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El mito del búnker en las series: que se mueran los pobres
Álex Pina y Esther Martínez Lobato, creadores de La casa de papel, preparan la serie El refugio atómico para Netflix, que se ubicará en un enorme decorado que representa el lugar que los ricos construyeron para si mismos, Kimera Underground Park, instalación que ya tiene su propia página web.
Sótanos o cúpulas, burbujas de vida en la devastación
En Fallout, en Prime video, 200 años después del apocalipsis los ricos se ven obligados a salir de los refugios y juntarse con el resto de los supervivientes. Esta estupenda producción se basa en un exitosísimo videojuego y ha confirmado que tendrá tercera temporada.
Disney ofrece Paradise, una entretenida creación de Dan Fogelman, el autor de This is us, en la que un incidente perturba la calma del pequeño paraíso post apocalíptico en el que viven los personajes.
Silo, en Apple tv+ introduce la variación de que en sus refugios subterráneos viven comunidades completas, con todos los oficios y ocupaciones, no solo élites. Tendrá cuarta temporada tras el gran nivel mantenido hasta ahora.
Se acumulan los proyectos sobre búnkeres
En el cine, Penélope Cruz y Javier Bardem se unen en el reparto a Stephen Graham, creador de Adolescence, para la película que de momento se llama Búnker, en la que un multimillonario tecnológico encarga un búnker a un arquitecto. El francés Florian Zeller escribe y dirige esta obra, que se estrenará el año que viene.
Son solo los últimos ejemplos de un mito que se está apoderando de la visión que los y las guionistas proyectan sobre el futuro, el mito del búnker. La explicación puede estar en la narrativa que difunden los megamillonarios tecnológicos.
Los delirios escapistas de los millonarios tecnológicos
Elon Musk, (Tesla, X, Starlink, Neuralink) quiere colonizar Marte y morir allí. Jeff Bezos (Amazon) tiene un descomunal yate en el que sortear el apocalipsis mientras secunda la idea de Musk de habitar tan pronto como se pueda en el espacio exterior y dejar la tierra lo antes posible. Mark Zuckerberg (Meta) está construyendo un refugio subterráneo autosuficiente en su enorme finca en Hawái.
Nueva Zelanda se está convirtiendo en un destino favorito para los millonarios preparacionistas que buscan búnkeres. Mientras, otros súper ricos compran terrenos con abundante agua dulce a los que retirarse ante determinados eventos catastróficos. Es mejor tener un plan A, uno B y uno C. Podemos hablar de una pandemia, una guerra, un accidente nuclear, climático o una tormenta solar.
Preparación para cualquier apocalipsis
Lo que está claro es que desde Silicon Valley se ha irradiado lo que el economista digital Douglas Rushkoff llama La Mentalidad. Un conjunto de creencias y formas de comportarse en las que se da por hecho El Evento.
El Evento será ese final terrible que se aproxima. Algunos millonarios están convencidos de que vendrá porque ellos mismos están contribuyendo a que se produzca, con la polarización o la esquilmación de recursos, por ejemplo.
“La supervivencia de los más ricos”
Rushkoff escribió en 2022 su elocuente La supervivencia de los más ricos, Fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos. Está editado en la siempre interesante Capitan Swing.
El autor fue nombrado uno de los diez intelectuales más influyentes del mundo por el MIT, el Instituto Tecnológico de Massachusetts. La tesis de su libro parte de que los milmillonarios se han desconectado de la humanidad y pretenden trascenderla. Tanto prolongando su vida o transfiriendo su cerebro a unidades informáticas como huyendo del planeta.
Crecer y devastar o parar y cuidar
Rushkoff por su parte tiene otro plan para salvar el mundo. Pero tampoco nos gusta oírlo a casi nadie. Consiste en abandonar la idea de la aceleración del crecimiento por una economía acotada. Queda peor en los gráficos, pero ayuda a que más gente viva mejor.
Producir menos, viajar menos, consumir menos, organizar cooperativas, crear comunidades sostenibles, en la línea de lo que propone la brillante y provocadora Greta Thumberg. Y si queremos prepararnos para El Evento, hagamos planes para poder alimentar y atender a toda la población, no solo a quienes huyan primero.
Cooperación o individualismo
La serie francesa El colapso (Filmin) abordaba en sus episodios las dos rutas para sobrevivir a la hecatombe, la cooperación o el sálvese quien pueda. Ahora que se impone la narrativa del búnker conviene recordar algo.
Mejor dicho, a alguien, a los ausentes. Tendemos a empatizar con los personajes, y todos los de estas series sobrevivieron. Pero nosotros probablemente estaríamos muertos si se hubieran creado esas burbujas de supervivientes.
Evitar el colapso, no defenderse ante él
A veces las series futuristas empiezan demasiado tarde y obvian la posibilidad de evitar ese colapso. Son derrotistas. La calamidad ha ocurrido, por tanto, ya es inevitable. Hay otro tipo de ficciones televisivas que advierten desde una crítica al presente. El juego del calamar satiriza el capitalismo tecnológico despiadado desde una realidad alternativa.
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En White Lotus los ricos pagan un buen dinero por aislarse unos días del mundo de la plebe, pero nunca lo consiguen, la realidad les persigue hasta esa especie de búnker con mojitos. También lo hacía en la película Parásitos o en El triángulo de la tristeza.
Nadie se puede salvar solo
Todos estos guiones señalan a la desigualdad como el pecado original, la mancha que no puede limpiarse por muy arriba que se esté. Rushkoff señala en su libro que los búnkeres son todavía hoy inviables. No serían capaces de tener los recursos médicos suficientes. Los alimentos perecerían víctima de plagas y no habría capacidad para reponer y reparar lo que se estropeara. Los ricos todavía no se pueden escapar.
Las series nos invitan a ver el colapso del búnker, pero que no nos distraigan de nuestro verdadero problema, no llegar a ver el mundo real arder. Como decía un tuit el día del reciente apagón, ha resultado que lo más importante del kit de supervivencia no era una linterna o una lata de atún, sino una buena relación entre vecinos.