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'La gran ola' de Kaganawa, la esencia japonesa que encajó en occidente

“El nipón Katsushika Hokusai había estudiado a fondo el arte europeo”, tercia la historiadora del arte Sara Rubayo, y eso es un detalle importante a la hora de analizar su obra más conocida, La gran ola (Museo Metropolitano de Arte de Nueva York), que forma parte de una serie de grabados realizados en 1820 agrupados bajo el título 36 vistas del monte Fuji. “Al ser grabados”, explica la divulgadora, “era muy barato hacer copias, por lo que el trabajo de Hokusai llegó a Europa con facilidad”. No parece, por tanto, casualidad que el japonés eligiera temáticas que encajaban tanto en las corrientes artísticas que predominaban a principios del siglo XIX en el viejo continente. “Esa idea romántica del hombre luchando contra el ímpetu de la naturaleza”, continúa Rubayo, “tenía mucha salida en estas tierras”. Con todo, Hokusai, que utilizó la técnica del ukiyo-e para elaborar la serie, posiblemente considerara la perspectiva del marketing a la hora de decidirse a realizar los grabados. Hay que tener en cuenta, además, que aunque La gran ola sea, efectivamente, la más conocida de las treinta y seis piezas que conforman la serie, es imprescindible contemplar el trabajo al completo para comprender su grandeza.

En todos los grabados, Hokusai introduce, de una forma u otra, la imagen del monte Fuji. Por eso, a pesar de que en alguna de las piezas, como, precisamente, La gran ola, el monte no sea el protagonista, la serie recibe ese nombre. El artista pinta la montaña en verano, en invierno, primavera y otoño. Con nieve y sin ella. Con hombres y mujeres trabajando a su alrededor y también con predominancia absoluta de la naturaleza. Por la mañana, por la tarde, de muy cerca y de muy lejos. La montaña siempre está presente, aunque no siempre es protagonista.

“En La gran ola”, concreta Sara Rubayo, “vemos el monte Fuji al final y, de hecho, si nos fijamos una de las olas pequeñitas que aparecen debajo de la grande, podemos apreciar cómo el artista nos ofrece una copia del propio monte, pero líquido”. La gran ola es, fuera de toda duda, una amenaza para los hombres que trabajan en las barcas en medio de la tormenta. “Además, la composición asimétrica de la pieza parece arrastrarnos hacia la ola, más aún, en este caso, para una persona japonesa, que observa la imagen de derecha a izquierda, en el sentido de su forma de lectura y escritura”, detalla. En cuanto a los colores, “destaca el agradable uso del azul prusia, muy valorado en Europa, y el crema”.

Es interesante, por otro lado, la utilización de la geometría de que hizo gala Hokusai, aunque no hay constancia de que el artista japonés llegara a estudiar matemáticas. “Sin embargo”, apunta la divulgadora, “ya fuera por algunos estudios que hubiera realizado o por puro instinto, su trabajo más famoso —La gran ola— encaja a las mil maravillas con la proporción áurea que siguen muchas de las obras más importantes de la historia, desde el Partenón hasta el Taj Mahal”. Más aún: “La ola que protagoniza el grabado, cuyas crestas de espuma, por cierto, imitan unas garras de animal que redundan en lo amenazante de la naturaleza, parece seguir incluso la archiconocida espiral de Fibonacci”, completa.

La técnica ukiyo-e

Al monte Fuji con la pintura

Al monte Fuji con la pintura

La traducción literal de ukiyo-e, la técnica que usó Katsushika Hokusai para sus serie 36 grabados del monte Fuji, es “mundo flotante” y se refiere, en su acepción más mística, a un ideal de felicidad, aunque sin olvidar su fugacidad y transitoriedad. Pero, ¿cuál es el proceso que llevó a cabo el artista para realizar los grabados? “Lo primero que hace Hokusai o cualquier artista que trabaje la técnica”, señala Rubayo, “es trazar con tinta el dibujo inicial”. Entonces es cuando entran en juego las planchas de madera: “En este paso, el artista engancha ese dibujo inicial en una plancha de madera, y corta y retira las partes blancas del papel —con tal de que solo quede el dibujo— para lograr una especie de impresión en relieve”, continúa la divulgadora. A continuación, hay que poner tinta en la plancha e imprimirla, por eso es fácil realizar muchas copias del mismo dibujo. A partir de ese punto, el artista tinta cada una de las copias con un color diferente y las va pegando de forma alternada en la plancha de madera, dando como resultado el grabado final, que se podrá imprimir en papel tantas veces como desee el artista.

Es la técnica que utilizó Hokusai para unos grabados que lo darían a conocer a lo ancho y largo del mundo. “Todos hemos visto ya muchas veces La gran ola”, resuelve la divulgadora, “pero el resto del trabajo de este artista es también excepcional, así que su ‘gran hit’ debería animarnos a acercarnos al resto de su obra”.

La gran ola

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