunidades han entendido la necesidad de dar pasos adelante. Canarias fue la primera región en eliminar todo impuesto sobre estos productos. "Supuso un coste de 220.000 euros para el Gobierno, pero esa cantidad mejoró la vida de 600.000 personas menstruantes que tenían las islas en ese momento", argumenta Ana Enrich. Este martes ha llegado al Govern de Illes Balears una propuesta de distribuir copas menstruales en los institutos.

Pero la demanda no es específicamente española: países de todo el mundo han asumido iniciativas en el mismo sentido. Nueva Zelanda hará exactamente lo que se propone en Illes Balears, repartir productos de higiene femenina gratis en los colegios. Tiene algunos precedentes. Escocia impulsó, a finales del año pasado, la gratuidad total de los productos sanitarios femeninos. Hasta ese momento, los tampones y compresas ya tenían coste cero para el estudiantado de secundaria y universidad, pero el Parlamentario de Escocia decidió hace meses por unanimidad que todas las mujeres tendrían libre acceso a este tipo de artículos. Kenia hizo lo propio en 2004, eliminando los impuestos a los productos de higiene menstrual, más tarde se unieron otros territorios como Canadá, Colombia, Ruanda e Irlanda.

Reino Unido también decidió en enero eliminar la tasa sobre ellos y en Francia el reparto de manera gratuita se circunscribe a las universidades. Así lo anunció a finales de febrero la ministra de Educación Superior, Frederique Vidal. "En la educación superior, la inseguridad menstrual afecta a una de cada tres personas", decía la ministra en declaraciones recogidas por Europa Press. "Es inaceptable que en 2021 tengamos que elegir entre alimentarnos y poder protegernos". La ministra gala recogía los resultados de un informe gubernamental que demuestra que el 13% de las mujeres francesas –entre 6.500 encuestadas– reconocieron haber tenido que enfrentarse a esa decisión. Un problema a menudo oculto por un velo de tabú que empieza a resquebrajarse.

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