Verano libre

11M, el mayor atentado terrorista de la historia de España

Un hombre enciende una vela en una de las estaciones.

Los atentados del 11 de marzo de 2004 dejaron casi 200 muertos y más de 1.800 heridos, y fueron el origen de una crisis sociopolítica que marcó el curso de los años siguientes en España. ¿Por qué? El propio Bin Laden alabó los atentados y los justificó como una represalia por la participación española en la guerra de Irak: "El 11-M es el castigo a España por sus acciones en Irak, Afganistán y Palestina. La acción terrorista en Madrid se impuso como eco del perpetrado en las Torres Gemelas el 11S y constituyó la segunda mayor acción terrorista en territorio europeo hasta el momento.".

¿Qué pasó?

Entre las 7.37 horas y las 7.40 horas de la mañana del 11 de marzo de 2004, diez artefactos explosivos detonaron en cuatro puntos de la red de cercanías madrileña. Habían sido colocados en diferentes trenes en el tramo entre Alcalá de Henares y Atocha por varios miembros de un grupo yihadista. Los terroristas activaron mediante teléfonos móviles las bombas, que estaban compuestas por dinamita plástica y tornillos y clavos a modo de metralla. Las detonaciones mataron en el acto a 176 personas en las estaciones de Atocha, El Pozo, Santa Eugenia y la calle Téllez, y otras 15 fallecieron en los distintos hospitales de la capital. En total, los atentados dejaron 191 víctimas mortales y más de 1800 heridos. Eran, en su mayoría, trabajadores y estudiantes del Corredor del Henares y Vallecas que se dirigían a sus respectivos centros laborales o educativos a primera hora de la mañana. Así lo relatan los hechos probados en la sentencia de la Audiencia Nacional de octubre de 2007.

Lo que los tribunales no pueden contabilizar es la respuesta ciudadana. El libro ¡Pásalo! Relatos y análisis sobre el 11-M (Editorial Traficantes de Sueños) y los días que le siguieron, por ejemplo, recoge el relato de víctimas, afectados y todo tipo de ciudadanos espectadores de la masacre así como la reacción popular que nació del horror de los atentados.

Pero no solo hay que señalar la ayuda de aquellos que se acercaron a los lugares afectados con lo puesto para intentar rescatar a quienes estaban atrapados entre los escombros o los relatos heroicos de pasajeros que salvaron vidas ajenas. También fue ejemplar la asistencia voluntaria de casi 900 psicólogos, que atendieron de forma altruista a las víctimas durante 15 días. En total, más de 5.000 atenciones directas, 180 visitas a domicilio y 13.500 consultas telefónicas en IFEMA, hospitales y tanatorios, y a través del SUMMA y el 112.

La indignación ciudadana se condensó en concentraciones y manifestaciones espontáneas en los barrios, en las inmediaciones de los trenes y, el sábado día 13, frente a la sede madrileña del Partido Popular, entonces en el poder.

¿Cómo se desarrolló la crisis?

Apenas hubo unos pocos minutos entre cada explosión en los trenes del 11 de marzo, pero sus consecuencias se alargarían en el tiempo durante años. Inmediatamente después de las detonaciones, se pusieron en marcha los servicios de emergencia y dio comienzo la investigación policial.

El hallazgo de una mochila que no había estallado en las inmediaciones de El Pozo permitió a la policía encontrar a los responsables. Localizaron la célula terrorista afincada en un piso de Leganés, a la que acorralaron el día 3 de abril. Durante la operación policial, se produjo un tiroteo y, finalmente, los siete terroristas que había en el piso hicieron detonar una bomba que acabó con sus vidas y la del subinspector de los GEO, Francisco Javier Torronteras.

Un mes más tarde, el 27 de mayo, el Congreso de los Diputados puso en marcha una comisión de investigación que se cerró en marzo de 2005 con la aprobación de todos los partidos políticos a excepción del PP. En las conclusiones, la Comisión expuso que el anterior Gobierno presidido por José María Aznar no estaba preparado para afrontar una masacre de tal magnitud y acusó al PP de “manipular y tergiversar” la información del 11M con fines electoralistas. Por su parte, el portavoz de los conservadores, Eduardo Zaplana, aseguró que la investigación se había “cerrado en falso” y que el PSOE tenía “miedo” de que “se sepa la verdad”.

Por la vía judicial, el caso del 11M no se cerró hasta 2007, cuando la Audiencia Nacional publicó su sentencia —ratificada más tarde por el Tribunal Supremo— en la que se esclarecían los hechos y su autoría, y se deja claro que los responsables pertenecían a un grupo islamista. En total, fueron 21 los terroristas condenados por los atentados; dos como autores materiales de la matanza, ocho como colaboradores necesarios y 13 como integrantes del grupo terrorista. Sus penas oscilaron entre los tres años —para algunos colaboradores— y los 42.000 años de prisión —para quienes detonaron las bombas—. Además, las víctimas fueron indemnizadas con cantidades que oscilan entre los 30 mil y el millón y medio de euros.

Pese a todo, en 2012 volvió a abrirse la causa a petición de la Fiscalía General del Estado y, tres meses más tarde, se archivó sin cambios en las conclusiones de la sentencia.

¿Cómo se informó?

Cerca de las 13 horas del mismo 11 de marzo, el entonces ministro de Interior, Ángel Acebes, declaró públicamente: “ETA buscaba una masacre y ha conseguido su objetivo. El Gobierno no tiene ninguna duda de que ETA está detrás [...] Es absolutamente intolerable cualquier tipo de intoxicación que vaya dirigida a desviar el objetivo y los responsables de esta tragedia”.

Comenzaba así una cascada de afirmaciones por parte de los máximos responsables del Ejecutivo —que más tarde se demostrarían falsas— sobre la autoría de los atentados. A pesar de que la investigación policial enseguida descartó la participación de ETA porque la metodología no encajaba, las informaciones de que el grupo terrorista vasco era el autor corrieron como la pólvora.

Durante el mismo día de los atentados, el todavía presidente del país a la espera de las elecciones del 14M, José María Aznar, llamó a los directivos de los principales medios de comunicación hasta en dos ocasiones para insistir en la autoría de ETA. Esa noche, el portavoz del Gobierno, Eduardo Zaplana, anunció en una entrevista que "todo nos lleva a que la autoría corresponde a ETA".

El 12 de marzo, la cadena Ser desveló una circular que la ministra de Exteriores, Ana Palacio, había mandado a todos los embajadores españoles del mundo para que confirmaran la autoría de ETA ante los gobiernos y medios de comunicación de los respectivos países.

El 13 de marzo, el candidato a la presidencia del PP, Mariano Rajoy, rompió el día de reflexión previo a las elecciones y le concedió a El Mundo una entrevista en la que afirmó que tenía “la convicción moral” de que ETA estaba detrás del 11M.

A la "teoría de la conspiración" por excelencia no le faltaron apoyos. El Mundo se sumó enseguida a esta línea de pensamiento y publicó algunas de las portadas más polémicas. Entre ellas, destacan las que dedicó Pedro J. Ramírez a dos entrevistas con José Emilio Suárez Trashorras, el colaborador asturiano de los islamistas, que proporcionó la dinamita para las bombas. En ellas, Trashorras apuntaba a una colaboración entre ETA y los yihadistas, y afirmaba que la Policía le había ofrecido “dinero y un piso” para inculparlos. Todo ello, lo desmintió después, alegando que “mientras El Mundo pague, yo les cuento la Guerra Civil”.

También la agencia Efe publicó el sábado día 13 la siguiente noticia: "Las pistas apuntan a ETA y descartan a Al Qaeda". Titular que quedó obsoleto cuando, esa misma tarde, se produjeron las primeras detenciones de miembros del grupo islamista.

Tras la debacle del PP en las elecciones, el partido nunca dejó de insistir en su teoría conspiranoica. Se apoyaron en las informaciones engañosas publicadas por medios como El Mundo, Libertad Digital o la Cope. Entre ellas, destaca la afirmación de que la mochila encontrada en las inmediaciones del Pozo, y cuyo examen supuso uno de los puntos clave de la investigación policial, era una prueba falsa.

Mariano Rajoy puso en duda su veracidad en marzo de 2006: “¿Dónde estaba la mochila? ¿Quién la puso allí?”, acusando implícitamente a la policía de fabricar pruebas. Más tarde, El Mundo publicaría la siguiente portada: “La 'mochila de Vallecas' no estaba entre los objetos que la Policía recogió del tren”. Sin embargo, la sentencia de la Audiencia Nacional dedica varios párrafos a neutralizar esta idea y concluye que la tutela policial de la mochila fue correcta, que se trata de una prueba real y que llegó a custodia judicial sin corrupciones de ningún tipo.

Incluso diez años después, El Mundo publicaba un especial titulado Sentencia firme, dudas firmes que volvía a abrir la supuesta incertidumbre sobre ciertos detalles de la investigación. Lo mismo sucede con otros medios implicados en la teoría de la conspiración, como Libertad digital que, en pleno 2020, sigue hablando de “verdades ocultas” en el 11M.

¿Qué consecuencias tuvo?

El atentado dejó 191 personas fallecidas y más de 1.800 heridos. Con ellas, sus familiares y allegados, así como las personas supervivientes, quedarían marcados por las secuelas de la pérdida, el dolor y la culpabilidad de seguir vivas. Nació la Asociación 11M Afectados del Terrorismo, que ha peleado desde 2004 por la permanencia de la memoria histórica y la desacreditación de informaciones falsas y usos electoralistas del terrorismo.

Tres días después del 11M, las elecciones generales se saldaron con un resultado inesperado. Pese a lo que vaticinaban los sondeos antes del atentado —que ponían al PP como vencedor, incluso con mayoría absoluta—, el PSOE resultó ganador y José Luis Rodríguez Zapatero se convirtió en presidente del país. Los analistas y académicos no consiguen ponerse de acuerdo sobre la verdadera influencia del 11M en estos resultados. Algunos apuntan a que los atentados fueron decisivos, mientras que otros estudios, como el CIS que se publicó en mayo de 2004, aseguran que la mayoría de ciudadanos (83%) ya tenía decidido su voto antes del 11M y no lo cambió.

La Justicia consideró tres autores intelectuales de la matanza —Rabei Osman el Sayed, El Egipcio, Hassan El Haski y Youssef Belhadj—, pero ninguno fue condenado por ello, sino por pertenencia a organización terrorista. En total, 13 personas fueron condenadas por este delito, con penas que oscilan entre los doce y los quince años.

En cuanto a los autores materiales, Jamal Zougam y Otman El Gnaoui, fueron condenados a más 40.000 años de prisión. No obstante, la sentencia de la Audiencia Nacional declaró en los hechos probados que los siete ocupantes del piso de Leganés también participaron en la colocación de los explosivos, aunque no pudieron ser juzgados. Además, fueron condenados a más de 35.000 años de cárcel las ocho personas consideradas como colaboradores necesarios. Entre ellos, José Emilio Suárez Trashorras, quien proporcionó la dinamita a los terroristas.

¿Qué aprendimos?

Fue necesaria una masacre como la del 11M para que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se unificaran en el Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista, el primer organismo que centralizaba sus operaciones y facilitaba la comunicación policial.

Además, se inició un proceso de especialización y formación continua de los cuerpos policiales que ayudó a aumentar los efectivos destinados a una mejor lucha antiterrorista. Por otro lado, se procedió a implementar una política de dispersión de los presos yihadistas para evitar que las cárceles se convirtieran en un nuevo foco de radicalización.

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No obstante, todo este proceso llevó a una situación de xenofobia e islamofobia que se fue agravando conforme aumentaban las noticias de detenciones y desarticulación de células yihadistas. La población musulmana en España —y en toda Europa— se vio sometida a un proceso de remarginalización que impedía su normal acceso a puestos de trabajo e integración social y supuso un aumento de las agresiones islamófobas.

Varios estudios del Observatorio Europeo del Racismo y la Xenofobia (EUMC) en 2007 señalan que "el 57% de los españoles creen que los musulmanes son violentos", lo que lleva a que actúen conforme a una lógica de "defensa preventiva" ante la población musulmana residente en nuestro país.

Pero si el 11M fue el estallido de la islamofobia, los medios de comunicación fueron los responsables indiscutibles de su permanencia en el imaginario social. Cuando las únicas informaciones protagonizadas por población musulmana están relacionadas con la violencia yihadista, se crea una falsa concepción de que "todos" los musulmanes son terroristas. Sucedió tras el 11S y el 11M, pero también después de los atentados en Londres, París y Barcelona. Organizaciones como SOS Racismo han denunciado la representación de la comunidad musulmana en el discurso mediático durante años, y han elaborado manuales y guías de buenas prácticas para periodistas. No obstante, queda patente que, en cuanto a islamofobia y racismo, aún nos queda mucho por aprender.

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