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Historia de una canción

El 'Hambre' de justicia de Kiko Veneno: “Tomamos el sol mientras vemos llegar las pateras”

“Yo quisiera que no hubiera más hambre en el mundo que la que tengo yo de ti”, termina Kiko Veneno (Figueras, 1952) al final de Hambre. Es la canción que da nombre a su último disco. La que le ha llevado a lugares desconocidos, completamente vírgenes, de su creatividad en los que suenan ritmos más electrónicos: “Colón descubrió América porque no sabía lo que había. Hambre es una canción poderosa, que bebe mucho del flamenco, pero que me ha llevado a un sitio que no sé exactamente cuál es. Si tú miras mi discografía no hay ninguna como esta ni nadie está haciendo canciones así”. Como tampoco existía la rumba flamenca cuando compuso Volando voy, el clásico tema del que Camarón se enamoró a finales de los setenta y que incluyó en su célebre álbum La leyenda del tiempo.

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Estas dos canciones, la de ayer (Volando voy) y la de hoy (Hambre) surgieron de forma muy parecida. A raíz de dos versos que al catalán se le pasaron sin querer por la cabeza y que apuntó en el pasado en un cuaderno de notas y en el presente en el móvil. Pero Hambre es otra cosa, no tiene nada que ver con Volando voy. No es una oda a lo sencillo ni a lo cotidiano, no es alegre ni callejera. Es sincera, incluso incómoda. Con ella Kiko Veneno pone música a uno de los grandes problemas globales sin cortapisas: “El hambre es un estado de necesidad, pero básicamente es un negocio”. Y añade con desesperación: “Hablo del hambre que tienen esas personas que están viniendo a nuestro país en las pateras. ¿Cómo tenemos la piel de gorda para estar tomando el sol mientras llegan las pateras a la playa? A mí me ha pasado en Cádiz: estar en la playa y verlas”.

A sus sesenta y nueve años, Kiko Veneno tiene “hambre de la vida” aunque a veces duela. De ella está enamorado desde que volaba en libertad por las calles de Sevilla rumbeando con los hermanos Rafael y Raimundo Amador, con los que acabaría formando el grupo Veneno del que tomó su apellido artístico. Han pasado muchos años y muchas canciones. A él —aunque suene peyorativo— le gusta llamarlas ocurrencias: “Son ocurrencias en el sentido de que todo lo que escribo me ocurre a mí, que he leído mucho, he viajado, he querido a mucha gente…”. Precisamente la primera persona a la que le enseñó Hambre después de componerla fue a su mujer Ana, a la que lleva queriendo toda la vida: “Le gustó mucho, ella tiene un espíritu crítico muy bueno. En ese sentido somos una pareja de creadores, sentimos las cosas del arte muy vinculadas a la vida”.

Tras su aclamada colaboración con C. Tangana a principios de año, el artista del eterno mechón blanco al que la guitarra le ha acompañado en cada sobremesa, en cada concierto, en cada hazaña vital, publicará este próximo lunes 21 de junio, Día de la música, su nuevo disco. Kiko Veneno vuelve a jugar con los sonidos, a innovar con el flamenco y a reinventarse una vez más, pero, como siempre, se quita méritos: “Yo solo soy un vividor de la música”.

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