Mucho más que casos aislados: de dónde viene el desencuentro del PSOE con el feminismo Ángela Rodríguez Pam
QUÉ VEN MIS OJOS
Lo peor es que no nos engañan: las cosas son justo lo que parecen. Como botón de muestra, el drama de las privatizaciones de la Sanidad pública, un proceso que convierte a los pacientes en clientes y representa como pocos la filosofía del neoliberalismo: cada cual tendrá los derechos que pueda pagarse y quienes no tengan dinero serán abandonados a su suerte, que será mala y, a menudo, trágica. Siempre he pensado que ese modelo que la derecha vende como un camino de modernización debería estar prohibido, ya que es profundamente antidemocrático y, por cierto, del todo contrario al espíritu constitucional: ¿cómo van a ser iguales ante la ley todos los españoles, si lo que les salva o les condena es el número de ceros a la derecha de su cuenta bancaria? Está muy bien que existan hospitales y seguros privados, siempre y cuando no reciban fondos sacados de los impuestos, que salen de todos y no pueden valer sólo para algunos. ¿Qué es eso de “concertado” o “de doble gestión”? Está muy claro: es una forma de dividir el mundo entre ricos y pobres.
El escándalo surgido de la grabación de un máximo responsable del Hospital Universitario de Torrejón es lógico y a la vez es sorprendente: por supuesto, se comprende que la gente se indigne al oír cómo en ese audio se habla, con una crudeza que hiela la sangre, de rechazar o ralentizar la atención a enfermos no de pago, con la orden de priorizar a los más rentables, y se instruye a los directivos para que entorpezcan tratamientos y retrasen pruebas, con el fin de que eso genere aún más listas de espera en la Seguridad Social e impulse a las víctimas de la ignominia a pasar por caja. No es raro que nos llevemos las manos a la cabeza y la indignación se dispare cuando nos dicen que otra práctica habitual es que se falseen los diagnósticos de algunas personas, rebajándolos de graves a leves, para negarles la atención que necesitan y mandarles a sus casas. Pero, al mismo tiempo, es raro que esas atrocidades sorprendan a nadie: ¿qué esperaban? Un negocio es eso, la cuenta de resultados no entiende de ideologías y conquistas, sólo de números rojos o azules.
Mientras unos sufren, los otros sacan tajada, como se ha visto, hasta de una pandemia
Mientras unos sufren, los otros sacan tajada, como se ha visto, hasta de una pandemia, porque están a la que salta, unos trapicheando con mascarillas y otros repartiendo millones a empresas del ramo con las que después hacen el agosto sus familiares o miembros de su entorno: no es necesario volver a hablar de las beneficiosas relaciones comerciales de las clínicas Quirón con la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, cuyo juicio, por cierto, parece que se retrasa a finales del año 2026. Hay que ver, con la prisa que se han dado para inhabilitar al fiscal general del Estado en un abrir y cerrar de ojos. Por cierto, que Díaz Ayuso le ha quitado hierro al asunto de Torrejón, afirmando que se trata de una pelea interna, dando a entender que estamos ante una campaña de difamación.
¿Tendrá este Gobierno tambaleante, que intenta mantener contra viento y marea la legislatura, el valor de tratar de acabar con el invento de las privatizaciones? No vale hacerlo con la calculadora en la malo, porque las medias tintas, en este caso, sirven para firmar sentencias de muerte.
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