Vox prioriza candidatos desconocidos, pero fieles a la dirección: "Salvo Abascal, todos somos prescindibles"

Vox no ha conocido otro líder que Santiago Abascal, presidente desde su fundación en el año 2014 y con un mandato garantizado hasta el 2028. Es, de hecho, el dirigente político español que más tiempo lleva en el cargo, superando la década. Abascal, en realidad lleva 25 años en política, pero abandonó el PP para montar una organización a la medida de sí mismo. En enero del año pasado renovó su liderazgo sin oposición interna y cuenta con una legión de fieles que le acompaña. "Salvo Abascal, todos los demás somos prescindibles", llegó a afirmar hace solo unos meses el portavoz de Vox en el Parlamento andaluz, Manuel Gavira, llamado a ser el próximo cabeza de cartel de la formación en los comicios autonómicos de 2026 pese a ser prácticamente un desconocido para sus votantes —solo conoce el 26,66% de los encuestados según la encuesta del Centra—.

Un detalle que no preocupa a la formación de Abascal, según fuentes cercanas a su líder, que explican que la potencia de la marca de Vox es, desde hace tiempo, muy estable y está por encima de quién sea su candidato o candidata en las convocatorias autonómicas. Las encuestas parece refrendar esa fortaleza, al igual que las elecciones que se han celebrado tras el varapalo electoral de julio de 2023, en las que los ultras perdieron 19 escaños. Desde entonces Vox ha ido creciendo hasta arrebatarle más de un millón de votos a su competidor directo, el Partido Popular.

A los ultraderechistas parece que nada les pasa factura. Ni su apoyo cerrado al presidente estadounidense Donald Trump tras su guerra arancelaria contra el resto del mundo, ni las cuitas internas y limitaciones organizativas que han provocado la salida de sus fundadores y principales figuras reconocidas dentro del partido —a excepción del propio Abascal—, ni las investigaciones judiciales sobre su financiación, ni la ruptura de los gobiernos autonómicos con el PP. Todo lo contrario. Ahora estarían en posición de igualar o, incluso, mejorar sus 52 diputados de noviembre de 2019.

En la ultraderecha saben que, más allá del cabeza de cartel en cuestión, cuanto más polaricen la campaña más pueden ganar. Se trata de un fenómeno bien documentado, ya que su gran éxito es imponer su agenda. No se trata tanto de cómo se traten sus temas, sino de que se aborden, como sucede con la inmigración y la seguridad. Es más determinante el marco que quién lo exponga. Por eso prefieren un primer espada poco conocido que no se salga un milímetro del guión y aproveche el tirón de la marca.

Candidatos teledirigidos desde Madrid

Eso es lo que Vox hizo con sus candidatos a las elecciones autonómicas y municipales. Nombró a afines a la dirección a los que teledirigir desde Madrid, ya que todas las decisiones importantes pasan por la capital, como la de romper con el PP. Abascal ha asegurado en más de una ocasión que "no va a permitir" que el "proyecto de Vox" se "destruya desde dentro"y ha dejado claro que el partido que dirige es "un partido nacional”, que "da indicaciones" y que las personas son "instrumentos al servicio de un bien mayor".

Se trata de un partido híper centralizado, en línea con su visión del Estado donde todo debe pasar por la dirección estatal, en contraste con las baronías del PP. Una opacidad patente también en las instituciones en las que la formación ultraderechista tiene presencia, donde se ha producido un goteo incesante de dimisiones y denuncias internas e incluso judiciales por la forma en que la cúpula ejerce el poder, llegando a prohibir las reuniones de afiliados durante las primarias y expedientándoles por hablar con la prensa.

Y lo cierto es que desde su nacimiento Vox ha ido desprendiéndose o relegando a las caras más conocidas del partido. En sus historias hay de todo: rupturas personales y distanciamientos ideológicos, acusaciones de "traición", salidas airadas y expulsiones, fichajes de disidentes y otros que han intentado trazar su propio camino. Pero hay dos rasgos en común: la denuncia de la falta de democracia interna en la formación de Abascal y la opacidad en instituciones en las que los ultras tienen o han tenido presencia.

Sin grandes referentes más allá de Abascal tras el goteo de salidas

Abascal es, así, la máxima referencia de un partido que en su día sí contó con otras figuras fuertes. Entre ellos la de Iván Espinosa de los Monteros, el que fuera portavoz de la formación en el Congreso. Su marcha fue un golpe más duro de lo que Vox ha querido admitir. Fundador del partido ultra y compañero de Abascal desde sus inicios en la Fundación Denaes, Espinosa de los Monteros dejó sus cargos en agosto de 2023 tras quedar relegado en la pugna de poder entre las distintas facciones del partido frente a la liderada por el europarlamentario ultracatólico y excandidato de la Falange, Jorge Buxadé. Recientemente presentó Atenea, un think tank con el que quiere contribuir con "ideas y soluciones" a que la derecha llegue al poder, pero no acudió nadie de Vox a su presentación salvo Javier Ortega Smith, alejado ahora también de la dirección nacional.

Antes de la salida de Espinosa, la guerra de poder dentro de la cúpula ya había derivado en la marcha de Macarena Olona tras ser la candidata para la Junta de Andalucía en 2022. Su fracaso electoral, donde Vox aspiraba a crecer lo suficiente como para condicionar el Gobierno y entrar en la Junta, estuvo precedido de serias diferencias entre los equipos de Abascal y Olona a cuenta de la organización y el desarrollo de la campaña. Ella siempre atribuyó su marcha a Andalucía a una estrategia del líder del Vox para desplazarla fuera de los focos de la política nacional, donde asegura que rivalizaba en popularidad con Abascal. Tras su salida, acusó a Buxadé de "juego sucio" y de "destruir el proyecto político de Vox" por no dar sitio a distintas sensibilidades dentro de la formación.

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También se marchó su líder en Madrid, Rocío Monasterio, que hace solo unos meses contó que ella y su marido, el citado Iván Espinosa de los Monteros, ayudaron a crear Vox en Madrid y las causas que —a su modo de ver— llevaron a su defenestración, que tuvo lugar poco más de un año después de la salida de Espinosa. "Yo pregunté: '¿Por qué me echáis? ¿Es por ser la mujer de Iván?' Y me respondieron que sí, que era por eso", afirmó. "Me resultó muy duro", añadió. La exlíder de Vox en Madrid no ahorró en críticas a la dirección de su antigua formación, a la que acusó de ser una "secta" y de haber apostado por una línea "más intervencionista y estatalista" de la que se siente totalmente ajena: "Me recuerda a la izquierda comunista y todo lo que sea estatalista me provoca alergia", dijo.

Otro de los sonoros portazos fue el del exvicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, que dimitió en febrero de 2025 para sorpresa de muchos tras haberse negado a cumplir una orden de Abascal al rechazar firmar la expulsión de dos parlamentarios autonómicos que supuestamente lideraban una "rebelión" contra la dirección nacional por considerar que no hay democracia interna, que no les tienen en cuenta y que el partido se ha desvirtuado. En su carta de renuncia, se solidarizó con algunas de sus denuncias sobre la gestión de Abascal. Dijo que "la dirección del partido ha ido ocupando cada vez más espacio en detrimento de los demás", que no había "pluralidad de liderazgos y carismas" y también que "intentar acabar con las oligarquías dentro de los partidos es una quimera".

El conocido como el 'médico de Vox', Juan Luis Steegmann, también abandonó el partido poco antes de las elecciones europeas. Lo hizo con una carta publicada en Libertad Digital en la que aseguraba que no iba a votar a Vox en esos comicios y en la que acusaba a Abascal de haber llevado a la formación de extrema derecha hacia una "deriva neofalangista, antiliberal y anticenfítica" por la influencia de Buxadé. Steegman fue el portavoz de sanidad de la formación ultra durante la pandemia y lideró una oposición muy dura contra el entonces ministro Salvador Illa, pero también se enfrentó a su partido por defender las vacunas frente a la covid ya que muchos dirigentes de Vox, empezando por el propio Abascal, renegaban de ellas y se oponían a toda vacunación obligatoria.

Vox no ha conocido otro líder que Santiago Abascal, presidente desde su fundación en el año 2014 y con un mandato garantizado hasta el 2028. Es, de hecho, el dirigente político español que más tiempo lleva en el cargo, superando la década. Abascal, en realidad lleva 25 años en política, pero abandonó el PP para montar una organización a la medida de sí mismo. En enero del año pasado renovó su liderazgo sin oposición interna y cuenta con una legión de fieles que le acompaña. "Salvo Abascal, todos los demás somos prescindibles", llegó a afirmar hace solo unos meses el portavoz de Vox en el Parlamento andaluz, Manuel Gavira, llamado a ser el próximo cabeza de cartel de la formación en los comicios autonómicos de 2026 pese a ser prácticamente un desconocido para sus votantes —solo conoce el 26,66% de los encuestados según la encuesta del Centra—.

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