Cuando queríamos ser indios Aroa Moreno Durán
I.- Lo primero que conviene aclarar ante los fastos del aniversario del fallecimiento del dictador Franco es que cuando este muere el 20-N de 1975 no llega la democracia a España. El nuevo jefe del Estado que le sucede –el rey– heredó los poderes dictatoriales del anterior, y no los perdió totalmente –de manera consensuada– hasta la aprobación de la Constitución de 1978. Hubo que pelear mucho esos años para que pudiéramos recobrar las libertades y, por eso mismo, no me he cansado de repetir que si bien el dictador murió en la cama, la dictadura murió en la calle. Porque lo más trascendente no es que muera un dictador, que puede ser sustituido por otro, sino acabar con la dictadura, y esto segundo costó "sangre, sudor y lágrimas", no fue un camino de rosas, y si bien el deceso del autócrata aceleró el proceso de las movilizaciones que trajeron las libertades, estas empezaron mucho antes.
II.- Conviene recordar que, muerto Franco, siguió como jefe del Gobierno Arias Navarro, que había sido nombrado por el dictador al fallecimiento de Carrero Blanco. Arias era un represor profesional, antidemócrata, que no deseaba de ninguna manera establecer una democracia en España. Pues bien, a veces se olvida que este presidente del Gobierno fue confirmado dos veces por parte del nuevo jefe del Estado, la primera después de ser proclamado rey y la segunda cuando aquel le presentó la dimisión pocos meses después por haberle ocultado una reunión con los jefes militares. Fuese por falta de voluntad, por temor a las consecuencias o por otras razones, el hecho es que el Gobierno Arias siguió hacia adelante sin voluntad alguna de traer la democracia. Cabe preguntarse por qué el rey confirma a Arias Navarro por dos veces y, sin embargo, acepta su dimisión el 1 de julio de 1976.
La razón la hemos explicado muchas veces –y queda muy clara en el documental que hemos hecho para RTVE, La conquista de la democracia–: porque durante los primeros meses de 1976 se organizaron por parte de los sindicatos (sobre todo CCOO) cerca de 18.000 huelgas; la universidad estaba descontrolada; había continuamente manifestaciones masivas en los barrios por la libertad, la amnistía y los estatutos de autonomía; se produjeron tractoradas en el campo; habían surgido la Unión Militar Democrática y Jueces para la Democracia; se habían producido huelgas totales de actores, de médicos, de profesores de universidad; los abogados habían pedido la amnistía en el Congreso de León; muchas iglesias eran cobijo de oposición a la dictadura y sectores del empresariado se habían reunido con los sindicatos ilegales, reconociéndose como interlocutores, liquidando los sindicatos "verticales".
Esas continuas movilizaciones empujaron a que los partidos democráticos se unieran por primera vez desde la guerra civil, y así se crearon la Junta y la Convergencia democráticas, y luego lo que se llamó la Platajunta. Todo esto es lo que explica que don Juan, el padre del rey, le dijera aquello de "o eliminas a Arias o esto se acaba", o que el propio monarca le reconociera a Areilza, a la sazón ministro de Exteriores, que "esto no puede seguir así, so pena de perderlo todo”. Y esta caída del Gobierno Arias/Fraga fue la clave de la conquista de la democracia, pues el nombramiento de Suárez tenía el sentido –aparte de los primeros despistes de algunos– de que había que desmontar el entramado dictatorial y caminar y aceptar un sistema de libertades. Todo eso de la Ley de la Reforma Política, "de la ley a la ley”, etc., fueron necesidades de las cúpulas para guardarse las espaldas, pero lo determinante y decisivo fueron las movilizaciones, que mandaron un mensaje inequívoco de voluntad de conquistar la democracia. Y hubo que seguir batallando, porque el Tribunal de Orden Público (TOP) y la policía política no se clausuraron hasta enero de 1977; en 1976 hubo más procesos del TOP que los años anteriores, y la legalización de los partidos (incluyendo el PCE) y los sindicatos no sucedió hasta abril de 1977, dos meses antes de las primeras elecciones democráticas.
Lo determinante y decisivo fueron las movilizaciones, que mandaron un mensaje inequívoco de voluntad de conquistar la democracia
III.- Al final, las Cortes fueron constituyentes y se elaboró una Constitución avanzada, una de las más progresistas de Europa, en la que las fuerzas sociales –sindicatos y patronales– ocupan un papel destacado y sus acuerdos o convenios –que regulan las relaciones laborales de millones de trabajadores y trabajadoras– tienen fuerza de "ley", al poseer eficacia general. Una Constitución que ha sido una conquista de la sociedad española y no algo concedido, como aquel Estatuto Real a la muerte de Fernando VII (pues lo que se concede se puede "desconceder"), y que, además, supone una ruptura con la dictadura al establecer su Disposición Derogatoria que quedaban derogadas todas las leyes del entramado dictatorial y todas las que se opusieran a la propia Constitución. Por eso es una gran mentira que la democracia saliera de la dictadura, como si fuese su continuidad. O que el rey trajese la democracia, como una concesión, aunque jugara un papel positivo en el proceso.
Y, por último, conviene recordar que la ciudadanía española es la única de Europa occidental que ha conquistado las libertades y un Estado social sin apoyo de ejércitos extranjeros o propios, como sucedió después de la IIª Guerra Mundial o en Portugal.
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Nicolás Sartorius es presidente del Consejo Asesor de la Fundación Alternativas.
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