Quizá valga la pena apostar por la pacificación de un país que lo necesita para que acaben triunfando tarde o temprano unas instituciones más acabadamente democráticas.
El postfranquismo existe, habita en chats, en cafeterías, en sobremesas familiares y en misivas que el rey recibe y a las que no responde (que sepamos), y ese rasgo distingue al nacionalpopulismo español de otros movimientos. España es el único país en el que ser demócrata no equivale a ser antifascista.
Ambos dirigentes trasladan a la familia del joven malagueño asesinado que el anteproyecto de Ley de Memoria Democrática reconoce la categoría de "víctimas de la Transición".
Se cumplen este jueves, 26 de noviembre, 45 años de aquella última carta que Marcelino Camacho escribió a su familia desde la prisión de Carabanchel. Como todas las suyas, contenía un análisis de la tensa situación política tras la muerte de Franco. Su hijo Marcel rememora aquellos días.
Los especialistas detectan en la Administración pública descoordinación, selección arcaica de personal, politización directiva, áreas de opacidad y falta de evaluación.
"Si los indultos fueran interpretados como una victoria política para perseverar en lo mismo no habrían servido para solucionar absolutamente nada", asegura el filósofo y senador catalán del PSC, presidente de la Comisión General de las Comunidades Autónomas en la Cámara Alta.
Cuando oigo hablar a ciertas personas de la derecha y de la extrema derecha española, parece desprenderse de sus palabras la idea de que aún se fusiló poco; que todavía quedan rojos que, además, llegan al Gobierno e intentan imponer sus ideales, en definitiva, que la guerra no consiguió todos sus objetivos.
Esto es exactamente lo que hemos sentido millones de ciudadanos dentro y fuera de España al enterarnos de las cartas de apoyo y defensa al exministro de Franco y de la Transición, imputado por la jueza argentina María Servini, como responsable de 12 asesinatos de obreros cometidos cuando él era ministro de Gobernación.
Un mundo nuevo ha llegado con el covid-19, pero parece que nuestro país no se ha enterado muy bien.
España está, una vez más, en un momento crítico en su historia. No estamos en el año 1976 sino en el 2020, 44 años después, pero no nos vendría mal recordar la Transición y sus consecuencias con la perspectiva que nos da el tiempo y la Historia.
El exministro ha declarado este jueves desde el consulado de Argentina en Madrid ante la jueza que instruye la causa abierta por crímenes cometidos en la dictadura y en la Transición. Los familiares de las víctimas piden a Servini que procese a Martín Villa.
La declaración del exministro franquista ante la jueza argentina que investiga crímenes de la dictadura saca del pozo episodios sangrientos como la matanza de Vitoria y deja al aire las fisuras que el tránsito a la democracia provoca en la propia izquierda.
En mitad de una absoluta prioridad (la de luchar contra la pandemia con todos los instrumentos posibles), nos convendría a todos pensar más en el futuro de la democracia y menos en el de la corona.
La matanza suscitó numerosos actos espontáneos de solidaridad en todo el país y atrajo la atención de los medios de comunicación.
He oído hasta la saciedad a los políticos que hicimos una transición democrática modélica y siempre me he considerado escéptico.
La justicia argentina lleva seis años intentando interrogar al exministro, único acusado en la querella argentina dispuesto a declarar, en relación con el asesinato de cinco obreros el 3 de marzo de 1976.
Ambos expresidentes apelan a la centralidad y anhelan acuerdos transversales y proyectos comunes para otros 35 años de estabilidad.
infoLibre publica un extracto de la biografía del que fuera vicepresidente del Gobierno con Suárez.
Cuando nuestros aclamados padres de la patria diseñaron en la transición la organización territorial del Estado, en lugar de acudir a bucear en modelos de organización de un estado moderno decidieron acudir a los fueros medievales.
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