Y, a partir de ahora, ¿quién apagará la luz?
Una vez que se inunde el río Quema, con agua que no sobra, que hace falta, para que los peregrinos corran a “bautizarse”, entre efluvios de fe rendida, sorbos largos de vino y mordidas de jamón, en loor del populismo más autodestructivo imaginable. A espaldas de la agonía de la Reserva natural de Doñana. ¿Quién apagará la luz tras el desastre?
Mientras atiendo a la vistosa y sacra ceremonia, religiosa por supuesto y por encima de cualquier otra consideración, que coronará al buen nuevo rey británico que dios guarde, al menos hasta que se muera y otro rey venga a ocupar las salvas de otro vibrante ¡el rey ha muerto, viva el Rey!, acabo de enterarme de que el programa Sálvame de nuestro patio interior patrio será cancelado por ser ya incapaz de superar una audiencia diaria de 1.300.000 fieles, que se dice pronto después de tantos millones facturados.
Mientras el sermón del obispo de Canterbury invoca la “sabiduría y el amor”, buenísima declaración de intenciones, manoseando el nombre del “Rey de reyes”, el buen Jesús, al tiempo que la sala de despiece humano de nuestra tele doméstica, de salita de estar, llegando a dejarse despellejar por mor de un capitalito acumulable en forma de jornal, mientras en sede real, bajo palio religioso, los próceres del buen e inatacable Sistema instalado a los pies del recién coronado monarca. Tan inviolable, se supone, como el viejo bribón nuestro… camino del pudridero regio cuando dios tenga a bien llamarlo a su lado.
A la espera de que, acabadas las ceremonias y los fastos, hagan balance positivo, por llamar a su fin el principio del nuevo reinado, alguien habrá de ir a apagar las luces de tanto dispendio.
Mientras se desembalsará el agua reservada para “la boca de los más humildes”, para arrancar un puñado de votos, de peregrinos enraizados de abyecto patriotismo de… hojalata
Con los dones apagados del Veni Creator: “Ven Espíritu Creador; visita las almas de tus fieles. Llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo has creado”. En un ejercicio perfecto de hipocresía clasista, casposa y rancia.
En un sinfín de todo, principio de, igualmente, todo, para que nada se detenga, en nombre del dios laureado y recordado, su nombre invocado en vano, otorgada su bendición desde el Monte de los Olivos, reivindicada Jerusalén, cuna del nulo entendimiento entre quienes son… primos hermanos, cuando sólo acabemos por quedarnos a solas con nuestro caballero cuerdo y enloquecido, el páramo de la meseta desolada, imponente, y el buen hidalgo don Alonso Quijano, reconocido como Don Quijote, el caballero de la “Triste Figura”, ante este mundo de vanidades y aleluyas, por vernos a merced del único desfacedor de entuertos que logrará no desfallecer, a la vista de cuantos “Gineses de Pasamonte” acabarán por los escenarios de senderos y ventas de escasa alcurnia, de ninguna representación popular, esforzada y, en definitiva… humana, entre doncellas que parezcan princesas y princesas que solo sean criadas de brazos en jarras y risotadas abiertas e invencibles.
Mientras se desembalsará el agua reservada para “la boca de los más humildes”, para arrancar un puñado de votos, de peregrinos enraizados de abyecto patriotismo de… hojalata.
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Antonio García Gómez es socio de infoLibre