La vocación republicana del socialismo español: memoria incómoda de una verdad evidente

En estos días en que algunos celebran con solemnidad el medio siglo de Monarquía parlamentaria, conviene recordar algo que parece incomodar a más de uno: el socialismo español nació republicano, creció republicano y solo dejó de proclamarse abiertamente republicano cuando la historia, más concretamente la Transición, le obligó a posponer sus convicciones para que en este país pudiera llegar la democracia con cierta estabilidad. Pero las raíces no se podan tan fácilmente.

Porque el PSOE no nació para aplaudir coronas. Nació en oposición a un régimen monárquico que perpetuaba privilegios, desigualdades y un control oligárquico del país. Para los socialistas históricos, la república no era un capricho ideológico: era la única forma de que la ciudadanía fuera realmente soberana. Y esa convicción atravesó generaciones enteras de militancia, desde Pablo Iglesias hasta la Segunda República y más allá.

Lo que ocurrió en 1978 no borra esa historia. El PSOE aceptó la Monarquía como parte del pacto constitucional, sí. Pero no lo hizo por devoción, sino por necesidad. Y aun así, hubo voces que se negaron a disfrazar la concesión de entusiasmo. Entre ellas destacó con una lucidez que hoy sigue desarmando a muchos Luis Gómez Llorente, cuyo voto particular republicano debería figurar en cualquier manual de Memoria Democrática. Su afirmación, que ninguna generación tiene derecho a atar la voluntad de las siguientes, desmonta de raíz cualquier intento de elevar la Monarquía a verdad permanente o incuestionable.

Y, sin embargo, el PSOE de hoy parece haber asumido una especie de pudor selectivo: proclama valores republicanos mientras gobierna instituciones monárquicas; invoca la soberanía popular mientras se resiste a plantear un debate profundo sobre la forma de Estado; apela a la democracia avanzada mientras evita una pregunta básica: ¿Por qué un país moderno no puede elegir a su jefe del Estado?

No es la tradición socialista la que debe justificar su vocación republicana; es la Monarquía la que debe justificar su supervivencia en una democracia que proclama la igualdad

Lo chocante no es esa contradicción. Lo chocante es que algunos pretendan negarla, como si el socialismo español hubiera sido siempre monárquico o como si la Monarquía fuera un elemento natural e indiscutible de la democracia contemporánea.

La verdad es mucho más simple y más incómoda: el PSOE lleva un siglo defendiendo una idea que aún no se ha atrevido a exigir plenamente. Y quizá haya llegado el momento de decirlo sin rodeos: no es la tradición socialista la que debe justificar su vocación republicana; es la Monarquía la que debe justificar su supervivencia en una democracia que proclama la igualdad.

Recordar la vocación republicana del socialismo español no es un gesto nostálgico. Es un acto político. Es rescatar un hilo de continuidad democrática que nunca se rompió, aunque fuera silenciado. Y es afirmar con claridad que la soberanía pertenece al pueblo, no a una familia.

Que nadie se engañe: el PSOE podrá moderar su discurso, podrá priorizar la gobernabilidad o podrá asumir compromisos institucionales. Pero su ADN republicano sigue ahí, intacto. Y cada vez que el país se pregunte de verdad qué forma de Estado quiere, ese ADN volverá a hablar. Con más fuerza que nunca.

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Juan Antonio Gallego Capel es funcionario de carrera de la Administración de la Región de Murcia, socialista, defensor del Estado federal, laico y republicano.

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