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‘The newsreader’, la serie que es mejor de lo que debería gracias al covid

Imagen de la serie 'The Newsreader'.

El canal Cosmo, disponible en varias plataformas, ha comenzado la emisión de una atractiva serie sobre presentadores de informativos en 1986 en Australia, The newsreader. Ya están disponibles los dos primeros episodios y llegarán hasta seis en una primera temporada. Aún no se sabe si habrá continuación.

Este drama de ambiente laboral tiene un tono nostálgico y una relación interesante y poco manida entre sus protagonistas, y además ha enriquecido su ración de talento involucrado gracias al covid.

El talento internacional volvió a Australia por la pandemia

El proyecto se puso en marcha en 2020. La directora y las actrices y actores australianos que hubieran estado dispersados a lo largo del mundo encabezando diversas producciones volvieron a su inmensa isla natal. Fueron asequibles para un rodaje como este. Humildemente lo reconoce así el creador de la serie, Michael Lucas, a Screen Hub.

La premisa que les ha reunido es la exploración de una masculinidad constreñida por estereotipos. Michael Lucas partió para idear su ficción de buscar un empleo en el que un joven tuviese que ofrecer una imagen al mundo muy determinada. Muchas profesiones presionan a los hombres en este sentido. Políticos o deportistas también se ven obligados a encajar en perfiles públicos muy determinados.

Entre dos accidentes; el del Challenger y el de Chernóbil

Al final, fueron factores biográficos los que le animaron a decantarse por las noticias en televisión. El padre de Lucas acudía a los informativos con cierta frecuencia en calidad de experto en el SIDA. Su madre vivió conmocionada la explosión del transbordador espacial Challenger, la primera noticia que él mismo recuerda siendo un niño. La ha convertido en el hecho histórico con el que comienza su relato. Lo termina con otro accidente trascendental, el de la central nuclear de Chernóbil.

Junto al aspirante a locutor televisivo Dale Jennings, interpretado por Sam Reid, se encuentra la presentadora estrella y controvertida, Helen Norville, a quien da vida Anna Torv. Mientras él trata de evitar cualquier error en su ascenso, ella se ha ganado fama de difícil.

Ni tan viril él ni tan difícil ella

En el año 1986, y probablemente ahora, la etiqueta de mujer difícil contiene una parte de reproche y sorpresa ante una mujer que actúa más allá de lo supuestamente femenino. Y esa es la gracia de estos personajes. La fluidez con la que se mueven en los límites de los estereotipos y la atractiva relación que ello les permite establecer, tanto personal como profesionalmente.

Como serie de época, situada en un momento aún cercano, como fue el año 1986, permite reflexionar sobre lo poco que hemos avanzado en algunas cosas y lo lejos que estamos en otras, y no solo en los peinados.

La redacción de un informativo como escenario del drama

No llegaremos a saber qué hubiera sido de estos personajes en otro sector profesional, pero gran parte del atractivo que se ha logrado deriva del ambiente laboral situado en una redacción periodística, en este caso la de un informativo televisivo. Probablemente el tipo de oficina más sobrerrepresentado en la ficción.

No en balde. Se trata de un entorno más activo físicamente que otros. Las y los redactores, productores, cámaras y locutores se mueven de manera aparentemente desordenada, lo que da cierta alegría a su jornada. Las jerarquías son menos visibles, más confusas, y generan interacciones menos rígidas que en otras profesiones.

Pero, sobre todo, la materia prima del oficio, la información, es un objeto dramático y moral de primera, compartido por la audiencia. Los espectadores participan de las noticias. Estas también son parte de su vida.

Universalidad de los dilemas de periodistas

Les resulta fácil entender los dilemas a los que se enfrentan los periodistas a la hora de tratar con esa materia prima. Las infinitas maneras de seleccionar y manipular la realidad de acuerdo a prejuicios e intereses.

En el caso de The newsreader el enfoque se centra más en las primeras cuestiones, las relaciones en el ambiente laboral. Por cierto, más diverso racial y sexualmente de lo que lo fue en los años ochenta. Licencia creativa.

Se incide también en la peculiaridad del juego entre lo público y lo privado, la imagen prefabricada que se da en cámara y el contraste con el antes y el después. La máscara que llevan los personajes como tema central.

Michael Lucas barajó varios referentes entre las películas y series ambientadas en redacciones periodísticas en los años 80. Tootsie o Network entre ellas. Pero sobre todo destaca entre sus influencias la película Al filo de la noticia.

Homenajes a ‘Al filo de la noticia’

James L. Brooks escribió y dirigió esta maravilla poco antes de crear Los Simpsons, en 1987, un año después del que vemos representado en The newsreader. La primera secuencia de esta serie es un homenaje a otra muy popular en su momento de Al filo de la noticia. La carrera que entonces se pegaba Joan Cusack y aquí Sam Reid derrapando por los pasillos para llevar una cinta al control antes del momento de su emisión.

La mejor manera de introducir a los espectadores en la adrenalina, la responsabilidad o la pasión en el trabajo que se producen en un programa que se emite en directo. En el que nada puede fallar y todo está a punto de fallar a menudo.

La redacción y el plató de noticias genera un tipo muy intenso de camaradería, de profesionalidad e implicación de sus participantes. Curiosamente, en un mundo en el que imperan los egos, el trabajo colectivo es el determinante.

Un tono elegante

El principal atractivo de The newsreader es su tono elegante. En lograrlo ha tenido especial participación la directora de los seis episodios, Emma Freeman, quien, según el propio Michael Lucas, ha evitado errores propuestos por él y enriquecido el producto final.

Se trata de una dirección sólida. Freeman confía en el guion y consigue de los actores, especialmente de los dos protagonistas, excelentes trabajos. Sobresale la interpretación de Anna Torv.

La actriz ha destacado especialmente por su trabajo en ficción televisiva, especialmente con su protagonista en Fringe, la serie de ciencia ficción creada por J.J. Abrams tras Perdidos. Y por su papel en la intrigante Mindhunter.

A pesar de tener que recrear ataques de pánico en esta propuesta, lo que permanece como poso de su interpretación es siempre enigmático y reservado, como si aún quedasen aspectos por desvelar de su temperamento.

Sam Reid resulta un convincente compañero y un intérprete con estilo. Próximamente será uno de los protagonistas de la versión televisiva de la novela de Anne Rice, Entrevista con el vampiro.

Estilo ochentero

La pandemia permitió también tomarse más tiempo de lo habitual para rebuscar entre la oferta de segunda mano vestuario y atrezo de los ochenta. Gracias a ello, gran parte de las prendas que se muestran han sido recuperadas y solo un pequeño porcentaje ha tenido que confeccionarse para la ocasión. Se nota al verlo. Esas hombreras tienen mucha credibilidad.

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Por supuesto, la cinematografía transporta a los años ochenta también, con sus colores y lentes. El cinematógrafo de la serie, Earle Dresner, también pudo tomarse algo más de tiempo del habitual para plantearse la propuesta visual.

Explica cómo decidió utilizar lentes y película original de los ochenta, pero una iluminación actual. A partir de su decisión, peluquería, maquillaje y vestuario hicieron adaptaciones. También agradece el excelente equipo del que dispuso tanto en fotografía como entre sus operadores de cámara y coloristas.

Una vez más quizás haya que agradecer a la pandemia y a las peculiaridades con las que se ha vivido en Australia la conjunción de magníficos profesionales que no hubieran podido reunirse en otro momento y que hacen que The newsreader tenga ese algo que la hace sorprendentemente satisfactoria de ver.

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